No todo es relativo

Como humanos, somos tan individuales como sociales, en más o menos medida.

Leemos, escuchamos y vemos en los medios de comunicación constantes discusiones sobre qué está bien y qué está mal. Son discusiones que tienen distintas explicaciones en diferentes campos; ya sabios, filósofos, pedagogos, sociólogos, etc., personas y culturas siguen pensando y conceptualizando el bien y el mal. Pero a nivel popular, este tema no solo irrita en las reuniones cuando se discute (sobre un tema específico), sino que rompen amistades y relaciones familiares que se pensaban fornidas, invariables. Rupturas en el campo virtual se trasladan al personal. Algunos afirman que antes era más fácil ser bueno y se discutía de fútbol y política (principalmente los hombres), de alguna manera estábamos organizados para que nuestra cultura, familia, escuela y creencias espirituales no nos dividan ni aíslen.

Hoy cambiaron las cosas, hay mucha furia o ira, y hasta los peores crímenes se justifican con un “depende”, por la boca salen frases sin haber sido pensadas. No debemos subirnos a colectivos que no nos llevan a buen destino. Sufrimos corrientes destructivas que se han instalado en nuestra sociedad, las cuales buscan echar al vacío los valores que nos mantenían unidos a pesar de las diferencias.

Actualmente escuchamos bastante en los jóvenes que “cada uno hace con su vida lo que quiere y no hay que meterse”, fomentando a otros a desobedecer reglas de convivencia. No es así; respetar la privacidad ajena –cuando esta se exhibe– no significa permitir cualquier desmán.

La libertad para elegir entre lo bueno y lo malo requiere que entendamos y depuremos lo relativo. El relativismo es una corriente de pensamiento que reduce todo al punto de vista subjetivo, o sea “algo es verdad porque para mí es así y eso basta”. El relativismo puede ser cultural y/o moral. El cultural debe ser entendido como la coexistencia de diversas maneras de vivir y pensar, sin que estas se desprecien o combatan; por ejemplo, cuando viajamos, conocemos otras culturas, pero no renunciamos a conservar la nuestra con base en los valores que hayamos aprendido. Es decir, puedo aceptar nuevas culturas, pero eso no significa renegar de mis convicciones morales. Aunque ambas relatividades lindan entre sí, es posible mantener a cada una en su lugar. Es preocupante cómo hay mucha gente que renuncia a los valores con los que fue educada por vergüenza, por moda o desconocimiento, convirtiéndose en un triste resultado de la penetración ideológica y cultural.

La propaganda trabaja sin pausa queriendo ganar adeptos, pero todavía quedan otros que saben poner un alto a la imposición de ideas.

Hay valores humanos, morales, éticos que no son puntos de vista, no se relativizan, porque son universales; esto significa perennes e innatos.

“La glorificación de la libertad es una creación de Occidente. Otras culturas consideran más importantes otros valores como la paz, la concordia y la obediencia a la ley” (José Antonio Marina, filósofo español).

lperalta@abc.com.py

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