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Hubo una época en que, en nuestro país, se sintió de alguna manera la fuga de cerebros. La fuga de divisas siempre hubo. Ahora se suma la fuga masiva de prostitutas. Es como para exclamar como los porteños rioplatenses: "¡Bárbaro, nos vamos a quedar sin locas, loco!". España tiene el raro privilegio de contar con más de 1.500 unidades de nuestra riqueza natural, con ritmo y número en constante ascenso.
Es cierto que, además de prostitutas, existen prostitutos, pero la mayoría de los paraguayitos que van a la madre patria tienen un sombrío panorama si se dirigen allí con la intención de hacerse "dar" por dinero. Ya sea que se llamen burdeles, lupanares, lenocinios, prostíbulos o kilombos, las portadoras de nuestro arisco romance se están adaptando de maravilla en el Primer Mundo. Don Herminio estará satisfecho.
En la península Ibérica, como dice la letra del bolero, allá tal como aquí, las flores de Pilar, Encarnación, las guaireñas, concepcioneras, villetanas, y demás, funcionan como engranaje aceitado en algunos hoteles, clubes nocturnos, bares, plazas y calles, y sus amigos las anuncian por la prensa escrita, por la TV y hasta por Internet. En esto les están haciendo sombra a las asiáticas y africanas.
Hay que recordar que algo parecido ocurrió en toda la costa atlántica de norteamérica, cuando a la West Fargo y la Unión Pacífica se les ocurrió competir para la instalación de rieles ferroviarios que unirían los dos océanos recorriendo todo el territorio estadounidense. A medida que avanzaban las vías, pueblitos de madera se adelantaban y se instalaban para esperar a los trabajadores, un frondoso equipo de putas y tahúres. Si de aquí se nos van todas nuestras "bandas" ¿que pasará con nuestros cafichos y madamas? ¡Bárbaro!
Es cierto que algunas de nuestras mancebas son engañadas, pero no obstante, la mayoría lo hace reclamando libre albedrío. Allí existen clubes telefónicos como los hay en Japón, en donde la pendejada femenina, desde la minoría de edad, se prostituye, no por vivir en la pobreza, sino para obtener un "extra", de dinero dulce. Las que tienen acceso a páginas web si que amóntema, dale nomás. Contestan una proposición por correo y ya.
Esta cuestión de la prostitución sufre eternamente cierta discriminación, cuando no redomada hipocresía. Ya sea que la susodicha se dedique "full time" o solo medio tiempo, siempre acusa el impacto social o religioso. En cambio, con los que gozan sus servicios, como diría Alf, "no hay problema".
Es de suponer que nuestras chicas se fueron a Europa para categorizarse, porque si van a andar por la calle, a exponerse a que un degenerado violento las trate como un trapo y les contagie sida, no nos servirá de nada el poema que habla de la vuelta de las oscuras golondrinas.
No sabemos qué es más mbóre: comprar o vender sexo, pero toda actividad conlleva sus riesgos. A finales de la década de los 80, siglo pasado, en Suecia, el movimiento feminista empezó a patear la olla de sus subcongéneres. A las suecas se les ocurrió de repente que la prostitución era una forma más de la violencia masculina contra las mujeres. Para más, al empezar el presente siglo y milenio, el movimiento feminista europeo pidió que la prostitución se considere como una violación de los derechos humanos de las mujeres.
La organización mundial de cafichos no se hizo esperar. Como las ranas descritas por Cicerón, coincidieron a los gritos en que las hembras tienen todo el derecho del mundo de hacer con su asunto lo que se les antoje, y añadieron que en general, las leyes solo están dirigidas esencialmente hacia la prohibición y persecución de actividades delictivas "re-la-cio-na-das" con la prostitución, como es la trata de blancas, la esclavitud, la utilización de menores, la extorsión por organizaciones criminales o por individuos, y otras cuestiones afines.
Agregaron también que las pobres meretrices, en su mayoría provienen de un medio miserable, violencia intrafamiliar, ultraje en su niñez y por ende de la ignorancia, de metidas de pata, de falta de valores adquiridos y que lo único que faltaba era que se les privara también de "eso".
Según algunos, la palabra puta consiste en una especie de abreviación de p-rostit-uta. Según otros, deviene del verbo latino putare, es decir, pensar. Algo así como pensar con la concha. Otra posibilidad habla de que proviene del nombre latino de la diosa menor de la agricultura, por supuesto, llamada Puta. No sería nada extraño que se trate de esto último, como una fuerza divina en el monte, pues dicen que cuatro pelos de una vulva tiran más que una yunta de bueyes.
Es cierto que, además de prostitutas, existen prostitutos, pero la mayoría de los paraguayitos que van a la madre patria tienen un sombrío panorama si se dirigen allí con la intención de hacerse "dar" por dinero. Ya sea que se llamen burdeles, lupanares, lenocinios, prostíbulos o kilombos, las portadoras de nuestro arisco romance se están adaptando de maravilla en el Primer Mundo. Don Herminio estará satisfecho.
En la península Ibérica, como dice la letra del bolero, allá tal como aquí, las flores de Pilar, Encarnación, las guaireñas, concepcioneras, villetanas, y demás, funcionan como engranaje aceitado en algunos hoteles, clubes nocturnos, bares, plazas y calles, y sus amigos las anuncian por la prensa escrita, por la TV y hasta por Internet. En esto les están haciendo sombra a las asiáticas y africanas.
Hay que recordar que algo parecido ocurrió en toda la costa atlántica de norteamérica, cuando a la West Fargo y la Unión Pacífica se les ocurrió competir para la instalación de rieles ferroviarios que unirían los dos océanos recorriendo todo el territorio estadounidense. A medida que avanzaban las vías, pueblitos de madera se adelantaban y se instalaban para esperar a los trabajadores, un frondoso equipo de putas y tahúres. Si de aquí se nos van todas nuestras "bandas" ¿que pasará con nuestros cafichos y madamas? ¡Bárbaro!
Es cierto que algunas de nuestras mancebas son engañadas, pero no obstante, la mayoría lo hace reclamando libre albedrío. Allí existen clubes telefónicos como los hay en Japón, en donde la pendejada femenina, desde la minoría de edad, se prostituye, no por vivir en la pobreza, sino para obtener un "extra", de dinero dulce. Las que tienen acceso a páginas web si que amóntema, dale nomás. Contestan una proposición por correo y ya.
Esta cuestión de la prostitución sufre eternamente cierta discriminación, cuando no redomada hipocresía. Ya sea que la susodicha se dedique "full time" o solo medio tiempo, siempre acusa el impacto social o religioso. En cambio, con los que gozan sus servicios, como diría Alf, "no hay problema".
Es de suponer que nuestras chicas se fueron a Europa para categorizarse, porque si van a andar por la calle, a exponerse a que un degenerado violento las trate como un trapo y les contagie sida, no nos servirá de nada el poema que habla de la vuelta de las oscuras golondrinas.
No sabemos qué es más mbóre: comprar o vender sexo, pero toda actividad conlleva sus riesgos. A finales de la década de los 80, siglo pasado, en Suecia, el movimiento feminista empezó a patear la olla de sus subcongéneres. A las suecas se les ocurrió de repente que la prostitución era una forma más de la violencia masculina contra las mujeres. Para más, al empezar el presente siglo y milenio, el movimiento feminista europeo pidió que la prostitución se considere como una violación de los derechos humanos de las mujeres.
La organización mundial de cafichos no se hizo esperar. Como las ranas descritas por Cicerón, coincidieron a los gritos en que las hembras tienen todo el derecho del mundo de hacer con su asunto lo que se les antoje, y añadieron que en general, las leyes solo están dirigidas esencialmente hacia la prohibición y persecución de actividades delictivas "re-la-cio-na-das" con la prostitución, como es la trata de blancas, la esclavitud, la utilización de menores, la extorsión por organizaciones criminales o por individuos, y otras cuestiones afines.
Agregaron también que las pobres meretrices, en su mayoría provienen de un medio miserable, violencia intrafamiliar, ultraje en su niñez y por ende de la ignorancia, de metidas de pata, de falta de valores adquiridos y que lo único que faltaba era que se les privara también de "eso".
Según algunos, la palabra puta consiste en una especie de abreviación de p-rostit-uta. Según otros, deviene del verbo latino putare, es decir, pensar. Algo así como pensar con la concha. Otra posibilidad habla de que proviene del nombre latino de la diosa menor de la agricultura, por supuesto, llamada Puta. No sería nada extraño que se trate de esto último, como una fuerza divina en el monte, pues dicen que cuatro pelos de una vulva tiran más que una yunta de bueyes.