Democratizar los partidos

Ya es un debate recurrente el dilema que plantean los partidos políticos frente a los resultados de las expectativas democráticas: ¿asistimos al tramo final de la vida de los partidos políticos o tan solo presenciamos y soportamos otra etapa de crisis, de cambios o de replanteamientos de la forma de representación política o del tradicional rol de mediar entre la sociedad y el Estado. En Paraguay, tienen serios cuestionamientos y la pérdida de confianza hacia ellos arrastra a las instituciones, inclusive, por momentos al valor mismo de la democracia desde la percepción ciudadana.

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Durante un siglo, la ciudadanía paraguaya solo pudo hacer ejercicios políticos y electorales a través de los partidos Colorado y Liberal. La tercera fuerza, conformada por el Partido Revolucionario Febrerista, de origen cívico-militar –al igual que los anteriores– y que también va camino al centenario de fundación, nunca pudo desplazar al bipartidismo.

Tampoco pudieron hacerlo los partidos creados luego de la caída de la dictadura, como el Encuentro Nacional, liderado por Guillermo Caballero Vargas y Patria Querida, liderada por Pedro Fadul, los dos principales intentos de competir el posicionamiento de los partidos tradicionales. Menos aún la cantidad de pequeños partidos políticos creados con el afán de sus creadores de ocupar espacios en los poderes legislativo y municipal, aunque sea.

Todo parece indicar, sin embargo, en esta tercera ola de democratización, al decir del politólogo norteamericano Samuel Huntington, que la democracia está reclamando a gritos una mayor y decidida participación y compromiso ciudadanos para no retroceder, es decir para no caer en una nueva contra-ola (para usar sus mismos conceptos), que muchos pensadores ya dan como un hecho a estar por los indicadores y los componentes del tipo de democracia vigente en los distintos países.

En muchos países hay insatisfacción con respecto a los regímenes relativamente nuevos para ellos, luego de desechar regímenes autoritarios, generalmente de tipo militar.

Esas insatisfacciones tienen que ver con problemas reales, concretos y rutinarios de la sociedad, como la inseguridad ciudadana, la pobreza, la mala calidad de los servicios públicos, la falta de infraestructuras básicas, la corrupción de las autoridades y la narcopolítica.

Todos estos problemas están asociados a la gestión y decisiones que toman las personas elegidas en elecciones libres para gobernar y administrar los recursos en nombre de la población. Las administraciones gubernamentales de los poderes del Estado, más las gestiones en las Gobernaciones y Municipios durante la era posdictatorial estuvieron marcadas por hechos de corrupción que casi siempre terminan en situaciones de impunidad.

De esta manera, la representación política, la función pública y el liderazgo político se fueron degradando para convertirse en lo que es hoy: sinónimo de enriquecimiento ilícito de quienes los ejercen y el prejuicio de que hacer política es algo sucio.

Los partidos políticos dominantes se encargan de que este esquema funcione a la perfección y los instrumentos más idóneos para ello son las listas sábana, donde se eligen entre ellos, a espaldas de los afiliados, para luego protegerse mutuamente frente a la tímida acción de la justicia.

Los partidos no cambiarán su proceder, porque es así como conviene a sus “dueños”. Solo una fuerte y decidida reacción ciudadana al interior de los mismos puede frenar la llegada a nuestro país del fin de la tercera ola democratizadora, porque en estas condiciones más tarde o más temprano se impondrá la idea de volver al régimen de mano dura para gobernar o al populismo autoritario que terminó destruyendo la economía de algunos países del continente.

ebritez@abc.com.py

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