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Suena aburrido, pero si el proyecto de Obama y el presidente mexicano Enrique Peña Nieto de aumentar drásticamente los intercambios estudiantiles se convierte en realidad, podría ser un punto de inflexión en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y México, y en la integración económica de América del Norte.
Actualmente, pese al Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) de 1994 entre Estados Unidos, México y Canadá, las cifras de los intercambios académicos entre Estados Unidos y México son patéticas.
Solo hay 13.700 estudiantes mexicanos en las universidades estadounidenses, comparado con 194.000 estudiantes chinos, 100.000 de India y 72.000 de Corea del Sur, según el Instituto Internacional de Educación. Hasta Vietnam, un país comunista con una población inferior a la de México, tiene más estudiantes en universidades estadounidenses (15.000) que México, según el IIE.
De manera similar, el número de estudiantes estadounidenses en universidades mexicanas es ridículamente bajo, de solo 4.000, comparado con 33.000 jóvenes estadounidenses que estudian en el Reino Unido, 30.000 en Italia, 26.000 en España y 15.000 en China, dicen las cifras del IIE.
Obama y Peña Nieto acordaron en su encuentro el 2 de mayo la creación de un Foro Bilateral sobre Educación Superior, Innovación e Investigación, dirigido por la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos y el Conacyt de México, para acelerar los intercambios estudiantiles y académicos.
“Queremos más mexicanos estudiando en Estados Unidos, y más estadounidenses estudiando en México”, dijo Obama. “Y vamos a centrarnos en ciencia, tecnología ingeniería y matemática”.
Según el Gobierno mexicano, antes de fin de año México lanzará unilateralmente un plan destinado a cuadruplicar, en el transcurso de los próximos cinco años, el número actual de estudiantes mexicanos en las universidades estadounidenses.
El subsecretario mexicano de educación superior, Fernando Serrano, me dijo en una entrevista telefónica que México lanzará un programa de becas con fondos públicos y privados, que aumentará a “entre 40.000 y 50.000” el número de estudiantes mexicanos en las universidades estadounidenses para el 2017.
“Hoy son poquísimos, y la cantidad se ha mantenido igual desde hace quince años”, dijo Serrano. “Vamos a corregir eso”.
En México, Obama dijo que también buscará maneras de aumentar el número de estudiantes estadounidenses en México, bajo su plan de aumentar a 100.000 el número de estudiantes universitarios de Estados Unidos en Latinoamérica en los próximos diez años.
La idea que subyace a todos estos planes –así como al plan de becas en el exterior recientemente anunciado por Brasil– es la de replicar el exitoso programa de las becas Erasmus de la Unión Europea, por las que más de 1 millón de estudiantes universitarios de Europa han podido estudiar en otros países europeos desde que el programa se inició a fines de la década de 1980.
Tal como me recordó esta semana Guillermo Hirschfeld, profesor de la universidad española Rey Juan Carlos, en Europa el programa Erasmo hizo mucho más que darles una educación más globalizada a los estudiantes: fue crucial para cimentar la idea de Europa como un bloque económico.
“Lo más importante del Erasmus fue que ayudó a forjar lazos humanos, a derribar tendencias nacionalistas, y a destruir prejuicios sobre otros países en un continente que había estado plagados de conflictos en la primera mitad del siglo XX”, dice Hirschfeld, autor de un estudio que propone un programa Erasmus para las Américas.
Mi opinión: Coincido totalmente. Es hora de darle nuevo impulso al acuerdo NAFTA, que ya tiene dos décadas, y una de las mejores maneras de hacerlo sería aumentar los intercambios estudiantiles para que con el tiempo se reduzcan los prejuicios que han obstaculizado la integración económica de América del Norte.
Si Washington y México cumplen con sus promesas de aumentar considerablemente sus intercambios estudiantiles –y en esto se justifica un cierto escepticismo, ya que ambos países lanzaron hace dos décadas un plan similar que no llegó muy lejos–, este podría ser el plan bilateral más importante desde que se firmó el NAFTA.
Deberían implementarlo de inmediato y lanzar simultáneamente un plan que permita a las universidades de ambos países ofrecer títulos conjuntos, como ha hecho la Unión Europea con su Plan Bologna, que permite a estudiantes obtener títulos universitarios válidos en otros países europeos.
Todo esto podría tener un impacto mucho mayor sobre el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y México –y sobre la prosperidad de América del Norte– que todos los acuerdos sobre los temas del día que aparecen en los periódicos. Y puede hacerse realidad.