A más de tres años, ni rastros de pinturas robadas de Bellas Artes

A más de tres años del cinematográfico golpe que significó el robo de las pinturas del Museo de Bellas Artes, la investigación abierta no descubrió ninguna pista que condujera al rescate de las obras. El testigo clave del caso fue asesinado un mes y medio después del atraco. Agentes policiales dijeron no descartar que las pinturas fueron transportadas al exterior.

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Por sus características similares a las que aparecen en las películas de corte policial, el robo de los cuadros del Museo de Bellas Artes fue calificado, inclusive por los investigadores, como el más espectacular en los últimos tiempos en el Paraguay.

Los detalles que establecieron los pasos para la perpetración del atraco significaron la aplicación de un plan perfecto.

La banda recurrió a una obra de ingeniería para fabricar un túnel de unos 25 metros de longitud y 3,50 de profundidad, lo que les permitió llegar desde un falso negocio de una galería sobre la calle Iturbe hasta el salón de exposiciones del museo, ubicado frente al citado local.

Todo fue detenidamente calculado. El salón situado en Iturbe casi Mcal. Estigarribia fue alquilado en febrero del 2002 por Narciso Ramón Narváez y Wilfrido Alvarez Cuba. Ambos firmaron un contrato en el que dejaron copias de sus cédulas.

Los testimonios revelaron que a Wilfrido Alvarez se le vio en distintas oportunidades en el citado local, aunque nadie dijo estar en condiciones de especificar las actividades que se desarrollaron dentro del salón.

Los ladrones cavaron un túnel bajo la calle Iturbe. El paso les conectó con una de las oficinas del Archivo Nacional, en el mismo edificio donde funciona Bellas Artes. De este modo, los maleantes lograron alzarse con las cinco pinturas que según las estimaciones, superan el millón de dólares.

Las obras robadas fueron compradas en Europa por el empresario Juan Silvano Godoi y posteriormente vendidas al Estado paraguayo en 1912.

El seguimiento descubrió que Rubén Darío González fue la persona que habría contratado a Narváez y Alvarez Cuba para arrendar el salón que permitió al grupo delictivo llegar hasta Bellas Artes.

Fuentes policiales dijeron que las pinturas fueron llevadas al exterior.





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