Un testimonio bibliográfico refiere que aquel 1 de marzo de 1870, "el mayor José Simeão de Oliveira, que precedía al general João Antonio Correia da Cámara, va llegando con un piquete, reconoce al fugitivo (López) al que acompañan algunos paraguayos, y grita a un sargento:
La vae o López! Atire! Faca fogo! (¡Ahí va López! ¡Dispare! ¡Haga fuego!). El subalterno lleva la carabina Spencer a la cara y aprieta el gatillo varias veces. Uno de los jinetes enemigos liberado del entrevero en que huía con el dictador cae al charco pesadamente, con la espalda sangrando. Era el ministro Caminos.
¡Mariscal! -continúa Cámara - ¡Soy el general brasileño que comanda estas fuerzas. Ríndase, que le garantizo su vida! ¡Ríndase!.
(Cámara) Salta al riacho y se aproxima al grupo de militares brasileños que rodea a López.
La voz del Supremo, ronca, retumba por última vez en la tierra paraguaya, pronunciando una frase de antología:
¡Muero con mi patria y con mi espada en la mano!.
Y su brazo, extendido como un muelle, procura ensartar al general, que se aparta y ordena:
Desarmem este homem! (Desarmen a este hombre!) (En un testimonio primero, el mismo Cámara escribió que dijo ¡Maten a ese hombre!.
...suelta al final su arma, cuya punta se partirá, y que un soldado tomará. Un riograndense, João Soares, aprieta el caño de su carabina Spencer en la espalda de López y le da el tiro de gracia.
Así terminaba una época de la historia paraguaya, y nacía, todavía incierto, un nuevo país.
EL ARMA ASESINA
De acuerdo a este testimonio -y otros existentes en archivos brasileños -, el que ultimó a López no fue el soldado Chico Diablo, sino el jinete João Soares, de Río Grande, y lo hizo empleando un arma que se había distribuido ampliamente en la caballería brasileña desde 1867: la carabina norteamericana Spencer.
Puede afirmarse, sin equívocos, que esta fue el arma más moderna que se empleó en la Guerra de la Triple Alianza. La llamada Guerra del 70, por sus características, fue considerada, junto con la Guerra de Secesión Norteamericana (1861-1865), como la última guerra antigua y la primera guerra moderna. En ambos conflictos se utilizaron aún los fusiles que se habían empleado en las guerras napoleónicas de 1805, pesados e imprecisos mosquetes de chispa cuyas enormes balas esféricas apenas alcanzaban ¡80 metros! El soldado principalmente recurría a la bayoneta, empleando su fusil como si fuese una lanza.
Así estaba armada la gran mayoría de las tropas paraguayas.
INNOVACIÓN BÉLICA
La guerra civil de Estados Unidos había introducido la nueva tecnología al arte de la guerra. Una de estas innovaciones fue el fusil de repetición, con cartuchos metálicos, inventado por Christopher Miner Spencer en 1860.
Este, consciente de la validez de su invento, visitó personalmente al presidente Lincoln para convencerlo de adquirir su fusil, y este, después de efectuar varios disparos, quedó muy satisfecho con el arma. Lincoln intercedió personalmente ante los extremadamente conservadores mandos militares, apegados a las tácticas napoleónicas y consiguió que el Spencer fuese adquirido.
MORTAL EFECTIVIDAD
Al enterarse el general Caxías, comandante general de las fuerzas aliadas en operaciones en el Paraguay, sobre esta prometedora arma, solicitó el Imperio su adquisición inmediata.
Para 1867 llegaron las primeras partidas al teatro de operaciones y armaron a la caballería brasileña, que al poco tiempo obtuvo alentadores resultados como lo indican estos testimonios:
En el combate de San Solano, el 6 de setiembre de 1868, un grupo de jinetes, apenas 57, armados con carabinas Spencer, resistieron a una fuerza de casi 500 hombres de la caballería paraguaya, en cuyas filas hicieron destrozos, y sostuvieron el ataque hasta la llegada de refuerzos.
En el combate de Isla Tayi, el 3 de octubre de 1867, y en el de Tatayibá, el 21 del mismo mes, que fue un ataque bien combinado para destruir a la caballería paraguaya, nuestras carabinas Spencer obtuvieron maravillosos resultados con sus rápidos y mortíferos tiros, y derrotaron completamente al enemigo, que nunca consiguió hacer una sola carga, como afirmaran algunos de sus oficiales tomados prisioneros.
Así esta arma pronto dotó a la caballería imperial de una enorme potencia de fuego que pudo rápidamente superar a la brava, pero pobremente equipada caballería paraguaya.
Por supuesto, en la campaña final de las Cordilleras, mayoritariamente conducida por la caballería brasileña, esta fue el arma principal, de ahí que fuese empleada en la batalla de Cerro Corá.
Hoy día existe un ejemplar de esta arma en el museo Monseñor Juan Sinforiano Bogarín, que fue donada a este prelado en la época posterior a la Guerra Grande.