Cronología de la recuperación de la libertad

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La caída de la dictadura de Alfredo Stroessner

Su séptima reelección, el 14 de febrero de 1988, marcó el comienzo de la debacle de la dictadura stronista. Después vino a horadar sus cimientos el papa Juan Pablo II en mayo de ese mismo año. Su operación secreta de próstata entre agosto y setiembre lo retrató como un ser de carne y hueso. Asfixiado por los regímenes democráticos que se enseñorearon en la región, las conspiraciones se multiplicaron hasta desembocar en el golpe del 2 y 3 de febrero de 1989.

El 14 de febrero de 1988, el general Alfredo Stroessner obtenía su séptima reelección consecutiva para otro período de cinco años, a la edad de 75, y hacía 33 que se mantenía como el Único Líder. La junta electoral le adjudicó el 89% de los votos sobre un total de 1.400.000 empadronados. Era la última farsa eleccionaria que cometía para justificar su monopolio absoluto del poder.

“Democracia es esto: poner votos en las urnas y la mayoría gana y las minorías colaboran para hacer un buen Gobierno”, decía al pelotón de enviados especiales de la prensa extranjera que venía a retratar en toda su dimensión al último régimen autoritario de la región. En el Paraguay, la prensa crítica al Gobierno prácticamente había sido apagada.

Preguntado por las denuncias de fraude de los opositores prohibidos, respondió: “Esos pequeños grupos no representan a nadie. Mienten, dicen grandes mentiras. Van al extranjero a pedir ayuda y allá les dicen que vengan a buscar votos en el país”, expresaba antes de montarse en su Cadillac negro con su clásico sombrero panamá.

Los periodistas comentaban sobre su piel deteriorada, sus grandes manchas en la cara y las manos.

La visita del Papa, otro punto de inflexión

La visita del Papa fue otro punto de inflexión que contribuyó en forma decisiva en la declinación del poder del general.

Fue un acontecimiento histórico. Estuvo a punto de suspenderse. Los duros del régimen quisieron obligar al Vaticano a aceptar su agenda, pero el Pontífice lo rechazó.

El Gobierno se oponía a la realización del encuentro con los llamados “Constructores de la Sociedad” donde se pretendía incluir a políticos y dirigentes sociales pertenecientes a la “lista negra” de la policía política.

En su mensaje en el Palacio de Gobierno, el 16 de mayo, día de su llegada, el jefe de la Iglesia Católica fue claro sobre la necesidad de apertura política. “La Iglesia no se puede reducir a los templos”, dijo frente al Presidente y sus principales colaboradores.

A los obispos y disidentes les exhortó a promover el cambio sin derramamiento de sangre.

Después del 15 de agosto se instaló el nuevo embajador Timothy Towell, con instrucciones precisas de presión del Gobierno de Ronald Reagan. El diplomático no hablaba con funcionarios del régimen y se mostraba abiertamente con los políticos marginados por la dictadura.

Esa modalidad ya había sido instalada por el embajador Arthur Davis en la era Jimmy Carter en 1983, tiempo en el que empezaron a florecer los regímenes democráticos en Sudamérica.

Una cirugía que lo marcó como hombre de carne y hueso

Entre el 29 de agosto y el 10 de setiembre de 1988, Stroessner no apareció más en las fotos de tapa de los diarios que sobrevivían. ABC estaba clausurado, los semanarios El Pueblo (Partido Revolucionario Febrerista) y Sendero (perteneciente a la Iglesia Católica) también.

Se había operado de la próstata y prohibió cualquier comentario sobre el asunto. Desapareció del mapa sin ninguna explicación. Era la primera demostración en 35 años de su debilidad física. Ningún funcionario informó de su paradero.

Vox populi, de boca en boca corrió como reguero de pólvora la versión de su deceso. Cuando las voces se tornaron más insistentes, reapareció el 10 de setiembre en horas de la tarde en el Club Deportivo de Puerto Sajonia. Caminó despacio al lado de la barandilla con vista al río, algo que acostumbraba hacer de tanto en tanto en la conocida entidad.

Había sido dado del alta del Hospital Central del IPS. La prensa extranjera informaba pero a nivel local ningún medio se animaba a realizar comentario alguno de su convalecencia.

Testigos de la operación aseguraron que el general soportó la complicada cirugía con anestesia local. No permitió que lo durmieran por temor a una traición, lo cual retardó su restablecimiento pleno. Sin embargo, las conspiraciones se multiplicaron.

Los militares decidieron tomar el toro por las astas

El 11 de enero se produjo una reunión decisiva en el despacho del general Andrés Rodríguez en horas de la tarde. El mandamás de la Caballería anunció a sus cinco comandantes a los que llamaría “Carlos” (Carlos 1, Carlos 2, Carlos 3, Carlos 4 y Carlos 5)” lo que estaba determinado a hacer.

“El Presidente (Stroessner) está gravemente enfermo”, les dijo. “Se puede producir un desenlace en cualquier momento”.

También les expuso la situación geopolítica. “Estamos cercados por Estados Unidos (George Bush), Argentina (Raúl Alfonsín), Brasil (José Sarney) y Uruguay (Julio Sanguinetti). Todos están en contra de nuestro gobierno. Los bancos internacionales no aportan más créditos. El Banco Central está en rojo. Si nosotros no hacemos (el golpe), los que tomen el poder van a vaciar el país”. Se refería a los stronistas que proclamaban en ese entonces: “Después de Stroessner, otro Stroessner”, en alusión al hijo, el teniente coronel Gustavo.

Rodríguez, fuera de sí por el cierre de su casa de cambios “Guaraní”, dijo en su estilo firme y desafiante: “Yo decidí tomar el poder a partir de ahora. No quiero ninguna gota de sangre. Vamos a intimar rendición a las unidades de combate del enemigo antes de tomar la decisión de usar las armas”. “Ni un solo rasguño a Stroessner. Se merece el respeto y consideración. No se va a meter ningún político en este movimiento, ningún civil. Este operativo es netamente militar”, enfatizó.

Anunció que hablaría con los comandantes de la Marina (González Petit) y de la Infantería (Eumelio Bernal). “Sin ellos es imposible” la rebelión, admitió.

Bernal comandaba prácticamente R.I. 14, el Comando de Ingeniería y el Comando de Transmisiones. El líder de la revuelta pidió hacer un relevamiento de todos los lugares que frecuentaba el dictador. Ordenó secuestrarlo.

El único lugar que no fue objeto de vigilancia fue la casa de su mujer y amante, Ñata Legal. Hacía seis meses que no llegaba a la casa de la avenida hoy Aviadores del Chaco.

Voy a asumir la Presidencia

Stroessner nunca se despegaba de su pelotón de 70 hombres –en realidad toda una compañía– todos bien adiestrados, combatientes, luchadores, entremezclados policías y militares. El 22 de enero de 1989 el encuentro de los conspiradores se produjo en un hangar del aeropuerto “Silvio Pettirossi”, perteneciente a Nenín Viveros Cartes. Allí comunicó oficialmente a sus dirigidos que asumiría el poder. “Voy a asumir la Presidencia. Vamos a proteger y salvaguardar al país”, expresó.

Informó entonces que ya había hablado con González Petit y Bernal. “A partir de ahora, todos estén alerta. En cualquier momento se hace...”, manifestó.

Los preparativos se intensificaron. Stroessner se enteró del movimiento por un filtro que mantenía en el entorno de Rodríguez que se consiguió identificar.

El “Rubio” y su consuegro buscaron medir de alguna forma sus fuerzas.

La semana anterior al golpe, el 22 de enero, Stroessner lo invitó a jugar en el Casino Itá Enramada. Dicen que el comandante de la Caballería se fue escoltado por dos tanquetas y numerosos soldados. A Stroessner lo siguieron sus 70 hombres.

Al día siguiente, el dictador ordenó el traslado de todas las granadas de los tanques en poder de la Caballería a la sede de las industrias militares de Piribebuy...

Sin Rodríguez, el país podía volverse incontrolable

Argaña se opuso a la designación de Martín Chiola, alineado en el movimiento “militante” stronista, y se nombró a Cano Melgarejo como ministro de Salud.

Un activo protagonista que actuó de consejero fue el entonces presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez. En su embajada se había refugiado Laíno.

El otro debate se centró sobre la fecha de las elecciones y si Rodríguez podía candidatarse o si debía designarse a un civil, es decir, Argaña, para que continuara en el poder hasta 1993.

Los jefes de Estado sudamericanos con cierta influencia sobre la oposición abogaron por la designación de un civil, pero finalmente el venezolano Pérez habría sido determinante para apoyar un gobierno de transición de Rodríguez.

“El país se puede volver incontrolable”, habría advertido el líder caribeño.

Resolvieron entonces entronizar a Rodríguez y anunciar en dos días elecciones para el 1º de mayo y la asunción oficial del nuevo mandatario a los 15 días.

Pérez prometió colaborar con infraestructura para preparar unas elecciones limpias y transparentes, incluida la tinta indeleble.

El decreto de convocatoria a elecciones fue redactado por Jerónimo Irala Burgos, quien también aceptó ser miembro de la Corte. El Dr. José Alberto Correa aceptó ser el presidente de la Corte.

Hirán Delgado von Leppel, sobrino de Stroessner, fue destituido.

Expedito Rojas Benítez, autor de una tesis doctoral sobre elecciones, fue designado presidente de la Justicia Electoral.

Tras el anuncio de elecciones presidenciales, en Nueva Italia, el seccionalero, Papi Sanabria Cantero organizó un mitin para lanzar la candidatura de Luis María Argaña como precandidato a presidente por el Partido Colorado. Al día siguiente, Cano Melgarejo convocó a una reunión política en Coronel Oviedo para lanzar la misma candidatura.

Sin embargo, en Asunción, Chaves, el presidente de la Junta de Gobierno, fue llamado rápidamente al Palacio para lanzar oficialmente la candidatura del general Rodríguez.

“Este fue un golpe militar. Rodríguez tiene que ser el candidato”, dijo Chaves.

Rodríguez infundía autoridad y temor. Fue el último comandante con autoridad. Nadie lo discutía. Todos aceptaban a rajatabla sus órdenes.

Ninguno pensó en la oposición. Además ninguno tenía dinero para emprender una campaña electoral. Finalmente se dijo que recibieron dinero de la Konrad Adenauer y se recurrió a Capel para organizar los comicios.

El embajador estadounidense, Timothy Towell, se apersonó furioso frente al general Rodríguez. Le golpeó la mesa y le dijo: “Usted no puede ser candidato. Renuncie”, le dijo en mala forma.

Fue el último pico de presión que podía poner en riesgo el plan oficial de mantener al Partido Colorado indemne, en el poder.

Eran momentos álgidos que definieron el futuro democrático del país. Eran tiempos de los pescadores de río revuelto, hábiles para cambiar de postura como el camaleón para permanecer en pie.

Pólvora, ¿aporte de Alfonsín?

Los golpistas iniciaron una frenética gestión para conseguir la pólvora del exterior. El aporte de Raúl Alfonsín pudo haber sido fundamental, aseguran algunas fuentes si bien la operación fue absolutamente confidencial. La gestión del ministro del Interior, el posadeño Toti Nosiglia, habría sido clave.

Se produjeron otros hechos que fueron de público comentario como el enyesamiento de Rodríguez en la pierna para no asistir a una sesión del Comando en Jefe donde Stroessner también habría planeado su apresamiento. El jefe de la Caballería se excusó de asistir. Hizo decir que tuvo un esguince de tobillo.

El Día “D” los insurrectos se concentraron en el R.C. 3 comandado por el entonces coronel Lino Oviedo. A las ocho de la noche llegó el primer informe. “El pájaro está en su jaula”, se reportó. Pero justo era la “jaula” no programada, la casa de la “Ñata” Legal, la única no custodiada por las fuerzas rebeldes.

“Yo conozco la casa de Ñata”, dijo el coronel Allende. “Bueno, lleve 40 hombres y cumpla el objetivo”, le dijo Rodríguez.

Algunas versiones señalaron que los atacantes equivocaron el camino y allanaron la casa de Luis Alberto del Paraná, lo que alertó la perdiz y desembocó en el sangriento enfrentamiento que acabó con la vida de al menos 15 soldados, poco menos de la mitad de las bajas que tuvo la revuelta militar (42 fue la cifra oficial).

Soportar hasta el amanecer

Stroessner escapó y se refugió en el Batallón Escolta Presidencial. Ya tenía la información precisa de que su consuegro, Rodríguez, se había sublevado.

Su plan era permanecer en el edificio (quinto piso) y soportar la noche, ilusionado en que la claridad del amanecer sería su aliado.

Cuando finalmente fue hecho prisionero por el coronel Oviedo pidió ir a la casa presidencial (Mburuvicha róga) para cambiarse de ropa.

“De ninguna manera”, le dijo el líder de la revuelta a Oviedo.

“Tráigale directo a mi casa. Es mi huésped”, ordenó.

Al dominar la situación antes del amanecer, Rodríguez convocó al antiguo ceremonial del Estado, Conrado Pappalardo, a quien le pidió organizar el traspaso de poder y la restitución de la presidencia del Partido Colorado al veterano Juan Ramón Chaves.

Si bien fue invitado a concurrir solo, el político apareció en el puesto de comando de la rebelión en compañía de Luis María Argaña y Dionisio González Torres.

La Constitución del 67 establecía que si se producía la acefalía total del poder en los dos primeros años de gobierno, el Congreso tenía la potestad de nombrar un Presidente provisional, quien debía llamar a elecciones generales en 90 días.

Rodríguez anunció que a las cinco de la tarde del día 3 asumiría formalmente la Presidencia provisoria mientras los civiles barajaron los candidatos para ministros del gabinete. Argaña habría pedido el Ministerio del Interior. “No. Usted tiene que ser canciller”, le dijo Rodríguez.

La discusión se centró sobre si los opositores prohibidos por Stroessner durante su Gobierno podían integrar el gabinete. Estuvieron a punto de citar a Domingo Laíno y Euclides Acevedo, reveló un testigo de la reunión hasta que finalmente se los descartó.

Le apuntó en la cara a Stroessner

Durante el arresto de Stroessner, en la casa de Rodríguez, se produjo un incidente que pudo haber traído consecuencias, de acuerdo al relato de un testigo preferencial.

Apareció el padre del coronel Ramos Alfaro, único oficial muerto en el operativo de toma del Batallón Escolta. El progenitor, muy dolido por el deceso de su hijo, intentó atropellar al exdictador. Extrajo un arma y le apuntó a la cara.

“Asesino”, repitió varias veces.

El coronel Lesme le levantó lentamente los brazos para que cejara en su amenaza.

El padre del mayor Ramos Alfaro era un militar retirado, conocido en la fuerza. Posteriormente se registró un febril movimiento para conseguir quien pudiera recibir a Stroessner como asilado. Se negaron Estados Unidos de América, Argentina y Uruguay. Pinochet –su exaliado– se excusó de recibirlo en Chile. Brasil aceptó tras reiteradas negativas de los otros países citados.

Por su delicado estado de salud, Stroessner pensó que podía recalar tranquilamente en EE.UU., específicamente en Miami, donde poseía propiedades, pero el presidente George Bush padre (que asumió el 20 de enero de 1989 en sustitución de Ronald Reagan) lo rechazó. Finalmente, abordó un avión de Líneas Aéreas Paraguayas (LAP) que lo trasladó el 5 de febrero a São Paulo, desde donde fue llevado a Guaratuba, a su casa de playa.

Hoy se cumplen 30 años de la caída del dictador Gral. Alfredo Stroessner, que gobernó con mano dura el Paraguay durante casi 35 años, desde el 4 de mayo de 1954. Al mismo tiempo se festejan 30 años de democracia, el periodo sin interrupciones más largo de libertades públicas que vivimos en nuestra historia.

Al mando del Gral. Andrés Rodríguez, su consuegro, se gestó el golpe militar con apoyo de un sector del Partido Colorado. En la madrugada del 3 de febrero de 1989 se rindió el dictador y la ciudadanía salió a festejar con banderas de diferentes partidos políticos, que a excepción de la ANR, no podían flamear en el país.

El 5 de febrero Brasil aceptó recibirle a Stroessner. Viajó en LAP hasta São Paulo desde donde fue llevado a Guaratuba, su casa de playa. Rodríguez asumió provisoriamente la Presidencia y convocó a elecciones generales el 1 de mayo de 1989 a todos los partidos políticos. Rodríguez gana y se queda hasta 1993.

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