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El intendente encarnaceno y todo un “equipo” había viajado a Italia –a costa del erario– para observar cómo se administran los centros turísticos en Europa y aplicar lo aprendido localmente. Al parecer no sirvió de mucho aquel costoso viaje.
Aprobar el accionar de sus “patovicas”, unos muchachos que se creen muy rudos y consideran que se debe tratar con rudeza a los turistas que nos vienen a visitar habla muy poco a favor. El solo ver a los “guardias de seguridad” resulta ofensivo para cualquier ciudadano: enormes cachiporras, aspecto y actitud agresivos, algunos con riñoneras que sugieren la portación de algún arma de fuego.
Antes que un lugar de esparcimiento y solaz, las playas parecen un lugar donde el visitante es un delincuente en potencia que debe estar bajo libertad vigilada.
Ante la menor circunstancia, la reacción de los guardias suele ser desmedida en el tono y la forma. Actúan incluso por encima de la Policía Nacional, con la que también ya tuvieron algunos “roces”.
La seguridad en las playas es una responsabilidad de la Municipalidad al igual que de la Policía Nacional y de la Marina que tiene competencia en materia de seguridad en las aguas territoriales. Pero, al parecer el problema de nuestro intendente y de sus aguerridos “patovicas” radica en la interpretación del concepto de seguridad.
A la vista de los hechos, nuestro intendente y sus “asesores” no aprendieron nada en los viajes de observación a otras playas para ver cómo se cuida y se trata a los turistas para que quieran volver a visitarnos.
jaroa@abc.com.py