Torturado espera que a Bower sus risas no le duren tanto tiempo...

Fue el jefe de la represión durante el gobierno de facto de Luis González Macchi. Chicaneó 19 años para evitar su enjuiciamiento por torturas. Walter Bower, exministro del Interior, está en la picota. Le llegó el juicio oral. Una de sus víctimas, el comisario Jorge López, nos refresca en esta entrevista los padecimientos que atravesó en las noches de tortura en el año 2000 por orden de este siniestro personaje.

Walter Bower, símbolo de la represión en el Gobierno de Luis González Macchi, acusado por tortura, bromea en la sala oral del Palacio de Justicia con su amigo Óscar González Daher.
Walter Bower, símbolo de la represión en el Gobierno de Luis González Macchi, acusado por tortura, bromea en la sala oral del Palacio de Justicia con su amigo Óscar González Daher.

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–Comenzó el juicio oral contra Walter Bower 19 años después de las torturas en la Marina contra el comisario (Alfredo) Cáceres. ¿Creyó que se podía llegar a esta instancia con un pez gordo como ese?

–Ahora confío plenamente en la justicia. Veo que el comisario Cáceres también. Al principio tenía miedo por esa pesadilla que comenzó el 18 de mayo de 2000 con la acusación de la supuesta intentona golpista contra el Gobierno de González Macchi. En el 2001 puse mi caso a conocimiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Hay una causa abierta. En el 2013 se elevó a causa. Por todas las dilaciones que rodearon al proceso, la CIDH urgió celeridad al Gobierno varias veces.

–Bower debe tener muchos tentáculos. En plena sala de juicio oral se abrazó y se rió –como si no le importara nada– con González Daher, expresidente del Jurado de Enjuiciamiento de Jueces, también procesado pero por corrupción...

–Yo pensaba que todo se iba a acomodar para terminar en el famoso oparei. Estamos tan acostumbrados a eso en el Paraguay. Entonces, para precautelar un poco mis derechos, por eso recurrí a la CIDH...

–Esa risa de los dos en el Palacio de Justicia, ¿da para desconfiar?

– Por muchos años Bower estuvo encumbrado en el poder político. No sé qué capacidad económica-financiera tiene, pero se habla de que tiene muchísimo dinero. El Paraguay es el país de los amigos. Si este caso tiene 19 años debe ser por algo. Hemos sido llamados 20 veces para la audiencia preliminar a lo largo de 18 años. Recién se pudo hacer el año pasado. Pienso que la prensa, autoridades de otros países, la misma Corte Interamericana hicieron su papel.

–Es un caso emblemático. ¿Cómo lo involucraron a usted en el caso Golpe del 2000?

–Ya conté innumerables veces. Yo tenía 33 años. Era oficial inspector. Fui llamado por el comisario Alfredo Cáceres para hacer una vigilancia aquella noche del 18 de mayo de 2000 sobre las avenidas Mariscal López y República Argentina por el movimiento de tanques que hubo. Después de los acontecimientos, al día siguiente estuve detenido en la comisaría 11 del barrio Villa Aurelia, donde me torturaron.

–¿Quiénes?

–Me torturaron el oficial segundo Osvaldo Vera y el subcomisario Merardo Palacios. Me dejaron con la planta de los pies destrozados. La orden fue impartida por el comisario Basilio Pavón, titular de la comisaría, hoy ya fallecido. Él decía que recibía directivas de Walter Bower. Ese sábado 20 de mayo a la noche estuvo también el comandante de la Policía Blas Chamorro en la comisaría. Él me conocía pero no me hizo caso cuando traté de decirle lo que me estaba pasando. Ese domingo a la noche me llevaron a la Infantería de Marina para confrontarme con el comisario Cáceres, a los efectos de corroborar o desmentir lo que él pudiera decir. Me acompañaron un oficial inspector y un sargento militar, ambos de apellido Giménez, Ramón y Carlos, que resultaron ser escoltas de Walter Bower. El primero hoy es comisario general y el sargento fue mi compañero de trabajo en la Senad. A mi lado, atrás, se iba el oficial segundo Osvaldo Vera, con una radiograbadora. Nos escoltó una patrullera de la 11 donde viajaban Pavón, Merardo Palacios, entre otros. Eso fue el domingo prácticamente a la noche. Los portones de la unidad estaban abiertos. Ahí llegó un oficial de la Marina, Vladimir Correa Villordo, a quien yo conocía de la Academia Militar porque hice un año de Academia. Correa se dio cuenta de que yo estaba esposado. Me hicieron pasar a una pieza donde me vendaron los ojos. Escuché el interrogatorio que le hacían a Cáceres. Le preguntaban sobre “los financistas del golpe”, algo que hicieron también conmigo en la comisaría. Escuchaba sus tormentos. Cuando entró Walter Bower yo le vi. Moví la cabeza al escuchar el ruido de la puerta. Merardo Palacios se dio cuenta de que yo miré. Entonces hizo girar mi cabeza al otro lado pisándome la cara para apretarme contra el suelo. Siguieron torturándole a Cáceres, quien gemía de dolor. Después me sacaron. Perdí la noción del tiempo. Me alzaron en la patrullera para regresar a la comisaría. Palacios ordenó que no me sacaran la venda porque atrás nos seguía el vehículo de Bower y comitiva. Seguramente se iba a su casa de (Botánica II) Los Laureles (donde también vivían Galaverna e Icho Planás). El martes siguiente Pavón me dijo que Bower quería que le involucre al comisario (Víctor) Cogliolo como parte de la conspiración, o de lo contrario le iba a dar de baja a mi esposa que también era policía, oficial de carrera. Le dije que sí nomás. La presión sicológica es tremenda. Me llevaron a la Agrupación (Especializada), donde me dieron una pieza con baño. En el calabozo de la comisaría entrábamos 20 con baño incluido...

–¿Cuánto tiempo estuvo preso?

–Estuve preso desde ese viernes 19 de mayo hasta el 14 de diciembre de 2000. Me mandaron a reclusión domiciliaria. Con el comisario Cáceres nos adherimos a la querella del Ministerio Público por el delito de tortura. Otros policías torturados retiraron sus denuncias por diferentes causas. No me puedo olvidar de uno de ellos, el suboficial Ricardo Báez. Él tuvo una muerte misteriosa. “Yo le voy a fundir a Walter Bower”, solía decir. Un día, haciendo guardia, recibió una bala en una pierna. Yo le decía. “Ricardo, cerrá la boca”. Hablaba mucho. Ya pensaba lo peor.

–Pensaba que se podían deshacer de ustedes como hicieron con el testigo falso Gumercindo Aguilar...

–Pasó el tiempo y le trasladaron a Alto Paraná. Se fue a una comisaría de la periferia. Se metió con una mujer. Supuestamente hubo una pelea y la mujer lo mató. Fue uno de los que más sufrió las sesiones de tortura por las lesiones en la planta de los pies. Otro que no fue procesado pero sí torturado fue el comisario Emilio López.

–Por qué no denunciaron...

–No sabría decir por qué. Fue decisión de ellos. Hubo otro, el suboficial Sosa, que también denunció la tortura pero retiró...

–A usted le ofrecieron retirar...

–Sí. El comisario Pavón me planteó retirar estando yo preso en la Agrupación Especializada. Me ofreció encima 20 millones de guaraníes. El comisario Humberto Núñez, que era el jefe en aquel entonces, me llevó hasta la peluquería de la Agrupación donde hablé con Pavón. Hablé dos veces. La tercera vez fue a visitarme su abogado, Álvaro Arias. Se filtró que yo grabé. Las grabaciones y las fotografías de nuestros pies con los rastros de las torturas desaparecieron de la carpeta.

–Ese libro de novedades de la Marina fue fundamental para descubrir la presencia de Walter Bower, el almirante Candia y otros aquella noche en que torturaron al comisario (Alfredo) Cáceres.

–Ese libro de novedades no se incluyó como prueba. Había desaparecido del expediente...

–Pero están las copias, autenticadas por escribanía. Un oficial de Marina indignado fue el que llevó el libro de guardia a ABC...

–No se incluyó como prueba lastimosamente pero ya no hace falta. Muchas pruebas desaparecieron.

–¿Por qué tantos testigos? Más de 100, entre ellos González Macchi, Galaverna, Argaña...

–Por parte mía, de mis abogados, tenemos tres o cuatro testigos. Esas autoridades son más de parte de la defensa y también de la fiscalía. Estuvieron muy cerca, muy en el entorno. Lo que ellos están tratando de demostrar es que hubo alguna participación nuestra en la supuesta intentona golpista.

–¿Acaso esa no esa una causa juzgada?

–Es una causa juzgada. Ya terminó. No hubo condenados. Yo era un oficial inspector.

–¿Cuánto perdió colgado de este proceso?

–Parte de mi vida, tiempo, dinero, mi esposa...

–¿Su esposa?

–Este proceso y sus secuelas me produjeron mucho daño, el divorcio entre ellos. Que se haga justicia sería para mí como una reivindicación. Con el sobreseimiento libre solicité mi reincorporación a la Policía. Me rechazaron “por improcedente”. Pero así como salí por una causa política también la política me reincorporó. El presidente Duarte Frutos fue el que ordenó la reincorporación de todos. Mi reincorporación fue por orden del Presidente de la República a fines de 2003.

–¿Cuál es su rango hoy?

–Soy comisario principal de carrera. Estoy haciendo el curso de estrategia policial, habilitante para llegar al grado de comisario general.

–¿Le perjudicó aquel incidente en su carrera?

–En realidad quedé un poco marginado, mantenido hacia la periferia, sin responsabilidades a pesar de las capacitaciones que recibí. Uno de los últimos cursos que hice fue de Fuerzas Especiales. También hice dos o tres cursos con la Gendarmería francesa por asuntos relacionados con drogas y narcotráfico.

–¿Qué opinión tiene de Walter Bower?

–Nada. No tengo rencores ni sed de venganza. El miércoles declaré en el juicio oral. Me preguntaron sobre el comisario Vera, uno de mis torturadores con el comisario Palacios. Casualmente también está haciendo el curso de Estrategia, aunque está en una sección distinta a la mía. Yo estoy seguro de que todo lo malo que hacemos en la Tierra, acá se paga. Yo tengo miedo del karma, lo que el Universo mismo le regresa a uno. Yo ya dejé todo en manos de la justicia, tanto terrenal como la divina. Lo que no puedo olvidar son esos detalles de lo que me hicieron.

holazar@abc.com.py

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