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Por nuestra falta de gimnasia democrática, todavía practicamos una libertad con fantasmas, con recelos y con terrible sospecha de confabulación allí donde solo hay disenso. “Las elecciones se constituyen en la mejor oportunidad para premiar a los que con su conducta honran y sabrán honrar el cargo y “castigar” con el voto a quienes son indignos porque han traicionado la confianza de los ciudadanos, ya sea por sus actos inmorales e impropio, ya sea por la impudicia de sus actos, ya sea por la ineptitud e incompetencia en el ejercicio de sus funciones” nos recuerdan nuestros obispos en su muy oportuno y clarividente mensaje ante las próximas elecciones municipales.
Las campañas proselitistas se manifiestan claramente en padrinazgos capciosos, presiones sectoriales, declaraciones altisonantes, cotorreos bizantinos que no se miden necesariamente sobre la base del bien común, sino del “bien electoral”.
Los partidos políticos, sobre todo los que se engríen por ser centenarios, enfrentan el mortal reto de actualizarse ideológicamente, renovar sus dirigencias de ancianos mañosos y desprestigiados y modernizar las prácticas partidarias para responder a las demandas de esta nueva e inédita realidad política: la democracia.
Los intendentables se “tapujan” en buenas intenciones y se ponen zancadillas para ganar los primeros puestos en celo por el bienestar de la comunidad. A pesar de que el juego a la silla musical de los intendentables está muy reñido, hay consenso en temas fundamentales. La activa participación de las comisiones vecinales en el gobierno municipal es la nota dominante en casi todos los proyectos. Una iniciativa a todas luces encomiable.
Nadie mejor que los mismos vecinos para auscultar las necesidades de la comunidad. ¿O es que, una vez más nos están obligando a decirles?: “Pero qué mentiroso que sos” (papa Francisco en el León Coundou). “Invitamos a votar en conciencia, sin ningún tipo de presión o prebenda, respetando la propia dignidad que nos viene de ser hijos de Dios celosos del bien común” nos aconsejan nuestros obispos.
*Sacerdote redentorista.
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