Pakova y el obispo

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El gobernador de San Pedro, José "Pakova" Ledesma, fue el que recibió el directo ramalazo de parte del obispo Claudio Giménez, quien presidió la celebración de la misa central en la principal fiesta mariana del país. 

En medio de los reclamos tradicionales, algunos referentes a temas bastante anacrónicos para nuestro tiempo, el obispo se refirió a las ocupaciones de las propiedades privadas y, en un momento dejó su guía, levantó la cabeza y personalizó la rapeada. Nada le salvó a Pakova, ni su condición de catequista, ni mucho menos su compañero de misa, Federico Franco, pudo desviar el dardo que venía del altar mayor. Como dice la crónica, quedó tieso, tanto por el zumbido de los aplausos que recibió esa parte de la homilía como luego por   el chasquido de las grabadoras y micrófonos que literalmente se lanzaron sobre él al final de la misa. Apenas atinó a decir que la Iglesia era conservadora y que la falta de tierra es una injusticia. Luego, todos los medios hablaron el resto del feriado del "Pakova jeja’o".   

Pero más allá de esta anécdota, la cuestión de la tierra, en especial la reforma agraria, es una gran falencia que arrastraron varios gobiernos. Y que el reclamo haya surgido de la Iglesia tiene cierto significado, porque aunque las actuales autoridades eclesiásticas no se involucran mucho, existen antecedentes de compromiso como de aquellos jesuitas que guiaban las ligas agrarias en la década del 60.   

Y en el caso de este gobierno es todavía mayor la responsabilidad, porque cuando salió a pedir el voto de la gente se comprometió que resolvería el problema campesino. Y en tres años y un poco no lo hizo, no encontró la fórmula adecuada ni los hombres aptos para desarrollar un programa agrario que resuelva el problema. El esquema que utilizan los campesinos sigue siendo el mismo. Movilizaciones, ocupaciones, cierre de rutas, presiones y negociaciones.   

Las pequeñas escaramuzas que surgieron de parte del Gobierno fueron bastantes torpes, como aquellos intentos de recuperación de bienes malhabidos. Y ahora el de los excedentes. Estas maniobras solo sirven a los que dirigen las negociaciones en nombre de los campesinos, sean líderes gremiales de otros rubros o los políticos. Una vez que estos acuerden el precio de la paz, los sintierras, sus esposas e hijos retornan a sus pagos hasta que vuelvan a ser convocados para otro operativo. Así de triste es la vivencia de los que realmente necesitan de la asistencia del estado para producir y dejar de ser títeres de los seudos dirigentes.   

Por eso, el reclamo al Gobierno sobre la falta de una verdadera reforma agraria es oportuno. Es bueno recordar su responsabilidad a las autoridades, más todavía sobre una cuestión social tan sensible y donde la pobreza golpea más despiadadamente.   

Durante este gobierno, como los  de los últimos de la democracia, la gente sigue dejando sus campos para perderse en los asentamientos de las urbes donde el sueño y el futuro de sus hijos terminan en los arrabales y la delincuencia.   

Fernando Lugo, y no precisamente Pakova, todavía tiene un poco de tiempo, y ojalá se deje de esas fórmulas populistas y engañosas que nunca resolverán el problema de fondo. Así sea. 

acantero@abc.com.py
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