Mucho homenaje y poco respaldo

No tanto la muerte como la pobreza en que vivió y la penuria de los últimos años de vida del Maestro Efrén Echeverría deja al desnudo la poca valoración y el inexistente respaldo que, desgraciadamente, tiene en nuestro país el talento artístico.

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Carezco de formación musical, así que para mí la música se divide en la que no me gusta, la que me gusta y la que me fascina y me impresiona, como es el caso de la guitarra de Efrén Echeverría. Lo que me emociona del sonido de su guitarra es lo moderna y novedosa que logra ser sin despegarse ni un milímetro del folclore.

Consulto a amigos entendidos y me dicen que el Maestro Kamba’i era un compositor brillante, pero sobre todo un intérprete genial, que afinaba la guitarra de forma totalmente insólita y diferente a la tradicional para lograr rasguear y puntear simultáneamente, dando la sensación de que uno estaba escuchando no una, sino dos guitarras.

En mi empresa tenemos experiencia propia del menosprecio al que se sometió el arte del Maestro. Para el festejo de los cuarenta y nueve años de Martel, en 1999, quisimos abrir el desfile con una musiqueada paraguaya. Entre otros artistas intentamos contratar a Efrén Echeverría, que por entonces trabajaba de guardia nocturno en un conocido medio de comunicación.

La paradoja de que trabajara de portero no fue todo. Nuestro pedido de que le den la noche libre para venir a actuar al desfile fue denegado. La explicación: “Es parte de su acuerdo no pedir permiso para actuar de noche”… ¡Parece mentira! 

¿Cómo es posible que un artista de tal calibre haya tenido que vivir a los tumbos, trabajando en oficios que nada tenían que ver con la música y dando clases particulares? ¿Cómo es posible que al final de su vida haya tenido que recurrir a la solidaridad y la caridad para hacer frente a su enfermedad? 

Es alentador que, al menos, algunos admiradores y ciudadanos compasivos hayan paliado sus penurias, en contraste con la indiferencia de autoridades e instituciones culturales. Sin embargo, no debió ser necesario. Un artista tan reconocido, tan admirado tendría que haber cosechado no solamente aplausos, sino también una holgada situación económica.

Solo a las cansadas, cuando su situación de abandono se volvió un escándalo público, se le otorgó una ayuda estatal insuficiente. Sin embargo, ahora abundan los elogios, se multiplican los homenajes y hasta es posible que se le dediquen algunas estatuas, que sin duda él se merece, pero que nosotros, la gran mayoría de sus compatriotas, no nos merecemos.

El arte no es un lujo, no es una sonsera recreativa, no es algo de lo que pueden ocuparse solo los países a los que les sobra el dinero y el tiempo de ocio. El arte es la genuina expresión del espíritu de una nación, de su alma colectiva, el núcleo fundante de su identidad cultural. Un país que no respeta a sus artistas, simplemente no se respeta a sí mismo.

Respetar al arte no es solo aplaudirlo, no es solo elogiarlo, no es solo esperar a que surjan algunos genios que lo impulsen en solitario ya sea con su guitarra, como el maestro Kamba’i, ya sea con sus palabras, sus pinceles, sus cámaras, sus escoplos, sus gubias. El arte es frágil y muchas veces no es rentable para quien lo practica, así que hay que cuidarlo, promoverlo, protegerlo, ampararlo.

El Maestro Efrén Echeverría quizás debiera haber hecho como tantos de nuestros músicos, como Berta Rojas, como el tenor Jorge Castro, como también en otras disciplinas artísticas el propio Roa Bastos o, últimamente, el cineasta Martinessi; salir del país para buscar el reconocimiento que aquí no hubieran logrado, más allá de algunos aplausos y unos golpecitos de felicitación en la espalda.

Con frecuencia justificamos la falta de respaldo que en nuestro medio tienen los artistas diciendo “Son bohemios incorregibles. Les gusta vivir así”; pero el Maestro Kamba’i fue un hombre de familia al que nuestra falta de aprecio por el arte obligó, nunca mejor dicho, a perder el tiempo trabajando en cualquier cosa para sostener a los suyos y dedicando a la música solo sus “horas libres” … ¡Qué cruel para él, qué despilfarro de su talento para el Paraguay! 

El Maestro Kamba’i merece algo más que homenajes, merece que se lo considere el ejemplo por excelencia del calvario del artista en nuestro país porque, como tantos genios en el Paraguay, fue valorado por la calidad su obra, pero ninguneado como si esa calidad, ese talento, ese arte no tuviera ningún valor. En lugar de elogiarlo, en lugar de llenarnos la boca de discursos, deberíamos avergonzarnos y pedirle disculpas.

rolandoniella@abc.com.py

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