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El resultado de las internas no hace más que acelerar un proceso que se ha dado irrefrenablemente y que en el período de Nicanor Duarte Frutos tuvo sus puntos más relevantes en la segunda mitad de su mandato. Y es que nuestra Constitución convierte a los Presidentes de la República en cadáveres políticos a los dos años y medio de gestión.
La Constitución Nacional, al no permitir la reelección, inexorablemente condena al presidente de turno al ostracismo partidario casi al mismo tiempo que asume la Presidencia de la República. Durante los dos primeros años de gobierno, la lógica prebendaria sostiene más o menos homogénea a la masa partidaria que lo llevó al poder, gracias a la posibilidad de distribución de los cargos públicos. Pero una vez pasados los dos años y medio, llegan las elecciones municipales y el panorama cambia completamente. Se inicia entonces la carrera por el siguiente período presidencial. Todos los postulantes a suceder al gobernante de turno inician la “guerra” por alzarse con la candidatura. Es época de todos contra todos, armar alianzas y buscar financiamiento.
Y en este panorama, el administrador estatal tiene sólo dos opciones: o elige a su caballo y lo financia con fondos públicos, o se convierte en un mero espectador y a la vez, blanco de todos los que se consideran excluidos del financiamiento de sus respectivas campañas.
Cartes no tuvo peor idea que la de entrar de cabeza a las internas, en julio pasado; se granjeó tantos adversarios como pudo y abroqueló en su contra a una importante masa partidaria que ahora no hizo más que pasarle la factura. Intentó crear una base de sustentación, precisamente a nivel de intendencias y gobernaciones y la respuesta fue clara y contundente: no se entendió el mensaje.
Hay gente que asegura que Cartes apuntaba a la reelección precisamente para no sufrir este fenómeno; para no tener que convertirse en el nuevo Nicanor, que sólo pudo gritar y soliviantar a las masas en los últimos dos años de mandato porque ya veía caérsele la noche a su carrera política, sin haber cumplido aún ni 60 años. Y efectivamente, quedó en compás de espera, en una especie de coma, hasta ahora.
Los resultados electorales parecen indicar que lo de la reelección quedará en el freezer, al menos para el Partido Colorado por sí solo.
Pero la movida de Fernando Lugo puede perfectamente apuntar a ello y no hay que perderle de vista.
Si Lugo logra articular a nivel legislativo una mayoría que apruebe una Constituyente, la jugada sería habilitar la reelección, por una única vez, para el próximo presidente, excluyendo a Cartes, pero él y Duarte Frutos estarían habilitados. Y él y Duarte Frutos son ideológicamente afines, lo que podría ser un nexo importante a la hora de negociar la mayoría necesaria para aprobar una Constituyente. En las próximas semanas, Cartes tendrá necesariamente que definir de cuál saco se cuelga –o compra– para poder sostenerse durante los dos años y medio que le restan en el Palacio de López.
ana.rivas@abc.com.py