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Su nombre real es Rodrigo Londoño Echeverry, descendiente de una familia provinciana del sector medio-bajo. Lo sustituyó por el de Timoleón Jiménez como nom de guerre, pero luego lo sovietizó por el Timochenko, probablemente elegido como un no tan secreto homenaje a Semion Timochenko, el mariscal amigo íntimo de Stalin que murió pocos años antes de que el colombiano llegara a Moscú a estudiar (es un decir) en la Universidad Patricio Lumumba, previo su viaje a Cuba a continuar no-estudiando en la isla del Dr. Castro. Sitio donde dicen que concluyó algo relacionado con la medicina, disciplina en la que seguramente resultará más peligroso y letal que como narco-guerrillero, pese al tremebundo dossier compilado por el columnista, Héctor Gómez Kabariq, de quien reproduzco los siguientes tres párrafos.
Gómez escribió:
“El prontuario de Timochenko comprende gran cantidad de actos como secuestro, terrorismo, homicidio, rebelión, reclutamiento de menores, hurto calificado, daño en bien ajeno, narcotráfico, extorsión, conspiración, sedición y concierto para delinquir. El máximo comandante en jefe del grupo guerrillero también presenta 117 órdenes de captura por parte de las autoridades colombianas.
Ha sido condenado a prisión por varios jueces por múltiples actos violentos. Todas las condenas de Timochenko suman 164 años: una condena de 34 años por el ataque contra el municipio de Gigante (Huila), otra sentencia de 25 años por el asesinato de monseñor Isaías Duarte Cancino, otra condena de 27 años por el secuestro de una excongresista en 2001, otro fallo en su contra por el cual le imputaron 40 años luego de perpetrar un atentado en 1998 contra una base militar de la Región de la Orinoquía y una última pena de 38 años por el asesinato de Consuelo Araújo Noguera.
El Gobierno de los Estados Unidos alcanzó a ofrecer la suma de 5 millones de dólares por su captura.
Rodrigo Londoño Echeverry, “Timochenko”, encabezó como jefe de las FARC las negociaciones de paz con el gobierno del presidente Santos en los últimos cuatro años en La Habana, Cuba, y este 26 de septiembre [2016] en Cartagena será el encargado de firmar el acta definitiva de paz con el Jefe del Estado, en presencia de delegaciones de por lo menos 50 países de todo el mundo”.
¿Por qué alguien con semejante biografía renuncia a la violencia y decide buscar los mismos fines por vías políticas? Sencillo: porque sabía que había perdido la guerra y era cuestión de poco tiempo que los perfeccionados drones al servicio de la aviación militar colombiana liquidara a la cúpula de las FARC. La muerte violenta de Raúl Reyes, Mono Jojoy y Alfonso Cano, “dados de baja” por los bombardeos enemigos eran un exacto augurio de lo que les esperaba a todos ellos en la medida en que la tecnología de guerra y la inteligencia militar continuaran perfeccionándose.
¿Con qué recursos Timochenko piensa ganar las elecciones colombianas? También es sencillo: con los narcodólares que controlan las FARC. Es una inmensa cantidad de dinero. A las FARC se les ha llamado “el mayor cártel de la droga del planeta” y es probable que así sea. Tendrá plata para untar con “mermelada” –como llaman en Colombia a este innoble soborno– a cuanto comunicador o dirigente se preste. Tendrá (ya tiene) en su campo a los astutos operadores políticos cubanos (los mismos que hicieron presidente a Hugo Chávez), y a toda la izquierdería ideológica como Podemos en España, Maduro y sus 40 ladrones en Venezuela y a sus compañeros del Foro de São Paulo.
¿Para qué quiere instalarse en el Palacio de Nariño? Esto no lo dirá, porque se limitará a denunciar las enormes deficiencias de la sociedad colombiana, pero sospecho que habrá poca gente que ignore que a Timochenko no le interesa aliviar esos males con honradez, inversiones, mercado y propiedad privada, como hacen las naciones más felices y prósperas del mundo, sino cambiar el signo de las desgracias que afligen a ese país.
Como buen marxista-leninista de la vertiente cubana, transferirá la riqueza existente de manos de los “oligarcas” a los cuadros que segregará la mítica revolución (en realidad una nueva oligarquía) en un proceso que llaman “la formación de capital primario”. Organizará el trasvase del aparato productivo privado a unidades colectivas, sin importarle el daño que eso cause a la economía y al pueblo, mientras tiende un puente de plata por el que huirán sus adversarios naturales. Simultáneamente, cambiará la Constitución para que exista la reelección indefinida y se termine ese cuento burgués de la separación de poderes o la alternancia diversa en el gobierno.
“La revolución y yo somos así, señora”, diría un español de los viejos tiempos parafraseando un famoso texto teatral.
[©FIRMAS PRESS]
*Periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas.