Paisaje de raro encanto

Históricamente ha sido uno de los espacios más emblemáticos y opulentos de Asunción en las primeras décadas del siglo XX.

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Hacia 1930 Natalicio González lo describía de la siguiente manera: “El Parque Caballero ofrece paisajes de raro encanto. La fresca brisa del río corre por sus rumorosas avenidas. Un cafetal se ensangrienta de frutos en los otoños. Árboles de yerba mate forman montículos artificiales...”. Sus orígenes se remontan a la época colonial cuando era propiedad de un acaudalado español, don José Díaz de Bedoya, casado en segundas nupcias con Juana María de Lara. Tenía entonces 17 hectáreas y llegaba hasta el río Paraguay.

En los primeros años de la posguerra de la Triple Alianza, en 1874, pasa a ser residencia del presidente Juan Bautista Gill, casado con doña Concepción Díaz de Bedoya, hija del primer matrimonio del propietario original. Luego de la trágica muerte del mandatario, la viuda contrae matrimonio con el general Bernardino Caballero, quien convierte el establecimiento en su quinta y llevó allí su despacho en 1880.

El predio pasa a manos de la Municipalidad de Asunción en 1919 cuando el intendente Albino Mernes dispuso la compra a los herederos de la familia Caballero. En 1925 el intendente Miguel Ángel Alfaro termina por convertirlo en el “Parque Caballero” –incluyendo el nombre oficial– con la incorporación de un pergolado, palomar, una terraza y un tanque de 60.000 litros para baños públicos.

Con el tiempo se fueron introduciendo más mejoras que incluían estanques y piscinas surtidas con el agua natural de los manantiales. Tenía fuentes y esculturas y un mirador en el barranco del río. Además contaba con estanques llenos de peces de colores y plantas acuáticas. Tampoco faltaban las aves palmípedas que se regodeaban en las piletas bajo la densa floresta.

Existían chorros de agua y puentes colgantes entre los camineros, que invitaban a un paseo y eran la atracción en las excursiones de colegios y escuelas que venían de diversos puntos del país.

En paralelo, desde 1956 tenía una pileta olímpica, varias veces remodelada y semillero de muchos de los mejores nadadores que tuvo nuestro país.

Para el infortunio de los paraguayos el parque ha ido viniendo a menos desde que empezó a ser desmembrado para diversos fines y por la ocupación del predio por parte de los damnificados por las crecidas desde 1983.

Terminó por fundirse y estar en la ruina total, a tal punto que en 2007 fue declarado como una “zona roja”.

Las sucesivas administraciones municipales han prometido devolverle su esplendor de antaño, pero lo han tenido entre las últimas de sus prioridades. Cualquier refacción o remozamiento que empezaba se llevaba un dineral y no concluía nunca.

Ahora el intendente Mario Ferreiro acaba de firmar un convenio con el Gobierno nacional y la Itaipú Binacional que aportará G. 10.000 millones para la recuperación del parque y su expansión hasta la Avda. Costanera, es decir, para recuperar su costa sobre el río.

Devolver a la ciudadanía asuncena y paraguaya su “Central Park” es una obligación de este tiempo. Esperemos que, esta vez, se cumpla y que el parque ya no se convierta en el patio trasero de un asentamiento irregular.

pgomez@abc.com.py

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