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En el caso Gobernación de Misiones, los órganos competentes siguieron el proceso normativo de buscar la transparencia en el manejo de la cosa pública. Desde la Junta Departamental que cumplió su rol de contralor del ejecutivo, la Contraloría General de la República (CGR), el poder Ejecutivo y la Cámara de Diputados, asumieron el compromiso en su área de competencia.
Pero, hubo un sistemático trabajo de la Junta Departamental que, desde el 2009, al examinar la ejecución presupuestaria, pidió la intervención para aclarar las presuntas irregularidades halladas por los ediles.
Más allá de las cuestiones administrativas, algo que llamó la atención fue la actitud soberbia y prepotente de
Pereira. En vez de aclarar las dudas con racionalidad y sencillez, con educación y decencia, enfrentó y vociferó a sus críticos en forma muy grosera que no cabe en la figura de un gobernador.
La altanería y los atropellos verbales, los calificativos denigrantes, alcanzaron a todos, sin distinción de género ni edad. Eso cayó muy mal en la sociedad misionera acostumbrada al respeto, decencia y la tolerancia.
La política no es ganar las elecciones y alardear por los votos ni vociferar a la gente. Es prestar servicios, impulsar el desarrollo económico, social y buscar la igualdad con base en programas concretos, realizables.
La decisión de Diputados también debe llamar a reflexión a los dirigentes liberales para sanear la institución y buscar líderes genuinos que tengan amplitud de espíritu y capacidad para unir a todos los sectores. En política es inmoral atacar con groserías e insultos a personas honestas que se esfuerzan en el trabajo. Política es buscar el bien común y el bienestar del pueblo.
rmontiel@abc.com.py