Comisario torturado reclama pena ejemplar contra Bower

El comisario Alfredo Cáceres fue bárbaramente torturado en mayo de 2000 en dependencias de la Infantería de Marina, en Sajonia. Después de 18 años, el juez Gustavo Amarilla decidió por fin elevar a juicio oral el caso. El acusado es el tristemente recordado exministro del Interior Walter Bower. En esta entrevista, Cáceres califica de valiente al magistrado por su determinación y sostiene que el exjefe de la Marina Miguel Ángel Candia fue su cómplice.

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–Pasaron 18 años, ¿cómo toma esa decisión del juez de llevar a juicio oral y público a Walter Bower por el caso de tortura? 

–Gracias a Dios que hay un juez, lo considero muy valiente por haber tomado esa decisión después de escuchar a las partes mediante una audiencia preliminar. Le felicito al juez Gustavo Amarilla por llevar este caso emblemático a juicio oral porque muchos jueces y miembros de la Corte ipire pererî para enfrentarle a este inmoral, tienen la epidermis muy fina. Por eso duró tanto, 18 años. Si se llegó a esta instancia es por algo. Si no encontraba mérito no iba a hacerlo. Su resolución fue apelada por Jorge Vasconsellos, representante legal de Walter Bower. La apelación le fue denegada, o sea que, el juicio oral se va a realizar sí o sí. Yo, en mi carácter de víctima, al igual que el comisario Jorge López confiamos en la justicia para que castigue a los culpables.

–¿Tan poderoso es Walter Bower para que este juicio se haya dilatado tanto, a pesar de las evidencias tan contundentes? 

–Yo creo que Walter Bower merece un castigo ejemplar para que ninguna autoridad en el futuro vuelva a cometer atrocidades como hizo él, no solo conmigo. Imagínese, iba y sacaba a un comisario de su cargo en horas de la madrugada. A mí me mandó relevar a las 10 de la noche; a otro le pateó. Hacía gala de una prepotencia sin límites. En la televisión aparecía comandando los procedimientos en horas de la madrugada, con una metralleta en mano, dos cargadores, chaleco antibalas.

–Se creía Rambo...

–Demostraba una conducta anormal, rayana en la bestialidad. Creía que su rol de ministro el confería superpoderes para abusar.. 

–Usted y López fueron los únicos que no abandonaron el proceso.

–Ha upéa, mboriahu pa’ûme (y eso, en medio de precariedades), sin las influencias que tiene él y sin plata como él. Contra eso batallamos.

–El último intento fue hacer desaparecer la evidencia clave, el libro de guardia de la Marina donde consta que entró para la sesión de tortura aquella noche.

–Imagínese de lo que son capaces. Ese libro de la guardia es el testimonio más vivo de nuestra denuncia. Ahí aparecen los nombres de todos los que ingresaron a la Infantería de Marina esa noche del 21 de mayo de 2000 para torturarnos, entre ellos Walter Bower. Ese libro fue llevado por marinos anónimos al diario ABC, marinos indignados por haberse utilizado su unidad para las sesiones de tormentos. Llevaron al diario porque los fiscales y los jueces de la época estaban totalmente sometidos o temerosos. Ese documento se entregó al fiscal de turno Amílcar Ayala que renunció en 2004. Es un cuaderno de 200 hojas donde escriben los oficiales de guardia sobre el movimiento de personas. El original se volvió a entregar a la Marina pero se hizo la fotocopia. El libro estaba anillado y autenticado por escribanía. Hace poco, el juez Gustavo Amarilla nos informó que él no tenía en su juzgado esa evidencia. El fiscal Fabián Centurión dijo que esas pruebas estaban en una gaveta del Ministerio Público y que desaparecieron. Gracias a unas gestiones que hice con ABC conseguí el libro de actas donde consta que Amílcar Ayala recibió ese libro de novedades... Ayala, por propia iniciativa fue y entregó también la copia a la fiscalía general al denunciarse el extravío hace poco. Eso ocurrió ahora, después de 18 años. Ayala dijo que entregó el documento al fiscal Centurión, bajo constancia de recepción de su secretaría.

–¿Puede recordar qué dice ese famoso libro de guardia? 

–En la página 167, consta que a las 21 y 40 del domingo 21 de mayo del 2000 entraron a la Marina mis torturadores el comisario Juan Basilio Pavón (fallecido), el subcomisario Merardo Palacios, el subcomisario Diosnel Ferreira, el oficial inspector Ramón Giménez, el oficial segundo Osvaldo Vera, el suboficial de Artillería Carlos Giménez y, como detenido, el oficial inspector Jorge López, quien venía torturado del despacho del comisario de la 11 metropolitana, comisario Basilio Pavón. A las 22:00 de ese domingo ingresó Walter Bower, acompañado del comisario Víctor Agüero y del viceministro Gabriel Chase. El libro de la Marina detalla inclusive que entraron en una camioneta Ford Explorer y un vehículo Chevrolet Blazer. A las 22:05 ingresó el comandante de la Marina, Miguel Ángel Candia. Registra más abajo que los dos grupos se retiraron a la una y media de la madrugada del 22 de mayo. Todo se publicó en su momento en ABC.

–¿Los marinos también participaron de la tortura? 

–Entiendo que no. El marino que abrió la puerta a Bower y los policías, me dijo: “Vienen de Justicia Policial para una declaración”. Yo me sorprendí: “¿Qué?”, le dije. Enseguida entró un morocho de civil que me atropelló y me llevó por la pared. Me ató las manos hacia atrás. Alcancé a verle la cara antes de que me pusieran la cinta de embalaje para cerrarme los ojos. Me sacó a empujones de la pieza. Me condujo hacia el patio. Me introdujeron en una pieza. Me hicieron arrodillar, me alzaron los brazos que tenía atados hacia atrás y uno de ellos me dio un feroz golpe con las manos abiertas en los tímpanos. Me quería morir. Creo que me salieron gotas de sangre por la oreja. Alguien con más fuerza me tomó de los brazos atados y parecía que me quería quebrar, que se desprenda de mi cuerpo. Yo le suplicaba que se detenga. El dolor era insoportable. Parecía que me querían despaletar como se dice. Me preguntaban por “los financistas”. Yo no sabía de qué. De repente sentí una patada en el medio de la cintura, en la columna. Cómo no me podía atajar, el golpe me echó al suelo y me caí con la cabeza de costado. Me caí sobre una de mis orejas que de por sí ya estaba dañada por los golpes a mano abierta. De vez en cuando escuchaba las risas de Bower...

–¿Por qué el comandante de la Marina no está procesado si figura entre los que ingresaron? 

–Cuando el juez lea el expediente me imagino que dispondrá su detención y su culpabilidad. Para mí, el almirante Candia es responsable directo como comandante de la Armada, igual al otro comandante, el de Infantería de Marina, Alberto Benítez. Con ese libro de guardia se demuestra que Bower tenía los privilegios de un general.

–¿Qué dijo él en su declaración? 

–Que se fue nomás a saludar al comandante de la Marina y que este le invitó a tomar cocido. Imagínese, tomando cocido durante tres horas y media entre la medianoche y la madrugada. Yo mismo voy a remarcar la responsabilidad de Miguel Ángel Candia, quien misteriosamente no figura en el proceso. Se comprueba una vez más que el delito nunca es perfecto. Primero, le llevan al oficial torturado –el comisario López– para hacer un careo conmigo. A mí me torturaron entre las 22 y 30 hasta la una y 45 aproximadamente. Otro detalle es que un médico que me atendió a las siete y media de la mañana aproximadamente del 22 de mayo de 2000, en su primera declaración dijo que no se acuerda que me atendió. Pero al salir el almirante Candia de la comandancia, ascendido a ministro de Defensa, el médico se presentó en forma voluntaria ante la Fiscalía para rectificar su declaración anterior. Dijo que efectivamente me atendió aquel día. Describió mi situación física, totalmente golpeado y dijo que me recetó un remedio antiinflamatorio. La declaración le compromete todavía más a este torturador.

–El libro de novedades es una prueba fatal.

–Cuando la impunidad es la ley ninguna prueba vale. Pasaron 18 años y el proceso sigue dilatado. ¡Cuántos jueces fueron recusados! ¡Cuántas apelaciones hicieron! Bower cambiaba de abogado en cada audiencia. Yo inclusive presumo que más de un tomo del juicio habrán extraviado o desaparecido. Cuando ya no podía atajar quiso modificar el crimen de tortura por el de lesión corporal, como diciendo: “es cierto, te toqué pero no era para tanto”. Además de nosotros hay otro comisario más siete suboficiales que fueron torturados salvajemente en la comisaría 11ª. Había oficiales de planta como el comisario Antonio Gamarra, Juan Escurra, etc., todos ellos declararon que vieron a los oficiales, al comisario López bárbaramente torturados mientras estaban maniatados con los brazos hacia atrás, con los ojos vendados con cinta de embalaje, de la misma forma como me hicieron a mí.

–El delito de tortura es imprescriptible.

–La tortura es imprescriptible. Se puede perseguir hasta la muerte. Bower creyó que no iba a ser imputado. Solamente estaban imputados los policías Merardo Palacios, Osvaldo Vera y Basilio Pavón.

–¿En algún momento quiso desistir por el poder que tenía Bower en el ámbito judicial? 

–El comisario López se fue a Estados Unidos para denunciar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos porque acá ya se dilató demasiado. Yo no me fui porque no tengo medios para llegar. Es un gasto muy grande. Pero gracias a Dios, el comisario López ya presentó y nuestro caso no va a terminar así. Aunque apele o recuse al juez o aunque recurra a las artimañas tramposas como hizo hasta ahora, sea como sea, este asunto se va a resolver.

–¿Cuántos años de cárcel piden? 

–Normalmente la pena es de 15 a 20 años como mínimo por un hecho deleznable, un hecho criminal como la tortura, condenado por la justicia internacionalmente. Seguramente el juez entenderá y dispondrá la pena que corresponda.

holazar@abc.com.py

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