Zanzíbar, lomadas y Freddie

Freddie Mercury es la razón por la que muchísima gente en el mundo oyó el nombre de esta pequeña islita al este de África, al norte de Tanzania. Tal vez sea una injusticia para los dos, para el cantante y para la isla.

Zanzíbar (los tanzanos pronuncian Zánzibar), donde estuve estos días, una de las “islas de las especias” de tiempos idos, pertenecía a los sultanes de Omán, de la península árabiga, derrocados para dar paso a un gobierno republicano que se unió a Tanganica, para formar la actual República Unida de Tanzania en 1964, bajo una forma federal. Tiene gran autonomía y aquí son amplia mayoría los musulmanes.

Las playas son espectaculares, vientos permanentes mecen los bananos, las palmeras, los guayabos, pero las rutas y calles están llenas de lomadas. Stone Town, la capital, llena de baches. La ciudad parece administrada por la Municipalidad de Asunción, hasta en limpieza se parece más a nuestra capital que a la zona continental del país.

Las lomadas aquí me conducen a pensar que habrán sido recomendación de alguna de esas nefastas ONG que imponen sus absurdos a través de los organismos internacionales, de donde las habrá importado, seguramente, Carlos Filizzola cuando sufrimos su administración municipal.

Los edificios públicos están descuidados, el cinturón de pobreza es similar al que rodea a Asunción, pero nada de esto quita que el casco antiguo de la ciudad es muy pintoresco, una ciudadela árabe que vale la pena visitar.

La casa de Freddie Mercury está en el corazón de la ciudadela, una casa bien mantenida, bien señalizada. Es un hotel ahora, un edificio claro de tres o cuatro pisos que sólo se diferencia de su vecindario por su buen estado.

La vida del cantante es una evidencia más acerca de por qué hay que evitar que tenga fuerza legal la intolerancia de la religión hacia las personas diferentes, por homosexual en su caso. Las leyes no deben surgir de la religión, la religión y la ley deben estar separados y el Estado debe frenar sus absurdas supersticiones.

Si fuera por los curas de aquí (imanes, qadis, mufties, mullaes o ayatollaes) reprimían a Mercury para someterlo a la uniformidad, como los cristianos hacen todavía en la mayor parte de África o como hicieron en Inglaterra con Alan Turing a pesar de que les dio la clave de su victoria en la II Guerra Mundial o con Roger Casement, a quien los católicos irlandeses deben, junto a otros, la independencia de su país, muy a su pesar. O lo mataban, como los religiosos de ISIS siguen haciendo. A las religiones no les interesa el talento, les interesa la obediencia. Por eso detestaba la isla.

Sin embargo, para escándalo de las religiones, y del Islam, Freddie Mercury es la persona más famosa de Zanzíbar, a la que deben el interés de millones en su isla.

No dudo que, si pudieran, suprimirían a Freddie Mercury de la memoria local. De momento no pueden, aunque la sangrienta tiranía de Arabia Saudita impone regresiones espantosas en Egipto y en los países donde alquila a políticos corruptos que esconden sus crímenes con la fe, como en nuestro Paraguay.

evp@abc.com.py

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