Descendientes de López reclamarán propiedad del Palacio

Sixto Rubens Cáceres Ocampos, familiar de descendientes de Francisco Solano López, revive pasajes de la guerra en una obra que lanzará este viernes y remarca el protagonismo de Inglaterra en la contienda que destruyó al Paraguay en el siglo XIX. En esta entrevista, el autor considera arbitraria la reciente titulación a favor del Estado del Palacio de López sin consulta con los descendientes. Dice que esto va a traer cola.

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–¿De qué se trata “Exterminio en el Corazón de América”?

–Es un relato condensado en 400 páginas de pasajes de la guerra, algunos muy poco señalados por los historiadores o que no se animaron a develar, especialmente la invasión de Asunción y la persecución a López con su secuela de exterminio a manos de los aliados. El acto de presentación es este viernes a las 20:00, en Montevideo 173 casi Benjamín Constant, Edificio Boquerón 4º. Piso, sede del Centro de Despachantes de Aduana.

–¿Qué hechos de la Guerra se trata de esconder?

–Solo los especialistas o los muy leídos recuerdan que en 1869, el gobierno provisorio, lo primero que hizo fue proscribir el nombre de López y confiscar todos sus bienes y los de su familia. “El desnaturalizado paraguayo Francisco Solano López queda fuera de la ley y arrojado para siempre del suelo paraguayo como asesino de su patria y enemigo del género humano”, decía el decreto.

–Era prácticamente un gobierno paralelo, porque López seguía con vida.

–Sí, y en su persecución, los invasores cometieron terribles crímenes, además de violar niñas. Incendiaron el país. Los supuestos reconstructores de la Patria nunca reclamaron. Los prisioneros fueron vendidos como esclavos al Brasil y los del gobierno títere ni se preocuparon en pedir su liberación.

–Lo demonizaron, pero dicen que López tampoco fue ángel.

–No fue ni ángel ni demonio. Hay que analizar sus actos, antes y durante la Guerra y el porqué de sus acciones. Era un estadista de la época. Era el siglo XIX. No había Ginebra ni Naciones Unidas. En lo que todos coinciden es que Paraguay era el más próspero de la región con un prestigio sin igual.

–¿Por qué se vinieron contra el Paraguay, entonces?

–Por una cuestión de negocios, sobre todo de Inglaterra. Paraguay tenía el mejor algodón de la región. Inglaterra compraba materia prima de Brasil y Argentina –no del Paraguay– a bajo precio. Compraba lana y hueso de Argentina, un país destrozado en su economía y las guerras civiles. Compraba a precio vil el café de Brasil. Paraguay era el primer exportador de yerba mate, el segundo de algodón después de los confederados del sur de Estados Unidos. Nuestra madera tenía un precio muy elevado. Tenía la mejor cotización de tabaco en Europa. Había mucha curiosidad por el oro de los jesuitas. Se decía que en Paraguay se guardaba el famoso oro del Perú. El Paraguay tenía dinero. López se compró la Cañonera Tacuarí, un barco de última generación, por 30.000 libras esterlinas. Brasil tenía 15.

–Los antilopiztas dicen que a López le traicionó su ambición imperialista.

–No es así. En 1860 gana Lincoln en Estados Unidos. Abolió la esclavitud. Los 11 estados del sur, por nada, explotaban a los esclavos. Inglaterra se abastecía de ellos. Con la Guerra de Secesión, Inglaterra invierte por los estados del sur 160 millones de dólares. Nunca recuperó. La derrota golpeó su economía... La banca Rothschild tenía su filial en Brasil, el banco Mauá. En Argentina estaba el Baring y el Banco de Londres. Ellos recomendaron que se trate con López. Ahí apareció el famoso Edward Thorton, un embajador itinerante de Inglaterra y de los bancos. López le dijo el precio y Thorton dijo que era muy caro. La diferencia con los estados del sur de Estados Unidos era que aquí había agricultores y allá esclavos. Los ingleses se enojaron.

–El algodón.

–Fue uno de los factores de la Guerra. Ellos llegaron a financiar el Ejército de Urquiza a través del marqués de Mauá, el portugués que representaba a Rothschild.

–¿Por qué Urquiza?

–Tenía un gran ejército a su cargo. No querían que pelee al lado del Paraguay. En 1852, en la Batalla de Caseros se alió con Brasil para derrocar a Juan Manuel de Rosas. Entre los “patacones” y los compatriotas, prefería los “patacones”. Era uno de los hombres más ricos y poderosos de la Argentina. Él permitió que los brasileros llegaran a Buenos Aires.

–¿Siempre hubo esa rivalidad entre Argentina y Brasil?

–En la Batalla de Ituzaingó (1827), cerca del Río Grande y el Uruguay, ganaron los argentinos. Ellos desfilaron en territorio brasileño. Los brasileros se desquitaron en 1852. Desfilaron sobre Buenos Aires. A partir de ahí ya se tramaba la invasión al Paraguay. Brasil quería transitar con sus barcos por el río Paraguay para exportar su yerba mate del Mato Grosso. López le truncaba.

(Pero si vamos más atrás, ya en tiempos de los jesuitas los bandeirantes ya querían apoderarse del Paraguay con sus invasiones frecuentes)

La conspiración real empieza después de la Batalla de Paysandú (1864) en Uruguay. Venancio Flores derrota y derroca al presidente Berro, un amigo de López y del Paraguay con apoyo de Mitre y el emperador de Brasil. Lógicamente, López reacciona. Tenían un tratado de autodefensa. Cuando se dispone a socorrer a Berro, Mitre le prohíbe transitar por territorio argentino.

A López le declararon la guerra el 18 de junio de 1864. Firmaron esa declaración los ministros de Relaciones Exteriores de Brasil, Argentina y Uruguay Lamas, Flores y Castellano.

Fue un tratado de alianza leonino. Pasaron seis meses y López ya sabía de la existencia de ese documento. Inclusive ya circulaba en Europa. Por eso invadió Mato Grosso cinco meses después. Apresa y toma prisionero al Marqués de Olinda en aguas paraguayas. En abril del 1865 invade Corrientes.

–Ahí pisó el palito.

–El 1 de mayo del 1865 –11 meses después– se vuelve a firmar el mismo Tratado de la Triple Alianza del mismo tenor, pero con distintos firmantes: Elizalde de Argentina, Flores de Uruguay y Saraiva de Brasil.

El mismo Saraiva denunció 15 años más tarde que se firmó dos veces, indignado por las matanzas en el Paraguay, algo parecido a lo que están haciendo hoy en el Medio Oriente los del Estado Islámico. Los dos tratados se firmaron en presencia del inglés Thorton. Él transportaba a los cancilleres de Brasil, Argentina y Uruguay en su barco. El objetivo era destrozar al Paraguay. Cándido Bareiro ya denunciaba que barcos ingleses llevaban armas desde Amberes (Bélgica) hasta el Río de la Plata y que barcos ingleses transportaban tropas y armas desde Buenos Aires y de Río de Janeiro a Corrientes.

–¿Por qué López no paró la Guerra si ya sabía su destino?

–Se dio cuenta de esto en el 1866. Por eso promovió el encuentro con Mitre en Yataity Corá. Mitre le dijo ahí que Inglaterra estaba de por medio, que se quería quedar con su granero. En el fondo, a Argentina le envilecía el misterio del oro del Perú en Paraguay.

–¿Por qué no acabó antes?

–A fines del 1868, el marqués de Caxías, comandante de las tropas brasileras, le recomendó al emperador Pedro II que termine la Guerra. El emperador le contestó: “Ya sabré qué hacer”. Entonces, Pedro II llamó a su yerno, el Conde D’Eu y le dijo: “Vaya al Paraguay, destruya toda insurrrección y mate a todo niño mayor de 12 años”. Vino el Conde y cumplió tal cual le pidió Pedro II. Es la clara demostración de la actitud criminal del emperador y su Ejército.

–Asunción estaba ocupada.

–Sí, pero López no se rendía. En Piribebuy, el conde puso 20.000 hombres ante 1.500. Quemaron el hospital con todos los que estaban en su interior: médicos, enfermeras, heridos, familiares, mujeres y niños. Fue el 12 de agosto de 1869. Ocurrió ocho meses después de que Caxías le dijera al emperador que había que terminar la Guerra. El exterminio fue la consigna. En Argentina, Sarmiento decía que a los paraguayos “hay que matarlos en el vientre de su madre”.

En Acosta Ñu, Bernardino Caballero llegó a juntar entre 3.000 y 3.500 niños. Él les dijo. “Tienen dos opciones: correr y escapar al monte, morir de hambre o ser presa de las fieras, o esperar que vengan a matarlos. Si son tomados prisioneros serán atormentados. Entonces decidieron enfrentarlos.

–¿Cuántos sobrevivieron?

–Quedaron 700. Los propios aliados retrataron trágicas escenas de aquella batalla, por ejemplo, niños que se aferraban a los brazos y las piernas de los brasileros implorando que no les maten.

En medio de la tragedia hubo gestos altruistas, admirables de algunos aliados que merecen consideración. Había un lugarteniente de Urquiza, de apellido López Jordán. Urquiza le dijo: “Prepare el ejército. Nos vamos contra el Paraguay”. Él contestó: “El ejército entrerriano nunca irá contra el Paraguay, mi general. Si nos pide ir contra Buenos Aires o contra Brasil, ahí estaremos firmes, pero contra los paraguayos, nunca!”, palabras más palabras menos.

–¿Qué hizo Urquiza?

–Urquiza logró con su actitud el desbande de sus ocho mil hombres. Furioso, en represalia se puso a decapitar y asesinar a los que pudo. López Jordán también se fue. Urquiza se quedó sin ejército y acabó en su ley un mes después de morir López. Fue asesinado en su Palacio San José, en Entre Ríos.

Pero no solo a Urquiza favoreció López. Le salvó a Mitre cuando intermedió para que Buenos Aires firmara la paz con Urquiza en 1859. En Catamarca hay hasta ahora una placa en tributo a López. Es más, desfiló por las avenidas de Buenos Aires, le arrojaron flores a su paso. Le organizaron fiestas por haber sido el vehículo de la paz.

Patricio Escobar cuenta que en Yataity Corá, López evocó la trascendencia de lo ocurrido en 1859 porque Mitre se exponía a una derrota y quizás a una muerte segura ante Urquiza. Mitre le respondió a López. “No le puedo estar debiendo favores eternamente”.

El Mariscal sabía que los aliados terminarían invadiendo y someter al pillaje al país. Por eso se llevaron 15 carretas llenas de oro para enterrar por el camino. Dicen que los argentinos profanaban hasta las tumbas para buscar dientes de oro.

No solo Alberdi defendió con su pluma exquisita al Paraguay. También Varela, Guido Spano, José Hernández, el autor del Martín Fierro, Juan Manuel de Rosas.

–¿Qué hizo Rosas?

–Le obsequió la Espada del Libertador San Martín. Fue a través de una carta escrita el 17 de febrero de 1869 en su exilio de Inglaterra. López ya no pudo ver la carta, pero estaba todavía vivo. La hija de Rosas donó finalmente la Espada al gobierno de Buenos Aires. Hoy está en un museo.

–¿Por qué tardó tanto en ser reconocido López como héroe máximo del Paraguay?

–López fue proscripto hasta 1936. El coronel Rafael Franco, héroe de la Guerra del Chaco, exigió al Congreso que lo declare como el máximo héroe de nuestra nacionalidad. “Basta de bajar la cabeza ante Argentina y Brasil”, dijo el presidente Franco, aclamado por una multitud. El decreto de Franco derogó el de 1869 y restituyó a su familia todos sus bienes confiscados, entre ellos el Palacio de López.

–El Gobierno acaba de pasar la propiedad a nombre del Estado.

–El Palacio de Gobierno es un bien propio del Mariscal, una herencia de su padrino Lázaro Rojas. No se le puede confiscar.

 

–¿Una confiscación? ¿Acaso no prescribió?

–Lo que hizo el Gobierno fue una confiscación. Para los familiares descendientes de López fue una sorpresa lo que hizo el Presidente, seguramente muy mal aconsejado.

–¿Por qué una sorpresa?

–Porque ya el presidente (Fernando) Lugo invitó a la familia a conversar. El presidente Federico Franco hizo lo mismo. El mismo Horacio Cartes hizo lo mismo, pero, de repente, apareció con el título. Eso no se puede hacer y le puedo asegurar que eso va a traer cola.

holazar@abc.com.py

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