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CAACUPÉ, Cordillera (Desiré Cabrera, de nuestra redacción regional). En la misa dominical celebrada ayer en la Basílica de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, el monseñor Ricardo Valenzuela inició la celebración pidiendo una oración por el ambiente de tensión y crispación que se vive actualmente en el país.
“Recemos para que nuestras autoridades puedan dialogar, discernir y para que tengan la suficiente sabiduría y entendimiento para hacer lo que más le conviene al país, para que el Paraguay vuelva a ser muy respetado y que se recupere la paz, que se necesita para progresar como pueblo”, fueron algunas de las expresiones del prelado.
Añadió además que el país debe recuperar su grandeza, para alcanzar la plenitud y lograr la felicidad del pueblo.
Exhortó asimismo a orar por los educadores y todos aquel que tenga un puesto, un cargo para que tenga sabiduría, como el rey Salomón pidió en su momento para guiar al pueblo y asistirlo en todos sus trabajos.
Crítica a malvivientes
En otro momento, monseñor Valenzuela se refirió a los miles de personas que consideran el dinero como lo principal e incluso dan la vida por él.
El prelado se refirió principalmente a los malvivientes, pero lanzó algunos mensajes sobre los grandes delincuentes que incluso tienen vínculos con el poder.
El Obispo subrayó además que estas personas se dedican a corromper funcionarios y sacar provecho, satisfecho por el hecho, de que en su pequeño grupo de parientes y paisanos sea reconocida su autoridad, es decir, les gusta que su nombre sea temido. En ese sentido, dijo que no se debe olvidar que cada pecado ya trae consigo su propio castigo y jamas quedara impune, es la Ley de Dios.
Al respecto sostuvo que nadie dice que el hombre no deba trabajar o procurar mejorar su economía, sino lo que se condena es que se convierta en máquinas de hacer dinero de cualquier forma, recurriendo incluso a cuestiones ilícitas.
Refiriéndose específicamente a los malvivientes de quienes sostuvo, se encuentran en todas las clases sociales.
“Estos malvivientes que se dedican a apoderarse de los bienes ajenos, viven en realidad una vida miserable, siempre están pendientes de los demás, muchas veces llevando incluso una vida clandestina, por miedo a ser eliminados o asesinados, ya sea por cualquiera, o por rivales o la policía”, indicó.
Agregó que estos delincuentes ni siquiera pueden gozar tranquilos y dijo que es necesario enseñarle a los jóvenes que los malvivientes no son grandes astutos, sino grandes necios, porque acaban siempre mal sus vidas.