Paraguay en la encrucijada

El Paraguay ha venido cambiando en los últimos años, y el cambio ha sido bastante radical. Algunos ejemplos:

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- Grandes poblaciones han salido de la pobreza: en 2007, 44 de cada 100 paraguayos eran pobres; en 2015, 22 de cada 100.

- La clase media casi se ha duplicado: Según el Banco Mundial, 29 de cada 100 paraguayos ganaba más de 10 dólares por día en 2003; en 2013 el número de paraguayos con más de 10 dólares por día alcanzaba a la mitad.

- La gente salió de la pobreza trabajando: el 86% de los ingresos totales de los paraguayos y el 78% de ingresos del 20% más pobre vienen del trabajo, no del gasto del Gobierno en subsidios.

- La economía ha sido capaz de generar más empleos: en el periodo 2007-2014 ingresaron 83.000 personas por año al mercado laboral y se generaron 185.000 empleos por año en ese mismo periodo.

- En muchos casos, el ingreso de las personas subió más que el ingreso medio de la población: el incremento anual del PIB per cápita de 2002 a 2013 fue de 3%, mientras que en ese mismo periodo el incremento del ingreso medio del departamento de San Pedro fue de 13,8% anual.

Los ejemplos podrían continuar.

A pesar del intento de sucesivos gobiernos de llevarse las glorias por logros de este tipo, esto se ha conseguido fundamentalmente a través del trabajo y las inversiones del sector privado. Durante estos años de bonanza y crecimiento que se inician en 2003, el sector privado ha desarrollado una logística de río (puertos, barcazas, remolcadores) de clase mundial, ha convertido a la agricultura en una de las más dinámicas y productivas del mundo, ha ubicado a la carne paraguaya entre las mejores y más demandadas del mundo, ha cambiado la geografía de Asunción construyendo casi 200 nuevos edificios, ha elevado 250% las exportaciones y ha aportado 7 veces más al fisco.

También durante ese mismo periodo el empresario buscó gobiernos neutros. Una frase célebre de gran parte de este periodo era: “lo único que queremos es que el Estado no se meta”. Sin embargo, el Estado siempre “se mete”. Se mete para bien, generando obra pública y un medio ambiente favorable a la inversión, o se mete para mal, incrementando el gasto corriente y generando inestabilidad. Además de los consabidos vaivenes políticos, en este mismo periodo, el Estado se ha metido contratando miles de funcionarios, incrementando el gasto de personal e invirtiendo poco en obra pública.

Las cosas cambian a partir de la primera emisión de bonos soberanos en 2013. De ser un país desconocido, Paraguay pasa a ser la niña mimada de los mercados internacionales y sus inversionistas. Los bonos emitidos tanto por la tesorería como por empresas privadas han tenido una excelente recepción en todos los casos, tal es así que en todas las oportunidades la oferta de bonos paraguayos ha sido superada en más de tres veces por la demanda.

Con esta capacidad de cálculo de riesgo país que produce la cotización de papeles financieros de la tesorería en mercados internacionales, el mundo se ha dado vuelta a mirar a nuestro país. Más allá de la gestión del Gobierno, el hecho que haya inversionistas financieros comprando papeles paraguayos, hizo que otros inversionistas de activos fijos también empiecen a evaluar e instalar empresas en el país aprovechando las hoy ya conocidas ventajas comparativas de Paraguay. Para muestra de este apetito internacional por invertir en Paraguay, vale un botón: hace unas semanas en una conferencia internacional un alto directivo de Petrobras me plantea: “Jamás hubiese pensado que los inversores preferirían invertir en Paraguay que en Brasil”.

Con todo este proceso y toda esta fiebre, el ranking y la calificación de Paraguay subió a valores que hoy superan a los de Argentina y Brasil, nuestros gigantescos y problemáticos vecinos, y está a un paso del grado de inversión.

En los últimos días, sin embargo, hemos visto un desencanto de las empresas de rating sobre Paraguay. ¿El motivo? Se le han dado herramientas al Gobierno como la ley de APP y la ley de obras públicas (Ley 5074) y no las ha podido utilizar hasta ahora. Esto nos hace perder credibilidad, no solo al Gobierno sino a todos los paraguayos. Parecería ser que somos muy buenos para llamar la atención de los inversionistas y conseguir dinero, pero muy malos para concretar y gestionar estas inversiones.

En los últimos días se ha iniciado un proceso de llamado a licitaciones por ambas leyes que culminará siendo de unos 2.000 millones de dólares. Todas las obras de ese paquete son necesarias y están en la mira, no solo de los paraguayos, sino también de todo el capital internacional con ganas de entrar a Paraguay. Más allá de las diferencias y los problemas en la implementación de estas obras y sus reglamentaciones, no solo necesitamos las obras sino necesitamos proyectar la imagen de que acá se pueden hacer cosas, de que no somos unos inútiles. La implementación de estas alternativas va a ser fundamental para el futuro de nuestro país. Que el mundo sepa que en Paraguay se hacen las cosas, se cumple con la palabra y se asumen las responsabilidades, va a ser interpretado como un acto más de madurez, que se sumará a otros de ya larga data, como es el caso de nuestra muy mentada estabilidad macroeconómica.

En un mundo con problemas, estamos en una encrucijada, pero tenemos una oportunidad de seguir creciendo. No debemos desaprovecharla. Dar marcha atrás puede ser muy caro.

(*) Economista y exministro de Hacienda

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