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La encíclica ofrece un cuidadoso recorrido por distintos aspectos de la actual crisis ambiental, apoyada en las mejores investigaciones científicas disponibles. El documento contiene una descripción muy articulada de lo que está ocurriendo en nuestra casa común en términos de cambio climático, contaminación, diversidad vegetal y animal y degradación ambiental. El cambio climático, dice el Papa, es un problema global con grave impacto ambiental, político, social y económico, al punto que constituye uno de los grandes desafíos de la humanidad. Además, añade, la contaminación del aire, del agua y del suelo avanza a un ritmo descontrolado y cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales. Mientras tanto, agrega, los recursos naturales están siendo depredados a causa de ciertas formas de concebir la economía, la producción y el comercio. “Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos”, denuncia el Papa.
La encíclica advierte con énfasis que el ambiente natural y el ambiente social se degradan juntos: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”, dice el Papa. “La crisis no afecta sólo a individuos, sino a países enteros”, aclara. En verdad, la crisis ambiental genera inequidad, desocupación, exclusión, fragmentación, violencia y deterioro a nivel planetario. Algunos de esos fenómenos son, al mismo tiempo, síntomas de una silenciosa ruptura de los lazos de integración y comunicación social, afirma el Pontífice. Lamentablemente, añade, existe una gran indiferencia general ante estas tragedias humanas, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo, y la falta de reacción ante ellas es una señal inequívoca de pérdida del sentido de la responsabilidad social ante nuestros semejantes.
Necesitamos una política que lleve adelante un amplio diálogo interdisciplinario y que considere integralmente los diferentes aspectos de la crisis, dice el Pontífice. Una estrategia de cambio real, opina, exige repensar y cuestionar seriamente la cultura actual: “Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la fe y de la honestidad. Esa destrucción de todo fundamento de la vida termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de unas nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente”. Creo que, en definitiva, como bien dice Francisco, todo se reduce a una cuestión de amor cívico y político entre quienes habitamos esta casa común.
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