El hombre que diseñó cómo domar al furioso río Paraná

Paul J. Folberth fue uno de los ingenieros que diseñó Itaipú hace 40 años. Descendiente de teutones, nacido en Transilvania (Rumania), a sus 88 años volvió al Paraguay esta semana para participar de un programa oficial que celebró el acontecimiento. Se encontró con algunos de sus excamaradas, aquellos que realizaron infinitos cálculos para terminar domando al furioso río Paraná y hacer posible la monumental obra. En esta entrevista cuenta su rica historia personal y relata curiosas anécdotas de su experiencia en nuestro país.

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– ¿Qué es lo que más recuerda de su participación en la construcción de la represa?

–La tensión que hubo en el tema del canal de desvío. Fue tremenda. Requería de una coordinación en los más mínimos detalles. Fue un trabajo muy delicado que requirió de un diseño con cálculos muy precisos. Había tensión en el personal, en las familias, en las autoridades. En Paraguay y Brasil se vio el espectáculo que se transmitió en directo por televisión. Felizmente salió todo bien, una belleza...

–¿Había temor de fracaso?

–Había una tensión. La gente que observaba estaba como a 200 metros de la explosión (más conocida como voladura en 1983). Fue algo imponente. Yo estudié mucho sobre catástrofes. En el cierre del canal de desvío es donde se producen. Yo arreglé con el jefe de la obra para no estar presente en el sitio de obras. Estuve en la oficina por si pasara algo. Quería estar cerca de los documentos para decidir inmediatamente con base en los planos si aparecía alguna contingencia.

–¿Cuál era la principal posibilidad de catástrofe?

–Que una compuerta se tranque y que no se la pueda mover. No se puede parar el flujo ni sacar la compuerta. El agua represada baja con mucha fuerza. El Paraná tiene una correntada muy fuerte.

–¿De dónde es usted?

–Soy de Transilvania. El pueblo donde nací, Medias, está a 50 km del castillo del famoso Conde Drácula. Somos alemanes teutones, descendientes de los que llegaron en 1120, 400 años antes del Descubrimiento de América. Eramos alemanes en un ambiente húngaro-rumano. Mi abuelo, mi papá y yo nacimos en el mismo lugar pero en un país distinto.

–¿Cómo es eso?

–Cuando mi abuelo nació, Transilvania era parte de Hungría. Cuando nació mi padre era parte del imperio Austro-Húngaro. Cuando nací yo, Transilvania era parte de Rumania. La escuela era alemana pero como éramos parte de Rumania teníamos que aprendernos también el rumano; el idioma húngaro también para hablar con las empleadas. Nuestro dialecto es de Luxemburgo.

–Políglotas (conocedores de varios idiomas) de nacimiento.

–Sí. Tanto es así que a esta altura de mi vida comprendo perfectamente 10 idiomas. En la Segunda Guerra Mundial los jóvenes alemanes de Transilvania nos alistamos en el Ejército. Tenía 19 años. Tuve la suerte de saber volar planeadores (aviones pequeños). Entré en la Fuerza Aérea. Volé muy poco porque ya no había gasolina y me mandaron a la Infantería en el frente ruso. Estuve en el retiro de Polonia a Berlín donde me arrestaron las tropas rusas. Estando en un campamento de prisioneros se seleccionó a los que irían a Siberia. Me salvé porque apenas tenía 35 kilos. La médica rusa me dijo que “no servía para nada” y quedé libre.

–¿Cómo se hizo ingeniero?

–Rumania cayó en manos comunistas. Había 39 Folberth en el país, dedicados a la producción de cuero, pieles y zapatería. Un día llegó un miembro del buró del Partido y planteó lo siguiente: si ustedes quieren seguir en Rumania sus empresas serán confiscadas. Si se quieren ir, se les facilitará pasaportes, pero a cambio de la transferencia de sus bienes a nombre del jefe del Partido. De ahí, los Folberth se dispersaron por el mundo.

–Ya no volvió a su casa...

–No había razón de regresar a Rumania ocupada por los soviéticos. Mis padres salieron en 1947 y se establecieron en Austria.

–¿Cómo sobrevivió la posguerra?

–Primero trabajé en el campo. La gente me pagaba con alimentos. Cuando me recuperé bien tuve oportunidad de seguir la universidad en (la ciudad de) Karlsruhe (frontera con Francia), en el departamento de Baden, cerca del río Rhin. Estudié ingeniería hidráulica. Al terminar mis estudios de ocho semestres emigré a Canadá. Encontré trabajo a las tres semanas como dibujante, más tarde como ingeniero. Hice un posgrado. Allá formé parte de una sociedad de ingenieros llamada Anillo de Hierro. Los miembros de esa sociedad nos juramos mantener nuestra conducta dentro de un código de ética y de honor. Durante toda mi vida profesional me he ajustado a ese juramento que firmé en Toronto, el 10 de octubre de 1954.

–¿Cómo llegó a Itaipú?

–A mi esposa colombiana, Libia (presente en la entrevista) no le gustaba el frío de Canadá. Yo pedí que me mandaran a un país tropical para complacerla. Había otro proyecto en El Salvador. Finalmente vine a Itaipú...

Estuve como subdirector de ingeniería del proyecto entre 1975 y 1978, como asistente del interventor entre 1979 y 1983. Después me mandaron como jefe del departamento técnico en la zona de obras en Yacyretá, donde estuve cinco años. De ahí salté a la República Dominicana por tres años, luego en Estados Unidos seis años, Carolina del Norte, otros dos años. Me llamaron de México para diseñar el vertedero más grande de México en Sinaloa. Fueron unas 30 represas.

–¿Es cierto que tuvo una experiencia en el Canal de Panamá también?

–Recibí la oferta de una compañía que había trabajado en Itaipú. Era para preparar una oferta para construir la ampliación del Canal. Salimos segundos, después de los italianos y españoles que ganaron la licitación. Cotizamos exactamente el precio que ellos hoy demandan de Panamá.

–Cotizaron más bajo y ahora tienen problemas...

–Ellos cotizaron tremendamente bajo. No sé cómo harán. Quieren subir el precio y Panamá dice: “cumplan el contrato que firmaron”. El consorcio que me contrató hizo una oferta de alrededor de 4.000 millones de dólares. La de ellos fue de 3.3 mil millones. Recién ahora piden 4.000 millones, lo que nosotros cotizamos. Panamá no quiere pagarlos.

Es lógico pensar que los precios los pusieron bajos para que se los seleccione a ellos...

–Y después sobrepreciarlo con el tiempo, como es clásico..

–Panamá cayó en la trampa. La empresa contratista no tiene dinero. No le alcanza. Vaya a saber en qué va a terminar esto...

–¿Usted ganó mucho dinero construyendo represas?

–No. Creo que he ganado suficiente...

–Aquí hay ingenieros que se volvieron muy ricos...

–Yo no me considero rico. He llevado una vida normal...

–Pero ¿escuchó hablar de algunos colegas? Uno llegó a ser Presidente (Wasmosy)...

–Habrá ingenieros que se hicieron ricos, habrá pobres. Hay contratistas que se vuelven ricos. Hay otros que no...

(interviene su esposa Libia) Voy a ser un poco indiscreta. En un país cuyo nombre no voy a decir, Paul renunció porque vio que no eran honestos en la construcción de la obra. No ponían suficiente arena, o cemento. Me dijo un día: “nos vamos de aquí”. Tenía contrato firmado. No alcanzamos los dos años.

–¿Ahorraban material?

–Sí. Le dijo al dueño de la obra: “No voy a dañar mi nombre aquí”. La represa está ubicada en un lugar de terremotos. Si hay un terremoto fuerte o hay un desborde de río... Hay un pueblo de 500.000 habitantes aguas abajo. Eso ya pasó en Italia. Hay muchos desastres naturales, fenómenos no naturales también. A veces se hacen por orgullo...

–¿Por ejemplo?

–Pasó en Italia. Murieron 2000 personas. Yo estuve envuelto en el estudio de esa catástrofe para investigar por qué pasó. Ocurrió en 1963 en la presa de Vajont, más conocida como “el Titanic de las represas” (http://www.jotdown.es/2012/06/vajont-el-titanic-de-las-presas/)

Del pueblo de Longarone, aguas abajo, no quedaron ni escombros. El agua arrasó. Se sabía de los riesgos pero la obra continuó por orgullo. Para el desvío de Itaipú donde estuve no solo como coordinador sino como diseñador de la obra del cierre del río, la primera cosa que hice fue estudiar catástrofes: hubo una en Pakistán, otra en India, en EE.UU. Está la de Guri en Venezuela, donde afortunadamente no murió nadie. De todas las catástrofes aprendimos a diseñar una forma para que eso no ocurra.

–¿La hidroeléctrica es la alternativa más limpia, ventajosa para tener energía? ¿Cuál es la menos riesgosa, dañina para el hombre, para la naturaleza?

–Todo tiene su límite. Yo creo que se construyen represas en todos los ríos que son apropiados para estas obras. Hay riesgo de catástrofes. Se trata de evitarlos. Yo no soy amigo de las plantas nucleares. Felizmente Alemania quiere deshacerse de ellas.

–Argentina quiere construir una aquí, cerca de Asunción...

–No me explico. Argentina tiene tantos ríos... La planta atómica es peligrosa...

–¿Y la energía eólica (producida por el viento)?

–Lo que han hecho en Alemania es muy bueno pero es feo. Si se hace en el Sahara no me importa, pero si hacen en un ambiente lindo, destruye la visual (bromea).

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