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También es hora de poner fin a los clanes familiares que durante décadas se han apropiado de los cargos municipales alternándose entre hermanos, cónyuges e hijos. A modo de ejemplo, basta ya de los Gómez Verlangieri (PLRA) en Limpio y de los Zacarías-McLeod (ANR) en Ciudad del Este. La permanencia de una familia en un ente público facilita la corrupción y el nepotismo.
Entonces, ¿por quién votamos? La respuesta deberá ser reflexionada y decidida en cada ciudad. Lastimosamente, con frecuencia se presenta la situación de que no existe el candidato ideal, el conocido por su capacidad, honradez y dedicación al trabajo. La realidad nos ofrece como opciones a dirigentes políticos propuestos por sus partidos que han logrado candidatarse por sus vínculos con los caudillos de la zona, con grupos económicamente poderosos o, también, con sectores de narcotraficantes y contrabandistas.
Así que, en muchos casos, estamos ante la antigua encrucijada de votar en blanco o marcar la boleta del candidato menos malo. No es la alternativa ideal, pero eso es lo que hay.
Si hubiera varias opciones, tengamos en cuenta ciertos criterios básicos. Por ejemplo, ante tantos casos de corrupción en los municipios, el valor de la honestidad ocupa un lugar relevante. Quizás algún candidato no sea un líder político, un gran orador o un acaudalado empresario, pero si hasta ahora ha sido un ciudadano honesto, trabajador, buen padre de familia y que se ha preocupado por los problemas de su barrio y de su ciudad, démosle la oportunidad de ser jefe comunal. Tal vez no sea una figura pública muy promocionada en los medios, pero sí un buen administrador de los bienes patrimoniales y de los recursos económicos del municipio.
Otra característica importante: El intendente debe estar en diálogo permanente con los parroquianos, necesita hablar con la gente, visitar permanentemente los barrios, para conocer de cerca los problemas y tratar de encontrar soluciones. Las autoridades encerradas en sus oficinas, que solo manejan papeles y escuchan a sus funcionarios más cercanos, ni se enteran de los problemas cotidianos de la gente. El jefe comunal debe estar al servicio de sus compueblanos y eso demanda caminar las calles, recorrer los barios y buscar, junto con los vecinos, los mecanismos y recursos para tapar los baches, reparar los puentes, mejorar la recolección de basuras, hermosear las plazas, etc.
Aunque sea de a poco, tenemos que ir superando el voto atado a un partido. Uno puede o no estar afiliado, pero a la hora de votar, pensemos en personas, en el candidato que nos parece el más adecuado para servir a la gente, sin importar a qué partido o movimiento pertenece.
ilde@abc.com.py