Cargando...
El proyecto, en líneas generales, es inobjetable y el haber logrado financiación para todo el conjunto es un éxito que debe alegrar al país porque significa la esperanza de volver a contar con un lago Ypacaraí descontaminado, apto como balneario y especial para la práctica de deportes acuáticos, sin contar su importancia turística. Pero una planta para descontaminar la corriente mencionada tiene objeciones serias. Nosotros creemos que en el mundo no debe haber instalaciones de este tipo para descontaminar una corriente de agua.
Lo que se proyecta, en primer lugar, es ilógico, porque si se estudia la cuenca de esta corriente se verá que la contaminación la recibe de industrias, lavaderos, mataderos, o lo que sea. Entonces, la lógica indica claramente que lo que hay que hacer es obligar a los que la contaminan a contar con una planta propia para el tratamiento de sus efluentes. Y, muerto el perro, se acabó la rabia. Lo que significa que, desaparecida la contaminación en su origen, el agua del arroyo volverá, de por sí, a sus condiciones naturales sin necesidad de una planta de tratamiento especial.
Si se construyera dicha planta, los que contaminan el arroyo actualmente no se verán obligados a tratar sus efluentes. Total, el Estado –con dinero del contribuyente– ya habrá hecho el trabajo que les corresponde a ellos, y así podrán seguir contaminando los arroyos.
En segundo lugar, no existen plantas de tratamiento de efluentes que se ajusten a las grandes variaciones de caudal de corrientes de agua, sea en periodo de creciente o bajante de temporada o por lluvias torrenciales. Las variaciones de caudal del arroyo que estamos tratando son enormes. Podría decirse que superan fácilmente el 50% de lo que podría ser el caudal normal. Además, ni los dosadores de productos químicos para el tratamiento podrían ajustarse a las necesidades de tales variaciones de caudal.
En tercer lugar está el costo de lo que será una enorme planta de tratamiento de efluentes. Normalmente, la solución que se plantea en la tecnología del agua, en un caso como este, es la que se expone en el primer punto de esta nota, por su lógica, practicidad y economía. Estamos hablando de 60 millones de dólares (suma que no es solo para la planta de descontaminación), que es mucho dinero para un país donde faltan escuelas, educacionistas, médicos, enfermeras y medicinas para las clases más desprotegidas.
Entonces, no hay por qué pensar en esta inversión absurda.
Solo Dios sabrá qué hay detrás de la decisión de optar por una planta para descontaminar el arroyo Yukyry, totalmente descabellada. Esto no puede ser un error, porque “los muchachos” son demasiado traviesos.
horaciososa1923@gmail.com