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Cuando va a llegar alguien importante en nuestra casa solemos hermosear muchas cosas, para que el visitante se sienta a gusto y nosotros no hagamos un fiasco.
Así tendría que ser el espíritu que nos moviera por estos tiempos: arreglar nuestro corazón para un verdadero encuentro con el Niño Jesús, de tal modo que el ajetreo de diciembre, y el frecuente consumismo de Navidad y Reyes Magos, no nos hagan perder el significado de estas celebraciones.
El Evangelio nos exhorta a prepararnos para el encuentro con Cristo, que es seguro que se dará, aunque nadie sabe cómo ni cuándo.
Él usa tres comparaciones para estimularnos a la vigilancia: los tiempos de Noé, dos hombres en el campo y la llegada imprevista del ladrón.
Tiene que llamarnos la atención esta advertencia: “Dos hombres estarán en el campo: uno será llevado y el otro será dejado; dos mujeres estarán moliendo: una será llevada y la otra, dejada”. Es decir, quien analiza en una primera visión a los dos hombres, o las dos mujeres, están haciendo la misma cosa, supuestamente.
Los dos están trabajando en el campo y las dos mujeres están moliendo, sin embargo, el resultado es completamente diferente: uno es llevado y el otro, dejado.
Es interesante ampliar la idea: veinte personas estarán en el cine, diez serán llevadas y diez serán dejadas; treinta personas estarán en la calle, quince serán llevadas y quince serán dejadas, cincuenta estarán en la iglesia, y mitad va para un lado y mitad para el otro lado.
Esto muestra que, además de la acción aparente que uno realiza, hay otros criterios que inciden en el juzgamiento y tienen notable valor: es la tentación de parecer, pero no ser.
Sabemos que Dios mira el corazón de cada uno y quiere que todos vivan con Él en la gloria, pero es necesario moverse con los criterios del Evangelio.
Entonces, junto con el parecer honesto, hay que ser realmente honesto, con el parecer trabajador, hay que ser verdaderamente trabajador.
Para que no nos dejemos engañar por las apariencias, consideremos estas tres características: la humildad con que uno hace las cosas, no buscando lucirse, vanamente.
Asimismo, es relevante la intención con qué se hace algo, aunque solamente Dios consigue evaluar esto. Humanamente, la sospecha siempre está y solemos afirmar: “De buenas intenciones el infierno está lleno”.
Finalmente, tengamos en cuenta el esfuerzo sincero, y moralmente válido, para ser y parecer un auténtico cristiano.
Paz y bien.
hnojoemar@gmail.com