El necesario cambio de paradigma

Los escándalos de corrupción que sacuden al país en las últimas semanas revelan que instituciones centrales del modelo republicano están profundamente comprometidas. En gran medida eso explica la baja calidad de la democracia que tiene nuestro país y lo dificultoso que puede ser instalar nuevas formas de gestión.

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El ofensivo esquema de compra, venta y arreglo de sentencias descrito en detalle en el ordenador de un juez y que fue hecho público a mitad de semana no es nada nuevo, pero sí es la prueba fehaciente del negociado que opera en el Poder Judicial. En los pasillos de tribunales desde hace años son moneda corriente las versiones sobre magistrados de todos los niveles y todas las instancias que pueden ser alquilados para tener una sentencia a medida o para demorar hasta la extinción procesos judiciales, pero es la primera vez que quedan patentes, por escrito, los montos, nombres y cómo opera el esquema.

No menos grave es el grosero negociado que se armó con los alquileres en la Justicia Electoral bajo el amparo de las máximas autoridades de la institución. Conversando con funcionarios queda claro que la sobrefacturación de los alquileres es un caso sabido desde hace tiempo. La incomodidad de Alberto Ramírez Zambonini, presidente del Tribunal Superior, solo vino después de que el negociado se hiciera público, pero sobre todo cuando amenazó con ser el motivo de un juicio político que podría terminar con su cómoda vida como miembro del tribunal.

En 2008, cuando se descubrió que plagió un trabajo académico para presentar como tesis doctoral, zafó del juicio político gracias al auxilio de la cúpula liberal y de la oportuna mediación del entonces diputado Rafael Filizzola con los autores de la obra académica, pero ahora la situación está más complicada. El habilidoso senador Juan Carlos Galaverna está aprovechando la ocasión para presionar y ver si puede sacarlo del cargo.

Buscando salir del paso Ramírez forzó la renuncia de los miembros del Registro Electoral para ofrecer esos cargos como prenda de paz, pero Galaverna se muestra implacable. Sabe que este es un momento político ideal para sacar ventajas.

En el Poder Legislativo a mitad de semana el diputado liberal Carlos Portillo se mostró como el caso paradigmático de lo ruinosa que puede ser en estos tiempos la representación parlamentaria.

Sin comprensión alguna del cargo que ocupa y lo que ello representa, mintió sin complejos sobre títulos académicos que no poseía, trató de hacer gala de una formación que no tenía y hasta mintió en la edad.

Descubierto en sus fechorías el legislador liberal, lejos de tratar de dar alguna explicación o de atemperar los ánimos, se pasó lanzando rebuznos a todo aquel que se ponía enfrente, denigrando incluso a los que le ayudaron para que llegue al Parlamento.

Estos eventos son la muestra clara de lo anquilosado que está el sistema democrático en el país y lo complicado que puede ser gobernar. Es urgente hacer una profunda reforma para reencauzar las cosas. Esa es la única manera en que el país puede ser viable en el largo plazo. Lo que está por verse es si la clase dirigente se halla dispuesta a hacerlo.

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