Sensibilidad

Aunque traiga a este espacio periodístico una opinión que puede parecer gastada, tengo la necesidad de decir que nuestro ecosistema corre serios, graves peligros, y que cada uno debería hacer lo que está dentro de sus humanas posibilidades para defenderlo.

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Un poco de autocrítica no nos vendría mal.

¿Cuidamos realmente el ambiente en que vivimos o ya no nos importa nada y nos dejamos estar?

¿Hemos perdido la sensibilidad?

¿Valoramos en su justa dimensión, pensando en nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, las reservas naturales?

¿Por qué hemos llegado hasta este nivel de inconsciencia, indiferencia y apatía?

Tal vez los sociólogos, aquellos expertos en arribar a algunas conclusiones en torno a la idiosincrasia, puedan decir en cierto momento qué está pasando con la mentalidad del pueblo paraguayo y del Gobierno.

Nuestro hermoso lago azul de Ypacaraí era considerado tiempo atrás en el mundo como uno de los más importantes paisajes naturales del Paraguay y un atractivo turístico que hacía que muchas gentes del exterior se movilizaran y quisieran conocer San Bernardino.

Ahora, la ciudad veraniega solamente tiene calor y mal olor que ofrecer. Eso sí, también exposición de libros que se encuentran a disposición de los amantes de la lectura en la casa Buttner, y deportes, lo que es digno de estimar en los tiempos actuales.

Volviendo al lago de Ypacaraí, la guarania compuesta en su memoria por Zulema de Mirkin y Demetrio Ortiz, tal vez habría que ser retocada pues las aguas ya no son azules sino verdes. Lástima enorme.

Además, como ya se sabe, Areguá también se ha visto seriamente afectada por los efectos de la contaminación.

Aquella ciudad que sirvió de escenario para escribir “La babosa” a Gabriel Casaccia, por lo menos conserva el arte de la cerámica.

Las obras hechas por sus artesanos, que sirven para dar un toque de armonía a cualquier rincón de la casa, y la calidez en el trato de sus gentes, bien valen nuestra simpatía y nuestro apoyo.

Tal vez baste un gramo de sentido común para entender que nos estamos quedando, poco a poco, sin sitios en el interior que tengan un atractivo turístico capaz de movilizar a las gentes que desean visitar el Paraguay.

Es sabido que la alteración nociva de los arroyos y de los lagos se debe, en gran parte, a los desechos tóxicos que vierten las industrias y los efluentes cloacales.

Y, sin embargo ¿ qué hacemos los paraguayos que amamos nuestro país, que valoramos lo que la naturaleza nos ha dado, que alguna vez hemos plantado un árbol, por recuperar el lago?
Muchísimos ciudadanos unidos por una causa noble se manifiestan contra esta situación y piden castigo para los causantes de la contaminación. Bien por su actitud.

Queda en evidencia que muchos de los gobernantes, de las autoridades que prometen luchar por mejorar las condiciones ambientales, tienen su enorme parte de culpa, pues van de promesa en promesa, de mentira en mentira, de hipocresía en hipocresía, y hacen pésimamente los deberes.

Por otra parte ¿No es hora de preguntarnos, en forma colectiva o individual, cuál es nuestra cuota de responsabilidad en evitar que el ecosistema se vuelva contra nosotros, finalmente, y ya sea muy tarde para pedir auxilio?

delfina@abc.com.py

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