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Así que enfilé rumbo a la ciudad del amor para poner mi patente vehicular al día sin tener que pagar multas posteriores. El tránsito jugaba a mi favor, llegué en tiempo récord; mi teoría, hasta entonces, estaba en lo cierto. Estacionamiento libre, el cuidador del lugar cobraba una tarifa única de G. 5.000 y mantenía a buen resguardo la carcacha por tiempo indefinido. Chiche bombón hasta que tocó cruzar el umbral de la Muni de Lambaré, todo entusiasmo tipo Teletubbie corriendo por las verdes praderas contrastó con la “dantesca” escena: unos 800 contribuyentes tuvieron la misma idea que yo y encontramos todos en la gran sala de la procrastinación en la que se había convertido la cancha de deportes. Todos esperando abonar nuestras cuentas con el fisco municipal. Dice la cultura popular que el paraguayo tiende a dejar todo para última hora. Yo no creo que sea patrimonio exclusivo de nuestra nacionalidad, pero tal vez seamos quienes hacemos uso y abuso de la procrastinación.
El término proviene del latín procrastinare que significa diferir, aplazar; así que como verán ya los antiguos romanos manejaban estas artes. Y como a los ancestros se los respeta... (?) somos maestros del ultimahorismo. Para alegría de los fans del balompié, la Municipalidad había dispuesto estratégicamente televisores y una gran pantalla para que los contribuyentes rezagados maten el tiempo siguiendo el partido. Me sorprendió ver y escuchar los entusiastas gritos que celebraran los cuatro franco goles y dije: Qué muchos franceses tributan en Lambaré. La espera duró casi tres horas y al filo del mediodía llegamos a la meta.
Luego de asistir la noche anterior a la obra TOC TOC (que tiene como eje los Trastornos Obsesivos Compulsivos y otras taras de la sicología) me puse a analizar en la raíz este comportamiento (el mío y el de los otros 799 que estábamos ahí). Y cavilé por lecturas que explicaban que hay tres razones por la que se procastina (por sentir la adrenalina del último momento, por miedo al fracaso y por indecisión). Vamos a ver al médico a último momento, no denunciamos la corrupción hasta que se cae una escuela o un puente.
Perdamos el miedo al fracaso, hay otras formas de sentir adrenalina y seamos decididos aunque nos equivoquemos. Dejar para lo último cuesta muy caro. Y a veces ya es tarde cuando queremos reaccionar. Pasa en la vida cotidiana, laboral y pasa a nivel gubernamental. De la cultura de atrasar tal vez se explique que vivimos en el atraso, en una republiqueta bananera con gobernantes de cuarta.