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Imaginaba Andrés Oppenheimer que Maduro “se va a Cuba, donde comienza una nueva vida como presentador de un show en la cadena Telesur, en el que toca el tambor, canta, baila y despotrica contra el imperialismo yanqui”. No estaría mal, salvo que Cuba podría no ser un lugar apto para Maduro, a juzgar por lo que sabemos de la diplomacia norteamericana. John Bolton, el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, le recomendó públicamente al chavista “una bonita playa lejos de Venezuela”. Analicemos la frase con detenimiento. Aparentemente, la Administración Trump quiere a Maduro fuera del poder, y del país. Propone para ello un destino con “playa” –lo cual acota los refugios posibles a países marítimos– que sea “bonita” –lo que restringe un poco más el espectro, y que esté ubicada “lejos de Venezuela”, lo que complica decididamente la cosa.
Veamos. Cuba no está exactamente lejos del paraíso socialista bolivariano; así es que chau, Cuba. Ídem México. Si alguien imaginó a Maduro pasando su tiempo libre bebiendo mojitos en La Habana o tequila en Cancún, puede ir descartando esas fantasías. Rusia parece mejor candidato: está lejos y bordea ostentosamente con doce mares y tres océanos. ¿Pero… tiene playas bonitas? La belleza está en el ojo del observador, claro. Con seguridad que tiene playas hermosas y también tiene vodka para reemplazar al mojito y al tequila. Y ni qué hablar del ajedrez, deporte que Maduro –con su inteligencia filosa– podría aprender con maestría velozmente. Me abstengo de mencionar el plus que representa el atractivo de las mujeres rusas al asumir que Maduro viajaría con su esposa Cilia Flores, presuntamente la ideóloga de su fuga futura. De cualquier modo, algo no cierra con Rusia. Pues hemos de suponer que cuando Bolton habló de playas bonitas tenía en mente algo más cálido, más a tono con el país caribeño, algo menos traumático –geográficamente hablando– para el líder socialista.
El restante destino citado, Turquía, entonces luce mejor. Me han dicho que Anatolia ofrece lindas playas, especialmente en el verano, y está a distancia prudencial de Caracas. El tradicional café turco es imbatible y sus narguiles pueden ser tentadores. Incluso Erdogan llamó a Maduro “mi hermano” en una reciente conversación telefónica. El único problema aquí es el temperamento del mandamás turco: caprichoso y un poco dado al exceso. Tras una intentona golpista, arrestó a medio país. Vacacionaba con la familia Assad hasta el estallido de la guerra en Siria; ahora es un acérrimo enemigo. No es confiable. Además, todavía no ha estropeado por completo sus lazos con Washington. ¿Alguien podría asegurarle al fugitivo Maduro que él será eternamente protegido en esa nación musulmana gobernada por un neootomano inestable? Nadie podría. Ni Cilia.
Hay, sin embargo, un par de destinos islámicos alternativos que sí podrían ser de provecho para el venezolano: ambos son aliados políticos de su régimen. Uno es la República Islámica de Irán; el otro es la Autoridad Palestina.
En su hora de desánimo, Persia podría brindarle la perspectiva histórica y la riqueza cultural de una civilización milenaria, sobre las que podría meditar en las costas del mar Caspio o del golfo Pérsico. Pero si Maduro es más un hombre del momento, tendría igualmente mucho para visitar allí. Si está en modo místico (no olvidemos que habló con pájaros) tiene ahí mismo el corazón teológico de Qoms, cuna religiosa de los ayatolás que gobiernan Irán. Si quiere sublimar su anhelo reprimido de encarcelar a Juan Guaidó, podría acercarse a la prisión de Evin, colmada de opositores políticos. Un infaltable del circuito turístico morbo es presenciar los ahorcamientos públicos de homosexuales. Si llegase a perderse la sórdida ejecución ocasional, no pasará nada; los cadáveres quedan expuestos un buen rato, colgados de enormes grúas para el escarmiento público. Si Maduro es impresionable, podría en lugar de ello hacer el tour nuclear: una plácida recorrida por el centro de investigación nuclear de Teherán, el reactor de agua pesada en Arak, las plantas de enriquecimiento de combustible en Fordow y en Natanz, el enclave atómico en Isfahan, o la planta de producción de uranio impuro en Ardakan, entre otros. Y siempre tendrá a disposición al Gran Ayatolá Alí Khameini para intercambiar elevadas ideas sobre la inexistencia del Holocausto o el futuro del sionismo.
Con todo, creo que la porción palestina de Cisjordania sería su mejor refugio. Está bien lejos del Caribe y bordea con una playa bonita al Mar Muerto. (Ese sector está bajo control israelí, cuyo gobierno reconoció a Guaidó. Pero, diplomático sagaz que es Maduro, sabrá sortear el escollo). Así, además de cumplir con los requisitos del señor Bolton, Cisjordania cuenta con un precedente muy conveniente: Ílich Ramírez Sánchez, más conocido como Carlos el Chacal, el terrorista venezolano miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Es cierto que terminó purgando una condena a cadena perpetua en una cárcel francesa. Pero eso, además de que no tiene porqué ser el final de Maduro, es apenas un detalle en la fructífera historia que une a ambos pueblos. La atmósfera antisionista de Ramallah con seguridad le encantará: podrá participar en manifestaciones a favor del BDS y quemas de banderas israelíes casi a diario. La cancillería palestina se expresó a su favor el 23 de enero último por medio de una carta de su embajada en Caracas que denunciaba “un intento de golpe de Estado contra el Presidente electo democráticamente, Nicolás Maduro”, lo que le daría algún grado de certeza a su estatus de refugiado político eventual.
Es cierto que, para su gusto, en las zonas palestinas no se niega tanto el Holocausto como en Irán, pero no olvidar que el presidente Mahmoud Abbas escribió una tesis doctoral en la Unión Soviética que minimizaba el genocidio judío durante la Segunda Guerra Mundial. Algo es algo. Pero por sobre todo, el líder socialista podría visitar Belén y así aprender la historia de Jesús tal como fue y no como se la contaron en Venezuela. Ahí posiblemente le expliquen que Jesús habló de la multiplicación de los peces, y no de lo que fálicamente Maduro pensó.
En fin, destinos no le faltan. Es sólo cuestión de que el usurpador bolivariano desista de una buena vez de tiranizar a toda una nación. [©FIRMAS PRESS]
* Escritor y analista político internacional.