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Llegado al poder en plena Guerra Fría, partícipe del Plan Cóndor de coordinación represiva de los regímenes militares sudamericanos en los años 70, Stroessner tenía captura recomendada en Paraguay por delitos de lesa humanidad, en particular de muerte y desaparición de opositores.
Apodado El Rubio, ese hombre imponente de 1,90 metros de altura, que estremecía con su presencia hasta a sus colaboradores más cercanos, enfrentó el ocaso de su vida en la única compañía de uno de sus hijos, el coronel (expulsado del Ejército) Gustavo Stroessner, y acosado de dramas familiares.
Stroessner nació el 3 de noviembre de 1912 en la ciudad de Encarnación (algunas versiones indican que fue inscrito en el registro civil de una población fronteriza brasileña), a 370 km al sureste de Asunción.
Hijo de un alemán originario de Baviera, Hugo Stroessner, y de la paraguaya Heriberta
Matiauda, el Unico Líder -otro apodo que le daban sus partidarios- ingresó como cadete militar en 1929 y participó como combatiente en la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia (1932-1935).
De su matrimonio con Eligia Mora, una humilde maestra de escuela, que murió en febrero de 2006 en Asunción, tuvo tres hijos: Gustavo, Graciela Concepción y Hugo Alfredo. Este último murió en 1993 a la edad de 46 años, por ingestión de barbitúricos. Freddy estaba casado con Martha, hija del general Andrés Rodríguez, quien fue el número dos del régimen, antes de ser el autor del golpe que derrocó a Stroessner, el 3 de febrero de 1989.
María Eugenia Heikel, ex esposa del coronel Gustavo Stroessner, estimó la fortuna de la familia en unos 300 millones de dólares. El escritor Augusto Roa Bastos (1917-2005), que a causa de Stroesner tuvo que pasar la mayor parte de su vida en el exilio, lo calificaba de tiranosaurio.
Stroessner fue nombrado en 1951 comandante en jefe de unas fuerzas armadas que a lo largo del siglo XX se destacaron en asonadas y cuartelazos. Hasta su abrupta ascensión al poder, en menos de cinco años se sucedieron ocho gobiernos militares o de civiles mezclados con uniformados.
El último fue el del propio Stroessner, quien el 4 de mayo de 1954 derrocó al civil Federico Chaves; el nuevo régimen duraría 35 años. Se calcula que entre 1954 y 1989 hubo un millar de desapariciones y asesinatos por cuestiones políticas, en tanto que 2 millones de paraguayos optaron por el exilio político o económico.
Todo el que era considerado enemigo potencial de su régimen era encarcelado o desterrado. El dictador también ofreció asilo a otros dictadores, como el nicaragüense Anastasio Somoza, quien fue asesinado por un comando de guerrilleros argentinos en 1980, en plena Asunción. La búsqueda de los autores de ese atentado es recordado como uno de los momentos más duros del régimen.
Los seguidores de Stroessner bautizaron calles, plazas, hospitales, escuelas, pueblos y ciudades con el nombre del dictador o el de sus familiares. Decenas de músicos le compusieron canciones y escritores a sueldo escribieron poesías y libros exaltando su figura.
Se le atribuye igualmente haber creado una cerrada secta político-religiosa, conocida como Pueblo de Dios -aún existente- que se proclamaba católica, apostólica y paraguaya (no romana). En sus ceremonias, según testigos, se transformaban los salmos para comparar al dictador con un enviado de Dios.
Una gran fotografía de Stroessner adornaba la entrada de la congregación junto con pinturas alegóricas del Antiguo Testamento.
En todas las rutas del país y hasta en los puntos más recónditos se erigieron amplios carteles y monumentos con su nombre y su efigie bajo el lema: Paz y Progreso, con Stroessner.
En los depósitos de la alcaldía de Asunción se conserva una estatua gigante del dictador que había vigilado a los paraguayos desde la cúspide del Cerro Lambaré, desde donde se domina la capital.
La apertura democrática en Brasil, Argentina y Uruguay asfixió lentamente a su gobierno a partir de 1983.
Mientras conservó su poder absoluto, mantuvo a su familia alrededor suyo. Pero, luego del golpe de 1989, comenzó el deterioro del clan Stroessner hasta que l Unico Líder terminó aborrecido, solo y abandonado, exactamente igual que la mayoría de los dictadores latinoamericanos. (AFP)