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Para desgracia de los políticos, existen los archivos –aunque también la quema de archivos, cuyos autores ya saben quiénes son– para que el público pueda recordar todas las promesas (mentiras a sabiendas) que hicieron para conseguir votos, y una vez en el poder se olvidan.
En realidad no se olvidan, saben que cuanto mayor es la mentira, menor es la capacidad mental del público de reaccionar. Y las mentiras se convierten después en actos deshonestos. O sea que la mentira es la base de la corrupción.
El papa Francisco se dio cuenta de esto y cuando vino de visita a nuestro país les dijo al presidente y a todos los demás políticos cordial y diplomáticamente “en su cara”: Qué mentiroso que sos.