El verdadero rostro de Stroessner en las memorias de Ortellado

Una de las mujeres del general Alfredo Stroessner, Estela “Ñata” Legal, describió en una entrevista con Javier Yubi en radio ABC Cardinal, el pasado 2 de febrero, que desconocía su lado cruel. Recordó que el exmandamás por 35 años de nuestro país ansiaba volver de su dorado exilio brasileño. Allí murió, finalmente, a los 93 años en 2006, librándose de quedar sometido a la justicia por los crímenes de lesa humanidad que cometió e hizo cometer bajo su gobierno autocrático (1954-1989). En coincidencia, en estos días llegó a nuestra redacción el manuscrito, de puño y letra, del capitán Hilario Ortellado (fallecido hace unos años), preso y torturado entre 1962 y 1963 junto con el capitán Napoleón Ortigoza, entre otros, en el que describe en forma descarnada la brutalidad asesina de los miembros de aquel régimen, que contrasta con la ternura que pretende irradiar la expareja del dictador.

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Durante la dictadura stronista, una intriga era suficiente para que cualquier ciudadano fuera sentenciado a prisión, torturado, muerto o desaparecido.

Ese fue el caso del capitán Hilario Ortellado y del grupo de oficiales y suboficiales que debieron cambiar su tranquila existencia por el terror y la vida infrahumana, que en el caso del capitán Napoleón Ortigoza duró 25 años, aislado del mundo.

Implicado por el régimen en una supuesta conspiración para derrocar al mandamás junto a otros militares como Ortigoza en 1962, Ortellado perdió todo.

El tono de su escrito retrata el contorno de sus padecimientos. He aquí algunos pasajes de su relato que contrastan absolutamente con la imagen de “hombre bueno” que busca irradiar de él Estela “Ñata” Legal.

“Así es el trato que le dan a un oficial del Ejército apenas Stroessner tenga una ligera duda sobre su culpabilidad, más aun si le ataca su mal paranoico”, señala Ortellado al remarcar los momentos más desesperantes de su vida a manos de una verdadera banda de sádicos asesinos.

Decía que se confeccionaban cadenas de inocentes complicados por orden del déspota para hacer la “purga comunista” como se rotulaba a los seleccionados, “hombres honrados a quienes (Stroessner) les tenía miedo”.

“Es increíble hasta dónde llega la entrega total del hombre ante las repetidas torturas”, relata Ortellado con pasión y entre signos de admiración en su escrito a mano para describir el grado de los tormentos.

Al borde de la locura

Confiesa haber llegado al borde de la locura.

“Estaban reunidos en el despacho del Jefe de Policía los siguientes:

El jefe de la institución, Cnel. Ramón Duarte Vera; jefe de Investigaciones, Alberto Planás; jefe de EM, Gral. Leodegar Cabello; subjefe EM, Gral. Marcial Alborno; Cmdte. RI 14, Gral. Patricio Colmán; Cmdte. Batallón Escolta Presidencial, Carlos Fretes Dávalos; mayor Art. Rva. Pedro Mieres, este último adepto personal de Stroessner; Cmdte. de la 1ª Región Militar, Gral. Antonio Cáceres; jefe del Tribunal Militar, Domingo Palau; el agregado militar en Argentina, Gral. Germán Martínez; el edecán militar de Stroessner, mayor José M. Argaña; secretario privado de Stroessner, (Ángel) Peralta Arellano; el subsecretario del Ministerio del Interior; y los tres próximos torturadores personales, a saber: jefe de Política, Insp. Víctor Martínez; Insp. de Policía Rigoberto Fernández; Insp. de Policía Raúl Riveros Taponier...”.

Vulgar desequilibrado

“... En visible estado etílico, Duarte Vera tomó la voz cantante...”, relataba el autor de “Memorias de un oficial paraguayo...”.

“A esta altura de los acontecimientos, saltó prácticamente de su asiento el acordonado edecán de Stroessner, mayor artillero José M. Argaña y, dirigiéndose a mí, comenzó una serie de improperios y amenazas de torturas, haciendo gestos desmesurados, ademanes de escupirme en la cara, como un vulgar desequilibrado mental, dando el espectáculo final a la reunión de la camarilla...”

Entre burlas y carcajadas

Acto seguido, fui entregado a los torturadores, que con el nombre de sumariantes policiales, se constituirían más adelante en torturadores hasta el fin...”.

“Entraron detrás de Riveros Taponier como cinco o seis torturadores más y comenzaron a golpearme con los puños y los pies. Después de caer ensangrentado al suelo, me ataron los pies y las manos por detrás y me arrastraron a la cámara de tortura. Serían aproximadamente las 02:00 horas del sábado 22/XII/62 cuando me tiraron a la pileta de agua sucia para seguir allí la tortura. Entre todos me apretaron bajo el agua, uno de la cabeza, dos de los hombros, otro con el pie sobre el pecho, otro sobre el abdomen, mientras varios se turnaban para flagelarme en la planta de los pies con cachiporras de goma. Esta violencia siguió no puedo decir cuánto tiempo, pero para mí fue interminable...”.

“Vino al instante a integrar el corrillo de observadores el jefe de Investigaciones, el borracho Alberto Planás (padre de José Alberto Planás, quien fue ministro del gobierno de González Macchi), quien también quedó de acuerdo con los demás en que yo había perdido la razón...”.

Son extractos de las memorias de Ortellado.

“Yo no conocía el lado duro de él”, dijo Ñata

En la entrevista con Jaiver Yubi en radio ABC Cardinal, Estela “Ñata” Legal señalaba, entre otras cosas:

“Sinceramente, puedo decir que ese lado que la gente afirma, de que él era un hombre duro, yo no lo conocía”.

“Esa persona yo no conozco, realmente. Él era como un padre de familia, que nos atendía, que se interesaba por la casa, por mí, por sus hijas. Yo no conocí el lado duro de él. En casa él era un hombre muy jovial...”, según la descripción de la mujer, autora del libro “Mi vida con el presidente Stroessner”.

Continuaba diciendo: “Él era muy obsequioso. En las fechas, con los cumpleaños, Navidad y todas las fechas que anteriormente se tenía en cuenta, él también llevaba en cuenta. El era muy gentil, caballero, atento. Ya te reitero que si no hubiera sido así, yo no hubiera estado tantos años con él...”.

En contradicción con los relatos de Hilario Ortellado en sus memorias, “Ñata” Legal reiteraba: “Él, realmente, puedo decir, que su cualidad era el autocontrol. Él tenía mucho control de sí mismo. Por eso te dije anteriormente: yo no le conocí el lado fuerte, duro, que la gente menciona. El era un hombre que tenía autodominio y no salía de sí fácilmente. No se dejaba llevar por sus emociones. Era un hombre bastante controlado. Así que muy pocas veces yo me pude enterar de cosas que no salían bien...” .

–¿Nunca se le ocurrió preguntarle: “¡pero, Alfredo, están diciendo por ahí que hay desaparecidos, que hay torturados, que muere la gente!”?

–No, no. Nosotros esos temas no lo abordábamos; estábamos tan en familia que vivíamos nuestra vida...

–¿Usted tampoco se enteraba mucho de eso?

–Tampoco. Yo vivía, vamos a decirlo, en nuestro mundo... (?)

–¿Qué es lo mejor que recuerda de él, y si de repente si tuviera que decir “este lado no me gusta”...? ¿Qué sería lo mejor y lo peor del Gral. Alfredo Stroessner?

–Lo mejor te puedo enumerar muchísimas cosas. Y como toda persona, habrá tenido también su lado, vamos a decir, oscuro. Pero yo desconozco ese lado oscuro, porque nosotros vivíamos un mundo muy agradable, en armonía. Entonces, muy poco pude darme cuenta de las cosas de él que no estaban bien en él.

–En el exilio... ¿qué decía, estaba resignado a su suerte, asumía, aceptaba estar en esa situación?

–Sí, sí. Muy bien, tranquilo.

–¿Quería volver?

–Sí, mucho. Quería volver. El decía que todo paraguayo debe estar en su tierra...

(Los lectores pueden sacar sus propias conclusiones acerca de la personalidad del exmandamás del Paraguay, que cuando cayó por el golpe militar del 3 de febrero de 1989 superaba en el tiempo al régimen de Fidel Castro, apenas aventajado por Kim Il-sung de Corea del Norte).

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