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Salvador, hermano de quien fuera corresponsal del diario ABC Color en Curuguaty, Pablo Medina (también asesinado por sicarios al servicio de organizaciones de la narcopolítica el 16 de octubre de 2014), fue ultimado cuando regresaba a su casa por un camino vecinal. Fue condenado a 25 años de cárcel como responsable material del crimen Milciades Maylin, pero hasta el momento se desconoce quiénes son los autores intelectuales.
Salvador (1974-2001) es recordado por realizar denuncias contra la mafia del narcotráfico que en aquellos años, 2001, buscaba expandirse en los departamentos de Canindeyú y San Pedro, especialmente en la región de Capiibary. Las crónicas periodísticas señalaban que Salvador tenía 27 años. Era el titular del consejo de radio Ñemity FM. También dictaba clases de guaraní en un colegio primario, a 20 km de Capiibary.
Es recordado junto a otros periodistas como Santiago Leguizamón, que han sido silenciados por su compromiso fiel con la difusión de la verdad, una verdad que muchas veces es causa de molestias para ciertos grupos de poder ligados al narcotráfico y a la narcopolítica que operan impunemente. Sus denuncias terminarían cansando a los criminales que decidieron callarlo para siempre, tal como ocurriría años después con sus hermanos: Digno Salomón y Pablo Medina Velázquez.
“A Salvador lo mataron a consecuencia de sus publicaciones y las denuncias que hacía”, recordó su padre, Pablo Medina Bernal, en una entrevista con ABC Color y la plataforma audiovisual Latitud 25, meses atrás. “Él (Salvador) publicaba sobre el tráfico de madera y otros temas. Denunciaba las injusticias que había a través de Radio Ñemity y por consecuencia de eso se le quitó la vida”, agregó.
Ironías de la vida: en el mismo lugar en que traficantes segaron la vida de Salvador continúan pasando camiones cargados de rollos de madera extraídos de los pocos bosques que quedan en la zona, dice el periodista de ABC Digital Juan Carlos Lezcano.
Mártir del periodismo
Jorge David Figueredo, amigo y compañero de labor de Salvador, decía que fue “un verdadero mártir del periodismo paraguayo, que hasta este momento no es valorado ni recordado como tiene que ser por los medios masivos de comunicación, porque él no formaba parte de los periodistas que trabajaban en medios comerciales ni tampoco reunía el perfil de un hombre que buscaba la prensa para hacer réditos para fines personales pecuniarios o de otra índole”.
Calificó a Salvador como un “quijote del periodismo paraguayo comunitario, alternativo, que peleó solitariamente contra los molinos de viento de este sistema capitalista criminal que todo lo compra y vende, que lo marginó en vida ya que se sabe nunca trabajó como comunicador en un medio masivo comercial ni tampoco después de ser asesinado han reivindicado sus ideas y trayectoria de vida contra la mafia al servicio de la gente”, expresó.
Doloroso calvario familiar
El asesinato de Salvador fue el primero de varios golpes dolorosos que recibiría la familia Medina Velázquez en los últimos años. Un año después del asesinato de Salvador, uno de sus hermanos, Digno Salomón, caía bajo las balas de narcotraficantes. El 16 de octubre de 2014, Pablo Medina, corresponsal del diario ABC Color en la zona baja del departamento de Canindeyú, sería asesinado por sicarios al servicio del narcotráfico, también, al igual que su hermano, por denuncias realizadas contra el crimen organizado. Unos meses después, la madre de los tres, Ángela Velázquez, falleció al no resistir una cirugía del corazón, tras vivir sus últimos días sumida en el dolor por las muertes violentas de sus tres hijos.