Tétrico y fantasmal

Lo que había comenzado como una ilusión descabellada, como una utopía imposible de realizar y como una fantasía o cuento de hadas de las mil y una noches, va cobrando forma en la dimensión de la realidad bajo la mirada atenta y desconcertada del establishment del Partido Republicano, que jamás asistió a la puesta en escena de una colosal tragicomedia protagonizada por un personaje exento de las mínimas condiciones para liderar un partido que con sus luces y sus sombras ha dejado una impronta imperecedera en la historia de los Estados Unidos de América.

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Ríos de tinta ya se han malgastado para entender el fenómeno exótico de Donald Trump. Según la politóloga Gadarian, el “trumpismo” es la consecuencia de una ansiedad política que genera incertidumbre y un sentimiento negativo de la realidad financiera actual que destila inseguridad y temor en muchas familias, a lo que hay que sumar los cambios culturales y demográficos que se han desatado con cierta furia sobre todo el territorio norteamericano en los últimas décadas

Para otros, Trump es el resultado de un profundo malestar de la clase trabajadora blanca que ha asistido a la pérdida del poder adquisitivo de sus rentas, o por los salarios estancados, sin contar por supuesto la inclusión de una furiosa xenofobia y un racismo vastamente excluyente que se ha venido incubando aceleradamente por la llegada al poder de Obama quien, supuestamente, se ha esmerado en la tarea de coquetear con el mundo islámico, en detrimento de los auténticos valores de la democracia y la libertad occidental.

Algunos van más allá, alegando que Trump ha instalado en el inconsciente colectivo de la raza blanca la sensación de protección y de sentido de pertenencia y deseo anhelante y hasta delirante de volver a los días dorados de la hegemonía norteamericana luego de la Segunda Guerra Mundial cuyo producto bruto estaba cifrado en casi un 50 por ciento de la totalidad global, a más de contar con la absoluta hegemonía en materia de defensa militar y nuclear.

Para los más ortodoxos, Trump ha tomado la delantera dentro del Partido Republicano porque se ha definido como un recalcitrante e irreconciliable anti-Obama, quien durante su juventud había trabajado en los barrios marginales de gente de color, en su mayoría injustamente marginados y pobres de solemnidad.

Trump aparece aquí haciendo el contrapunto al enemigo ocasional, exhibiendo las “gallardas condecoraciones sociales”, por su profesión altamente exitosa, capaz de realizar el milagro de la alquimia, como el rey Midas, al transformar y multiplicar una pequeña cantidad de oro en un caudal inconmensurable de ávida, desbordante, envidiable y apetecible riqueza.

Sin embargo, para el establishment republicano la candidatura de Trump es una pesadilla interminable, una lóbrega y patética ciénaga y un tétrico y fantasmal espectro que aterroriza y paraliza, cuando se va convirtiendo en un incontenible tornado electoral que ya ha desplazado a Rubio, Cruz y Kasich, que juntos y unidos no lograron desplazar al “intruso, rebelde y contumaz” Trump.

El desconcierto se cierne sobre los Estados Unidos y el mundo entero con visos de impredecibles consecuencias, en todos los órdenes del quehacer nacional e internacional.

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