El impacto de la globalización

Publicamos aquí la segunda entrega de nuestra traducción del resumen ejecutivo del informe "Mapping the Global Future", elaborado por el Consejo Nacional de Inteligencia, organismo de estudios de largo plazo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos. Según estos expertos, que se reunieron para discutir y reflexionar sobre el tema con especialistas de todo el mundo, es muy poco probable que se detenga el proceso de globalización, que de aquí a 2020 tenderá a tener un carácter más asiático y menos occidental. Los países con más chances de progresar serán aquellos que sepan incorporar y adaptar nuevas tecnologías, para lo cual cumplirán un rol cada vez más relevante las corporaciones multinacionales.

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Vemos la globalización -creciente interconectividad reflejada en expandidos flujos de información, tecnología, capital, bienes, servicios y gente a lo largo del mundo- como una "mega-tendencia", una fuerza ubicua que moldeará sustancialmente todas las otras grandes tendencias en el mundo de 2020. Pero el futuro de la globalización no es fijo; actores estatales y no estatales -incluyendo tanto compañías privadas como ONGs- lucharán por delinear sus contornos. Algunos aspectos de la globalización -como la creciente interconectividad global que aflora de la revolución de la tecnología de la información (TI)- casi con certeza será irresistible. Pero también es posible, aunque improbable, que el proceso de globalización se desacelere o incluso se detenga, así como la era de globalización de fines del siglo 19 y principios del 20 fue revertida por una catastrófica guerra y una depresión global.

Dejando de lado semejante giro de los eventos, la economía mundial probablemente continuará creciendo de manera impresionante: para 2020, se proyecta que será alrededor del 80 por ciento mayor de lo que era en 2000, y que el promedio del ingreso per cápita será aproximadamente 50 por ciento más alto. Por supuesto, habrá cíclicos altos y bajos y periódicas crisis financieras y de otra clase, pero esta básica trayectoria de crecimiento tiene un poderoso impulso detrás. La mayoría de los países alrededor del mundo, tanto los desarrollados como los en vías de desarrollo, se beneficiarán con ganancias de la economía mundial. Por tener los mercados que crecen más rápidamente, más firmas convirtiéndose en multinacionales de clase mundial, y una mayor estatura en ciencia y tecnología, Asia parece preparada para desplazar a países occidentales como el foco del dinamismo económico internacional -siempre que el rápido crecimiento económico de Asia continúe.

Sin embargo, los beneficios de la globalización no serán globales. Las potencias en alza verán la explotación de las oportunidades presentadas por el mercado global emergente como la mejor forma de consolidar su estatus de gran potencia en el escenario mundial. En contraste, algunos que ahora están en el "Primer Mundo" podrían ver el estrechamiento de la brecha con China e India, y otros, como evidencia de una declinación relativa, aun cuando las potencias más antiguas probablemente seguirán siendo líderes en 2020. Los Estados Unidos, también, verán su posición de poder relativo erosionado, aunque permanecerá en 2020 como el país individualmente más importante en términos de poder en cualquiera de sus dimensiones. Aquellos que sean dejados atrás en el mundo en desarrollo podrían resentirse por el ascenso de China e India, especialmente si se sienten comprimidos por su creciente dominio en sectores clave del mercado global. Y más bolsones de pobreza persistirán incluso en los países "ganadores".

Los mayores beneficios de la globalización se concentrarán en los países y grupos que puedan acceder y adoptar nuevas tecnologías. De hecho, el nivel de los logros tecnológicos de una nación generalmente será definido en términos de su inversión en integrar y aplicar las nuevas, globalmente disponibles tecnologías -si las tecnologías son adquiridas a través de la propia base de investigación del país o de los líderes tecnológicos. El creciente flujo de ida y vuelta de cerebros "high-tech" entre el mundo en desarrollo y Occidente, el progresivo tamaño de la fuerza laboral alfabetizada en información computarizada en algunos países en desarrollo, y esfuerzos por parte de corporaciones globales por diversificar sus operaciones high-tech impulsarán la expansión de nuevas tecnologías. Revoluciones de la alta tecnología -por ejemplo, en organismos genéticamente modificados y en el incremento de la producción de alimentos- podrían proporcionar una red de seguridad que elimine la amenaza del hambre y mejore la calidad básica de vida en los países pobres. Pero la brecha entre "los que tienen" y "los que no tienen" se ampliará, a menos que los países que no tienen persigan políticas que apoyen la aplicación de nuevas tecnologías -tales como buen gobierno, educación universal y reformas de mercado.

Aquellos países que persigan tales políticas podrían dar saltos de rana por encima de las etapas del desarrollo, transponiendo fases que otros líderes high-tech, tales como Estados Unidos y Europa, tuvieron que atravesar para poder avanzar. China e India están bien posicionadas para convertirse en líderes tecnológicas, y aun los países más pobres serán capaces de utilizar prolíficas y baratas tecnologías para alimentar -aunque a un ritmo menor- su propio desarrollo.

Más firmas se harán globales, y aquellas que operan en la arena global serán más diversas, tanto en tamaño como en origen, con orientación más asiática y menos occidental. Tales corporaciones, al compás de las actuales grandes multinacionales, estarán cada vez más fuera del control de cualquier estado y serán agentes cruciales de cambio en la difusión de tecnología y la integración de la economía mundial, así como en promover el progreso del mundo en desarrollo. Su posicionamiento incluirá un creciente número de bases en países tales como China, India o Brasil. Aunque América del Norte, Japón y Europa podrían colectivamente continuar dominando la política internacional y las instituciones financieras, la globalización irá adquiriendo cada vez más un carácter no-occidental. Para 2020, la globalización podría estar ligada en la mente popular a una Asia en crecimiento, reemplazando a su actual asociación con la americanización.

Una economía global en expansión incrementará la demanda por muchas materias primas, como petróleo. El total de energía consumida probablemente crecerá en alrededor del 50 por ciento en las próximas dos décadas, en comparación con el 34 por ciento en el período 1980-2000, con una mayor proporción conformada por el petróleo. La mayoría de los expertos evalúa que con sustanciales inversiones en nueva capacidad, el abastecimiento general de energía será suficiente para cubrir la demanda global. Pero, del lado de la oferta, muchas de las áreas -el Mar Caspio, Venezuela y Africa Occidental- que están siendo contadas para proveer una mayor producción encierran un sustancial riesgo político o económico. Proveedores tradicionales en el Medio Oriente son también crecientemente inestables. Por lo tanto, una más aguda competencia por recursos dirigida por la demanda, tal vez acompañada por una gran perturbación de la oferta de petróleo, está entre las incertidumbres cruciales.

LA CARRERA TECNOLÓGICA

- La próxima revolución esperada en alta tecnología, relacionada con la convergencia de la nanotecnología, la biotecnología, las tecnologías de la información y de los materiales, podría impulsar aun más los prospectos de China e India. Ambos países están invirtiendo en investigación básica en estos campos y están bien ubicados para ser líderes en un número de áreas clave. Europa corre el riesgo de quedarse atrás de Asia en algunas de estas tecnologías. Los Estados Unidos están todavía en la posición de mantener la punta, aunque tendrán que competir más y más con Asia para retener su liderazgo y podrían perder terreno significativo en algunos sectores.

COMPETENCIA ENERGÉTICA

- Las crecientes necesidades de energía de China e India, y otros países en desarrollo, sugieren que tendrán una mayor preocupación en este campo, lo cual moldeará sus políticas internacionales.

- Para Europa, una progresiva preferencia por el gas natural podría reforzar relaciones regionales -como con Rusia o Africa del Norte- dada la interdependencia de los gasoductos.

Mañana: Nuevos desafíos para los gobiernos.
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