Batalla de Mbutuy, 26 de junio de 1865

Mientras en Buenos Aires se aprestaba la firma del Tratado Secreto de la Triple Alianza, el teniente coronel Antonio "Lacú" (guaranización de De la Cruz) Estigarribia, jefe de la División paraguaya en el río Uruguay, continuaba su marcha hacia el sur.

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El 4 de mayo de 1865, había partido desde el campamento de Pindapoy con 8.400 hombres.

Ya en San Borja, dividió su fuerza para marchar "a caballo" del río Uruguay. Por la margen izquierda, una columna comandada por el propio Lacú Estigarribia y por la derecha, la que iba a cargo del Sargento Mayor Pedro Duarte.

De tanto en tanto, y ante eventuales contactos con el enemigo, se desprendían otros contingentes. Entre el 8 y 9 de junio, el jefe paraguayo envió al capitán José del Rosario López -al frente de 400 hombres- para contrarrestar la acción de una posible fuerza brasileña.

Todos aquellos hombres, incluido su jefe, eran oriundos de Caazapá. Sin indicios de la presencia enemiga y antes de retornar en pos de la columna principal, López se limitó a arrear una importante tropa que, sin embargo, le impedía desplazarse con rapidez. Eligió entonces "...270 potros, 258 caballos mansos y 42 mulas" y continuó su camino.
El 25 de junio llegó a las costas del Mbutuy dos días después de que Estigarribia vadeara este río. La corriente se hallaba desbordada por las recientes lluvias y la fuerza principal había contado con ocho canoas para el vado; López no tenía ninguna. El inconveniente le obligó a un largo desplazamiento hacia las nacientes, buscando lugares propicios para el cruce.

Pero el coronel brasileño Fernández Lima se hallaba al tanto de este movimiento y uniendo su 1ª Brigada a la 4ª del coronel Alves de Mesquita, avanzó sobre los caazapeños con 3.500 jinetes.

A las cinco de la mañana del 26 de junio, los brasileños y la niebla que a esa hora cubría el Mbutuy aprisionaron a los paraguayos contra los bañados del río. Sin tiempo para ubicarse en el terreno, López soportó los primeros embates lanzando a sus hombres en guerrilla. Pero ante la superioridad numérica del enemigo, "...ordenó la resistencia en cuadro".

Encerrando a los heridos en el centro, el capitán paraguayo pretendió un desplazamiento hacia un islote ubicado a unas "...20 cuadras de distancia, donde sería más fácil la defensa", según el relato de Efraím Cardozo.

Para impedirlo, los brasileños se lanzaron al ataque con frenesí, raleando en cada acometida a la fuerza paraguaya aunque sin desordenarla ni dispersarla.

Luego de cinco horas y media y de once ataques sucesivos, las fuerzas del Imperio abandonaron el campo de batalla. Habían sufrido cerca de 800 bajas entre muertos y heridos. Los paraguayos perdieron a 116 soldados y 120 quedaron heridos.
En el momento de la retirada ya no quedaban sino 160 de los hombres de López en condiciones de luchar (Juan Crisóstomo Centurión menciona solo 60).

Tan honda impresión causó aquella heroica defensa que el propio general David Canabarro comentó: "...Es la fuerza de más disciplina y orden que he visto. No se rinden y ya ve que un solo prisionero hemos tomado". Otras crónicas mencionan que "...indignado por la conducta de sus soldados (...) el emperador del Brasil ordenó que fuesen sometidos los jefes que los mandaban a un Consejo de Guerra".

Al día siguiente, con su caballada dispersa, a pie y sobrellevando el peso de sus soldados heridos, el de sus armas y los de los soldados muertos, el capitán López vadeaba finalmente el Mbutuy. Esta vez, sin molestias del enemigo.
El que -no se sabe si por respeto o temor- no insinuó intervención alguna. Dos días después, se reunía con Estigarribia. Cuando este reportó la odisea de su comandado al mariscal López, hizo llegar a su "tocayo" las preseas de sargento mayor y la medalla de la Orden Nacional del Mérito.

Más tarde, el nombre del capitán José del Rosario López apareció en el "Boletín del Ejército" y en las páginas del "Semanario", siendo encomiados su heroísmo y el valor de sus hombres. El mariscal envió también una comunicación al general Resquín exhortando a que "... los oficiales, y particularmente a aquellos que mandan cuerpos (...) sean dignos hermanos de aquellos valientes defensores de la patria".

El sargento mayor José del Rosario López tampoco se rendiría en Uruguayana junto a Estigarribia. Si bien se sabe que había intentado convencer a su jefe de cualquier salida militar que no pasara por la rendición.

Efraím Cardozo también menciona que cuando fue decidida la rendición, quemó la bandera de su Regimiento 27 para que "no cayera en poder del enemigo". En consecuencia, tampoco desfiló frente a Pedro II y los demás jefes aliados. En "su noche antes", de alguna misteriosa manera, escapó del sitio.

Reaparecería el 27 de setiembre cuando, a 11 días de ocurrida la capitulación arribaba, maltrecho y haraposo, a un campamento paraguayo de avanzada.
Como todos los que habían escapado de Uruguayana, fue objeto de detención e interrogatorios. Luego de tres meses de prisión, fue finalmente liberado aunque no reincorporado al ejército en espera de "una decisión definitiva del mariscal López". Después, el silencio. Ya nadie mencionó a José del Rosario López. Ni como sujeto de prisión, fusilamiento o de alguna otra acción heroica.

Sencillamente, desapareció del escenario -y de las crónicas- de la guerra...


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