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La función de los partidos, por tanto, debería ser desarrollar las plataformas programáticas que elaboren la dimensión de lo público, desde una ideología en particular.
De esta manera, una vez llegados al poder por mérito de la representación, su labor sería definir las políticas y ejercer las decisiones que como actos de gobierno respondan a los intereses colectivos.
Estos actos de gobierno en un mundo ideal, deberían ser articulados y coherentes con la ideología preponderante en el gobierno, valga la redundancia.
En Paraguay, los partidos políticos en nuestra historia reciente apenas han superado con dificultad un limitado papel de mera asociación con fines electoralistas, y casi nunca logran articularse como verdaderos elementos de representación de los intereses de la población.
Además, es una verdad por todos conocida que en la práctica, los partidos tradicionales del Paraguay carecen de contenido ideológico definido.
En líneas generales, por tanto, tampoco existen diferencias notables entre cómo entienden el manejo de la cosa pública, cualquiera de nuestros partidos políticos.
Es que para decir la verdad, tampoco existe mucha presión por parte de los afiliados para definirse, porque para muchos el partido es solo poco más que un color, una música, un sentimiento.
En muchos casos, inclusive, se puede observar un verdadero abanico de ideologías que conviven con mayor o menor tolerancia, dentro de una misma estructura.
Ni qué decir si se establecen alianzas entre partidos, donde casi siempre termina convirtiéndose la fugaz aventura en una verdadera “bolsa de gatos”.
El problema de estas alianzas electorales (dentro de un mismo partido o entre partidos ) consiste en que al poco tiempo de conseguir alcanzar el poder se dividen en facciones o “bancadas”, lo que obliga a aumentar las instancias de negociación, complejizando las estructuras de poder y dando espacio para que terminen siendo funcionales a intereses particulares o sectoriales en vez de estar al servicio del bien común.
Estamos a dos meses de una nueva contienda electoral y debemos estar atentos a las señales que nos envían los partidos. ¿Tienen coherencia? ¿Son sus apuestas meramente electorales? ¿Están aggiornándose desde adentro? ¿Ejercen una verdadera democracia interna? ¿Son sus propuestas viables, de cumplimiento rápido, posibles de llevarse a cabo con los recursos que el país cuenta? ¿Nos conducirán a la transformación social que como país nos urge implementar? ¿Nos darán inserción a nivel internacional?
Son muchas las preguntas y tenemos que empezar a reconocer si estas organizaciones están listas y maduras para responder a los cambios que como sociedad necesitamos.
Solamente la presión de los ciudadanos hará cambiar nuestra manera de hacer política.
No deberíamos quejarnos después si no recibimos lo que estábamos esperando.
Ahora es la hora.
sheila.abed@idea.org.py