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Mientras la consternación por el caso continuaba y se acentuaba con repercusiones internacionales, saltaron en los últimos días alrededor de cinco casos de violación, uno de ellos teniendo como víctima a un menor de solamente dos años. Al parecer, se trata de una práctica ampliamente extendida, encubierta, raramente denunciada y hasta aceptada, si uno se limita a mirar los números.
El Ministerio de Salud reveló que en el 2014 más de 600 niñas de entre 10 y 14 años fueron madres en Paraguay. Atendiendo a la edad de las menores, es irrelevante discutir si hubo o no consentimiento. Estamos ante 600 casos de abuso que terminaron en un embarazo. Ni hablar de los que no.
¿Qué pasó con esas niñas y con sus bebés? Después de haberlas asistido, ¿alguien les hizo un seguimiento a sus tristes casos? O, ¿solamente las redujeron a un útero, un canal de parto?
La culpa no es de los médicos; ellos son una pieza dentro de un sistema que no solamente no es capaz de reprimir con eficacia los crímenes sexuales contra los niños, sino que los revictimiza obligándolos a arrastrar las consecuencias de esos actos. O, en el menos triste de los casos, forzando a las niñas a cargar con las consecuencias de la falta de educación sexual-reproductiva. A esas niñas que tuvieron el infortunio de educarse en escuelas estatales cuyos programas de estudio se diseñan más en base a caprichos religiosos que a realidades. Donde reducen debates sociales a discusiones morales.
A la niña de 10 años de la que todos hoy estamos muy pendientes probablemente le ocurrirá lo mismo que a las otras 600 menores. La asistirán durante el embarazo y el parto para después echarla al olvido.
Así las cosas, es de suponer que las violaciones y embarazos en niñas es una tendencia que continuará y seguirá gozando de buena salud, salvo el caso de que así como la sociedad reacciona, nuestras autoridades también lo hagan e introduzcan las reformas legislativas pertinentes en materia legal y educativa, reformas que atiendan a realidades y no a mezquinos intereses electorales, ocultos bajo consignas de instituciones medievales.
pcarro@abc.com.py