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El piloto ingresó a ciegas en una tormenta con fuerte actividad eléctrica, con una velocidad y una altitud inadecuadas. La empresa Helitáctica SA, propietaria del helicóptero Robinson 44 que cayó en el Chaco paraguayo, contrató en Nueva Zelanda un sofisticado servicio de seguimiento satelital.
A través de una computadora se marca cada dos minutos el trayecto que sigue una aeronave. El sistema facilita información clave: ubicación geográfica, altura y velocidad.
En el lapso de dos minutos, una aeronave con las características del Robinson puede recorrer un promedio de 6 a 7 kilómetros teniendo una velocidad de 82 kilómetros por hora.
La información suministrada por el sistema de seguimiento satelital permite conocer detalles fundamentales del vuelo realizado entre la ciudad de Concepción y el punto de caída, en el Chaco paraguayo.
A ciegas, directo a una tormenta
En el camino del Robinson, de acuerdo a datos meteorológicos, se encontraba un amplio frente de tormenta, dividido en sectores con actividad eléctrica; en medio, ráfagas de vientos que superaban los 40 kilómetros por hora.
Se pudo confirmar que el helicóptero se dirigió al centro de la tormenta, a una velocidad de 182 kilómetros por hora, teniendo una altitud de 800 metros.
El manual de operaciones del Robinson recomienda mantener una velocidad máxima de 107 kilómetros por hora en caso de turbulencias.
En cuanto a la altura, los helicópteros en general vuelan a la altura de la copa de los árboles, es decir debajo de las capas de tormenta.
En los últimos 30 minutos de vuelo, la velocidad del helicóptero que transportaba al líder de Unace tuvo variaciones constantes, con un rango de 160 a 190 kilómetros por hora cada dos minutos.
Estas variaciones son muy grandes, más aún considerando que el helicóptero venía manteniendo en los últimos minutos una altura promedio de 50 metros.
Desorientación espacial
Los datos indican que la turbulencia era intensa en extremo, consecuencia de las ráfagas de vientos y la actividad eléctrica en el sector.
El accidente ocurrió 2 minutos después del último punto de marcación. Aquí se registra de nuevo una brusca variación de altura. El helicóptero estaba a 940 metros de altura.
Según datos de la computadora, con esta altitud el helicóptero tenía un ángulo de inclinación de 182 grados y menos de 2 minutos después, la inclinación según el impacto era de 280 grados.
Esto sugiere que el piloto perdió el control del helicóptero en vuelo o bien que intentó un viraje y tuvo una desorientación espacial.
El Robinson no tiene instrumentos para vuelo nocturno; en estas condiciones es muy fácil que el piloto pierda la noción de su altura, ubicación o posición con respecto a la tierra, más aún en medio de una tormenta.
La velocidad y la altura que mantenían explican la tremenda violencia del impacto en tierra.
Pánico en el aire
El piloto Ramón Picco fue obligado a volar y debió pilotar el Robinson bajo condiciones de extrema tensión. La información suministrada a través del seguimiento satelital refleja velocidades y altitudes inadecuadas para esta aeronave.
En cuestión de minutos subía de un punto a otro, variando igualmente su velocidad, en medio de fuertes turbulencias.
Conociendo mejor que nadie las limitaciones de la aeronave que pilotaba, teniendo a un pasajero soberbio y prepotente en extremo, no debería extrañar que también el Cap. Nav. Ramón Aurelio Picco hubiera entrado en pánico.
Más que ninguno de sus acompañantes sabía que el helicóptero no podía seguir mucho tiempo en vuelo.
El fenómeno Downburst
En mapas meteorológicos se observan dos núcleos de tormentas en el camino de la aeronave. La zona de descargas eléctricas son áreas de ascenso de aire, pudiendo llegar a 150 km/hora. Esto produce un movimiento vertical descendente delante de la tormenta. Este fenómeno, conocido como Downburst, es muy peligroso para las aeronaves.
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