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El autor inserta como bibliografía ‘‘informes oficiales y análisis de Alfredo Boccia Paz, Miguel H. López, Antonio Pecci y Gloria Jiménez Guanes’’, entre otros, la mayoría de ellos, periodistas del diario Ultima Hora.
Casi con el mismo estilo de la ‘‘Fase III’’, aquel plan de los wasmoargañistas que intentaron por todos los medios destruir este diario desde el golpe parlamentario que derrocó a Raúl Cubas en marzo de 1999, el devenido en escritor Miranda señala que Zuccolillo ‘‘desde la azotea dispara a sus contrarios eligiendo el blanco’’.
‘‘Cuando sus atacados tratan de devolverle gentilezas arguye que pisotean la libertad de prensa. Juan Carlos Galaverna y Juan Ernesto Villamayor, dos miembros de la gavilla (el subrayado es resaltado por el autor), lo querellaron por difamación y calumnia. Lo mismo hizo Edgar Cataldi...’’, señala en otro párrafo.
‘‘Pero no son Galaverna, Villamayor y Cataldi quienes reciben los mejores disparos sino el exitoso Wasmosy y el inútil González Macchi...’’.
‘‘Wasmosy, sin embargo, fue el benefactor de Zuccolillo. Durante el Gobierno Wasmosy se le concedió la licencia para operar telefonía móvil celular. Así nació Personal S.A. de Telecom Argentina (de Emilio Massera & Asociados)...’’.
Dijo que Personal compitió con Telecel ‘‘de Lino Oviedo’’, pero más adelante apunta que llegó a un pacto con el líder de Unace.
‘‘Esto llegó a colisionar contra la pretensión de Wasmosy de tener encerrado 10 años seguidos al ex general...’’, continuó...
Si bien también lo trata de ‘‘mafioso’’ a Wasmosy y desgrana los cargos de corrupción consabidos ya publicados por la prensa, Miranda destaca que Wasmosy ‘‘posee considerable ventaja sobre su ocasional enemigo, Aldo Zuccolillo, quien bien puede ser su aliado mañana como lo fue ayer. Zuccolillo (que leyendo la obra parece ser su objetivo más importante) no goza de fueros pero tiene ABC, su mejor arma de ataque y defensa personal. Sin esa arma de por medio Wasmosy lo hubiese pasado encima como a otros que se le pusieron enfrente’’, subraya en un lenguaje que más parece un lamento.
La red de servicios y emprendimientos de Zuccolillo se conectó con la Iglesia de la Unificación Universal (Secta Moon), exclusivamente en la parte de los negocios, dice.
Miranda señala que el director de este diario fue en ocasiones amigo y enemigo del caudillo dominante, dictado por su propia conveniencia.
Aunque reconoce que el dinero ‘‘le viene de cuna’’, recuerda que se equivocó al calcular que Stroessner no se atrevería a clausurar ABC Color y que si sobrevenía el cierre no habría de durar mucho y que eso le haría ganar estatura política. Cree además que su prosperidad aumentó con exenciones fiscales y la protección de Stroessner, al igual que Nicolás Bo y Domínguez Dibb.
Miranda dice que para fundar ABC se juntaron Andrés Rodríguez, Elías Saba y Zuccolillo, aprovechando que se movían en la élite cercana al dictador, lo que les permitió hacer importaciones sin pago de impuestos.
Afirma en su obra que la protección de Stroessner bajó en 1984 con la cobertura que dio al Mopoco. Dijo que con la clausura obtuvo apoyo del gobierno norteamericano y de la SIP y que luego tuvo pretensiones presidenciales con el Plan Z, elaborado ‘‘por su amigo’’ Fernando Levi Ruffinelli.
‘‘Su capacidad para lucrar bajo los distintos gobernantes resultaba asombrosa, sacando concesiones de cada cual o en su defecto atacando sin piedad. Del único que no obtuvo rédito directo fue de González Macchi, pero sí alta ganancia en avisos y venta del diario por el contenido de puro choque contra los sindicados en su columna de trascendidos como ‘gavilla de los golpistas’ ’’, expresa el libro.
Casi con el mismo estilo de la ‘‘Fase III’’, aquel plan de los wasmoargañistas que intentaron por todos los medios destruir este diario desde el golpe parlamentario que derrocó a Raúl Cubas en marzo de 1999, el devenido en escritor Miranda señala que Zuccolillo ‘‘desde la azotea dispara a sus contrarios eligiendo el blanco’’.
‘‘Cuando sus atacados tratan de devolverle gentilezas arguye que pisotean la libertad de prensa. Juan Carlos Galaverna y Juan Ernesto Villamayor, dos miembros de la gavilla (el subrayado es resaltado por el autor), lo querellaron por difamación y calumnia. Lo mismo hizo Edgar Cataldi...’’, señala en otro párrafo.
‘‘Pero no son Galaverna, Villamayor y Cataldi quienes reciben los mejores disparos sino el exitoso Wasmosy y el inútil González Macchi...’’.
‘‘Wasmosy, sin embargo, fue el benefactor de Zuccolillo. Durante el Gobierno Wasmosy se le concedió la licencia para operar telefonía móvil celular. Así nació Personal S.A. de Telecom Argentina (de Emilio Massera & Asociados)...’’.
Dijo que Personal compitió con Telecel ‘‘de Lino Oviedo’’, pero más adelante apunta que llegó a un pacto con el líder de Unace.
‘‘Esto llegó a colisionar contra la pretensión de Wasmosy de tener encerrado 10 años seguidos al ex general...’’, continuó...
Si bien también lo trata de ‘‘mafioso’’ a Wasmosy y desgrana los cargos de corrupción consabidos ya publicados por la prensa, Miranda destaca que Wasmosy ‘‘posee considerable ventaja sobre su ocasional enemigo, Aldo Zuccolillo, quien bien puede ser su aliado mañana como lo fue ayer. Zuccolillo (que leyendo la obra parece ser su objetivo más importante) no goza de fueros pero tiene ABC, su mejor arma de ataque y defensa personal. Sin esa arma de por medio Wasmosy lo hubiese pasado encima como a otros que se le pusieron enfrente’’, subraya en un lenguaje que más parece un lamento.
La red de servicios y emprendimientos de Zuccolillo se conectó con la Iglesia de la Unificación Universal (Secta Moon), exclusivamente en la parte de los negocios, dice.
Miranda señala que el director de este diario fue en ocasiones amigo y enemigo del caudillo dominante, dictado por su propia conveniencia.
Aunque reconoce que el dinero ‘‘le viene de cuna’’, recuerda que se equivocó al calcular que Stroessner no se atrevería a clausurar ABC Color y que si sobrevenía el cierre no habría de durar mucho y que eso le haría ganar estatura política. Cree además que su prosperidad aumentó con exenciones fiscales y la protección de Stroessner, al igual que Nicolás Bo y Domínguez Dibb.
Miranda dice que para fundar ABC se juntaron Andrés Rodríguez, Elías Saba y Zuccolillo, aprovechando que se movían en la élite cercana al dictador, lo que les permitió hacer importaciones sin pago de impuestos.
Afirma en su obra que la protección de Stroessner bajó en 1984 con la cobertura que dio al Mopoco. Dijo que con la clausura obtuvo apoyo del gobierno norteamericano y de la SIP y que luego tuvo pretensiones presidenciales con el Plan Z, elaborado ‘‘por su amigo’’ Fernando Levi Ruffinelli.
‘‘Su capacidad para lucrar bajo los distintos gobernantes resultaba asombrosa, sacando concesiones de cada cual o en su defecto atacando sin piedad. Del único que no obtuvo rédito directo fue de González Macchi, pero sí alta ganancia en avisos y venta del diario por el contenido de puro choque contra los sindicados en su columna de trascendidos como ‘gavilla de los golpistas’ ’’, expresa el libro.