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Actualmente, Paraguay vive momentos históricos. La sociedad poco a poco va entendiendo su rol, de actor pasivo a activo en el quehacer político y social; mientras, la clase política se desgasta más a consecuencia de los manejos irregulares de la cosa pública, la burla a los ciudadanos y el abuso de poder. Hoy hay un descreimiento generalizado hacia los gobernantes, del partido que fuera. Los políticos se encargaron de matar la confianza en la administración pública y postergar a varias generaciones. A esto se suma el fortalecimiento de la narcopolítica, sobre todo en el norte del país. La pobreza ha aumentado y el gobierno de Horacio Cartes intenta mostrar una nación desarrollada y seria que no existe. La inseguridad es más perceptible y las instituciones públicas continúan siendo deficientes.
Ante esta ola de indignación y panorama de violencia, es impensable que la principal universidad no se transforme. Es el momento oportuno, porque el movimiento estudiantil todavía tiene fuerza y la sociedad apoya directamente la revuelta, algo que no se vio durante la transición democrática. Aquí los estudiantes se juegan por la educación y por el futuro del país. La crisis generada por la corrupción y la mediocridad hizo tambalear a la estructura, y varios profesores deshonestos y autoridades que actuaban de manera irregular ya dieron un paso al costado. Todavía faltan varios, pero no tardarán en huir como ratas mientras los universitarios hagan comunicados, escraches y propuestas.
En Filosofía, la lucha sigue con el fin de refundar la facultad, con la exigencia de la salida de los stronistas que se afianzaron en el poder en los últimos años, de los mediocres que no quieren enseñar y los corruptos que cobran jugosos salarios sin realizar actividad académica alguna. En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales la lucha se tiñó de científica, pues, además del pedido de renuncia del decano y de varios docentes medievalistas, exigen laboratorios y materiales de investigación que permitan que la institución pueda realmente hacer ciencia. Mientras, en la Universidad Nacional del Este decenas de estudiantes también se levantaron en contra del statu quo y pretenden crear una institución académica más seria y sin catedráticos fantasmas u operadores políticos.
A lo largo del primer mes de esta revolución pudimos observar muestras de compañerismo y civismo, de hospitalidad y solidaridad, en el marco de una revuelta contra el sistema, que podría cambiar la historia del país. Después de 200 años, con varias dictaduras, con una cultura apegada al conservadurismo, al machismo, al silencio y a la postergación, hoy tenemos la brillante oportunidad de construir una universidad científica, apartidaria y abierta a la sociedad. Se impone el saneamiento de profesores mediocres y funcionarios serviles al poder político; y, a partir de allí, cambiar la estructura y filosofía de la propia casa de estudio.
Algunos no comprenden que la universidad debe dar respuestas a los problemas sociales y económicos, explicar los fenómenos científicos y culturales y, sobre todas las cosas, crear conocimiento. Los que no entienden que estamos en el siglo XXI suponen que lo que hoy sucede en Paraguay es una manifestación pequeña de “izquierdistas” o “zurdos”, olvidándose de que los seccionaleros y “comiteros” tuvieron mucho poder hasta ahora. Este es el momento de cortar el chorro a los corruptos de todos los colores y mostrar que la UNA realmente cambiará con una mentalidad nueva.
equintana@abc.com.py