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Amantes del colorido y la decoración desarrollaron un intenso trabajo artístico en los talleres de las misiones. El legado de aquella época de ilustración americana se condensa para las generaciones futuras en el Museo de Arte Sacro de Asunción.
"Todas las imágenes son representativas y muy importantes por cuanto marcan la época en la que fueron hechas y también el sentido en que se hicieron; para una iglesia o para el culto hogareño", se explaya la restauradora Estela Rodríguez Cubero sobre el acervo cultural del Museo de Arte Sacro.
La experta tuvo a su cargo la restauración de casi todas las imágenes expuestas en el museo, propiedad de la Fundación Nicolás Darío Latourrette Bó. La colección se compone de tallas de origen franciscano, jesuítico y popular de la época y la denominación genérica de barroco hispano-guaraní corresponde a Josefina Plá, aunque también podría decirse un "barroco paraguayo", arte colonial paraguayo o de las misiones, que comienza con los franciscanos.
"Ellos (los franciscanos) son los que vinieron primeramente y produjeron un arte muy importante, lejos de toda pretensión de hacer arte, hacían las tallas de acuerdo a su espíritu de pobreza, de sensibilidad, de sinceridad", sostiene Rodríguez Cubero y como ejemplo de pieza franciscana muestra el Cristo de la Columna, producto del arte misionero, hecho por una persona que tenía poco conocimiento de la anatomía, pero que sí pudo captar el espíritu de la expresión más sublime, del Cristo humillado, y lo hace realmente impresionado.
Los franciscanos eran seres simples, como cualquiera de nosotros y hacían su trabajo sin pretender hacer algo complejo, con toda sinceridad. No eran artistas.
Los jesuitas
Luego aparecen los Jesuitas y la diferencia precisamente está en lo señalado más arriba. Estos vienen en otro contexto, con amplios conocimientos, y sus tallas resultan con un mayor acabado, más detalles y más decoración. Esto también se facilitó porque el indígena que participaba en los talleres en cierto sentido eran también barrocos y aceptaban con gusto el colorido.
Los Jesuitas respondían también estrictamente a toda una época. Las corrientes europeas llegaban en forma muy retrasada al Paraguay pues estamos hablando de fines del siglo XVII y comienzos del XVIII (1700 en adelante) cuando los medios de transporte eran barquitos, cáscaras de nueces que debían reabastecerse en Río de Janeiro, seguir a Buenos Aires y de allí otros 1.500 kilómetros hasta el Paraguay.
"El barroco en España estaba floreciente en el siglo XVII, ya estaba en la cima de la expresión. En cambio, aquí hablamos del barroco recién en el siglo XVIII. Es decir, cuando el barroco ya se va diluyendo en Europa en América está subiendo hacia un pico de estilos artísticos que no son más que los sentimientos de un pueblo en ese momento. Esa corriente llega a un clímax de explosión de belleza e inteligencia y luego comienza a decaer porque ya viene otra corriente", explica.
Los Jesuitas eran artistas de todo tipo; grandes músicos, pintores, ebanistas, todo tipo de gente. "En el Archivo de Indias de Sevilla existen crónicas de la época que señalan cómo venían, qué cosas tenían derecho a traer, cuántos sirvientes podían tener. Ya venían con el espíritu barroco en el clímax de Europa. Entonces en América comienza al revés, como una gran explosión que va a ir decayendo".
La restauradora precisa que de los indígenas muchos dicen ser "copistas". Sin embargo, ella sostiene: "No creo que sean copistas, lo que pasa es que estaban influenciados... Las figuras que veían en los españoles, en los libros de misa, estampas que venían de Europa, los elementos religiosos de las iglesias los impresionaban. Ellos miraban y emulaban porque eran artesanos. Lo que yo llamo mano de obra local, pero entiéndase que hablamos no del europeo que viene aquí, sino del local, el que nace en un sitio".
Es así que surgieron indígenas que se destacaron en sus tallas jesuíticas, pues trabajaban en los talleres donde captaron la explosión, el movimiento y el colorido que se puede apreciar hoy en la colección Latourrette Bó.
Otra joya jesuítica del museo es el San Pedro de las Lágrimas, obra del hermano Giuseppe Brasanelli (1659-1728) que era un gran artista. La talla en madera es de fines del siglo XVII y presenta a un hombre vestido en túnica y amplio manto magistralmente realizado. Constituye un prototipo, un modelo realizado por Brasanelli en el que se basaron sus alumnos para realizar las demás obras similares, una de las cuales está en el Museo de Santa María de Fe.
Varios méritos logrados
Rodríguez Cubero destaca la labor de mecenazgo de Nicolás Latourrette Bó que empezó su colección a los 14 años y que ha sido nombrado "hijo dilecto de la ciudad de Asunción" en el 2007.
"Este museo es una envidia en Paraguay y en cualquier parte del mundo pues es único en su género. Uno similar solamente lo había encontrado en Valladolid (España), por la organización, el cuidado y las piezas valiosas que componen la colección", concluye Estela Rodríguez Cubero.
El Museo de Arte Sacro ha sido declarado de interés turístico nacional, de interés cultural y de interés municipal, méritos que se ha ganado desde su apertura hace un año. Se puede visitar de martes a domingos de 09:00 a 18:00. Los paraguayos pueden acceder gratuitamente.
1- El Museo de Arte Sacro (www.museodeartesacro.com) abrió sus puertas hace exactamente un año, el 24 de marzo de 2010. Es el primero en su género abierto en el siglo XXI y está ubicado en Manuel Domínguez esq. Paraguarí.
2- "Las tallas no solamente nos remiten al arte, sino también a la sociología, a la economía, a la historia del país, porque no son otra cosa que la expresión genuina del pensamiento y el sentir de la gente que está viviendo ese momento".
3- La sede de la Fundación y Museo es la "Villa Lina". Presenta aspectos estéticos de las villas italianizantes del siglo XIX. Habría sido proyectada por el Arq. Alejandro Ravizza y fue restaurada y acondicionada para museo en el 2008.
La experta tuvo a su cargo la restauración de casi todas las imágenes expuestas en el museo, propiedad de la Fundación Nicolás Darío Latourrette Bó. La colección se compone de tallas de origen franciscano, jesuítico y popular de la época y la denominación genérica de barroco hispano-guaraní corresponde a Josefina Plá, aunque también podría decirse un "barroco paraguayo", arte colonial paraguayo o de las misiones, que comienza con los franciscanos.
"Ellos (los franciscanos) son los que vinieron primeramente y produjeron un arte muy importante, lejos de toda pretensión de hacer arte, hacían las tallas de acuerdo a su espíritu de pobreza, de sensibilidad, de sinceridad", sostiene Rodríguez Cubero y como ejemplo de pieza franciscana muestra el Cristo de la Columna, producto del arte misionero, hecho por una persona que tenía poco conocimiento de la anatomía, pero que sí pudo captar el espíritu de la expresión más sublime, del Cristo humillado, y lo hace realmente impresionado.
Los franciscanos eran seres simples, como cualquiera de nosotros y hacían su trabajo sin pretender hacer algo complejo, con toda sinceridad. No eran artistas.
Los jesuitas
Luego aparecen los Jesuitas y la diferencia precisamente está en lo señalado más arriba. Estos vienen en otro contexto, con amplios conocimientos, y sus tallas resultan con un mayor acabado, más detalles y más decoración. Esto también se facilitó porque el indígena que participaba en los talleres en cierto sentido eran también barrocos y aceptaban con gusto el colorido.
Los Jesuitas respondían también estrictamente a toda una época. Las corrientes europeas llegaban en forma muy retrasada al Paraguay pues estamos hablando de fines del siglo XVII y comienzos del XVIII (1700 en adelante) cuando los medios de transporte eran barquitos, cáscaras de nueces que debían reabastecerse en Río de Janeiro, seguir a Buenos Aires y de allí otros 1.500 kilómetros hasta el Paraguay.
"El barroco en España estaba floreciente en el siglo XVII, ya estaba en la cima de la expresión. En cambio, aquí hablamos del barroco recién en el siglo XVIII. Es decir, cuando el barroco ya se va diluyendo en Europa en América está subiendo hacia un pico de estilos artísticos que no son más que los sentimientos de un pueblo en ese momento. Esa corriente llega a un clímax de explosión de belleza e inteligencia y luego comienza a decaer porque ya viene otra corriente", explica.
Los Jesuitas eran artistas de todo tipo; grandes músicos, pintores, ebanistas, todo tipo de gente. "En el Archivo de Indias de Sevilla existen crónicas de la época que señalan cómo venían, qué cosas tenían derecho a traer, cuántos sirvientes podían tener. Ya venían con el espíritu barroco en el clímax de Europa. Entonces en América comienza al revés, como una gran explosión que va a ir decayendo".
La restauradora precisa que de los indígenas muchos dicen ser "copistas". Sin embargo, ella sostiene: "No creo que sean copistas, lo que pasa es que estaban influenciados... Las figuras que veían en los españoles, en los libros de misa, estampas que venían de Europa, los elementos religiosos de las iglesias los impresionaban. Ellos miraban y emulaban porque eran artesanos. Lo que yo llamo mano de obra local, pero entiéndase que hablamos no del europeo que viene aquí, sino del local, el que nace en un sitio".
Es así que surgieron indígenas que se destacaron en sus tallas jesuíticas, pues trabajaban en los talleres donde captaron la explosión, el movimiento y el colorido que se puede apreciar hoy en la colección Latourrette Bó.
Otra joya jesuítica del museo es el San Pedro de las Lágrimas, obra del hermano Giuseppe Brasanelli (1659-1728) que era un gran artista. La talla en madera es de fines del siglo XVII y presenta a un hombre vestido en túnica y amplio manto magistralmente realizado. Constituye un prototipo, un modelo realizado por Brasanelli en el que se basaron sus alumnos para realizar las demás obras similares, una de las cuales está en el Museo de Santa María de Fe.
Varios méritos logrados
Rodríguez Cubero destaca la labor de mecenazgo de Nicolás Latourrette Bó que empezó su colección a los 14 años y que ha sido nombrado "hijo dilecto de la ciudad de Asunción" en el 2007.
"Este museo es una envidia en Paraguay y en cualquier parte del mundo pues es único en su género. Uno similar solamente lo había encontrado en Valladolid (España), por la organización, el cuidado y las piezas valiosas que componen la colección", concluye Estela Rodríguez Cubero.
El Museo de Arte Sacro ha sido declarado de interés turístico nacional, de interés cultural y de interés municipal, méritos que se ha ganado desde su apertura hace un año. Se puede visitar de martes a domingos de 09:00 a 18:00. Los paraguayos pueden acceder gratuitamente.
1- El Museo de Arte Sacro (www.museodeartesacro.com) abrió sus puertas hace exactamente un año, el 24 de marzo de 2010. Es el primero en su género abierto en el siglo XXI y está ubicado en Manuel Domínguez esq. Paraguarí.
2- "Las tallas no solamente nos remiten al arte, sino también a la sociología, a la economía, a la historia del país, porque no son otra cosa que la expresión genuina del pensamiento y el sentir de la gente que está viviendo ese momento".
3- La sede de la Fundación y Museo es la "Villa Lina". Presenta aspectos estéticos de las villas italianizantes del siglo XIX. Habría sido proyectada por el Arq. Alejandro Ravizza y fue restaurada y acondicionada para museo en el 2008.