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Johnson no la tiene fácil dentro de su círculo más íntimo: su padre es conocido por participar en programas “realities” de la televisión. Tiene dos hermanos que son periodistas y contrarios al Brexit y su antigua mujer es consejera de la reina Isabel II. Mientras tanto él, se afana por lograr ser investido primer ministro que es el cargo más alto al que puede aspirar un político británico debido al sistema político que rige en la isla. Y de paso se puede recordar que la reina mantiene su poder simbólico, pero como monarca de todos los británicos, no puede opinar en los problemas políticos. Debe mantener equidistancia de todos los grupos que toman parte en el juego del poder.
La campaña en favor de la retirada del Reino Unido de la Unión Europea fue liderada principalmente por dos figuras representativas de los conservadores: Nigel Farage y el mencionado Johnson, mientras la oposición laborista (teóricamente de izquierda) desfallecía bajo la conducción de Jeremy Corbyn, que fue incapaz de liderar las fuerzas que se oponían a la salida del Reino Unido. Pero lo que fue más significativo, es que la campaña a favor de romper los lazos con la Unión Europea estuvo plagada de mentiras tan bien urdidas, que una gran parte del electorado, especialmente en las zonas más depauperadas y carentes de información, terminó creyéndolas y su voto fue el que decidió el discutido divorcio.
Uno de los pilares en que se sostuvo la campaña a favor del Brexit era que Europa les estaba robando 350 millones de euros semanales; vale decir, 1.500 millones mensuales. Cuando se concretó el triunfo de este movimiento, los periodistas le abordaron a Farage preguntándole si ya tenía pensado en qué invertir todo ese dinero. Y el político negó haber dicho tal cosa nunca. Cuando se le presentaron pruebas se encogió de hombros y dijo: “Creo que me equivoqué en los cálculos”. Pero el daño ya estaba hecho. A continuación Farage tomó un avión y se fue a Washington para apoyar a Donald Trump en su campaña por lograr la presidencia.
La decisión de la juez de investigar las mentiras que se dijeron durante esa campaña hizo que la gente pensara que la justicia por fin llegó a esa zona tan sensible de la política. Y es verdad; la justicia llegó pero tarde. Ya no queda tiempo para enmendar el error que se ha cometido y en pocas semanas más se producirá la ruptura con consecuencias que nadie, ni del gobierno ni de la oposición, puede prever, aunque todos están convencidos que serán catastróficas.
La decisión de que la justicia investigue las mentiras proselitistas de los políticos es una actitud que tendría que ser tenida en cuenta en otros países, como el nuestro por ejemplo. Alguien tendría que investigar qué consecuencias tuvieron mensajes electoralistas como “Caiga quien caiga” o “el presidente de la gente” o las promesas de limpiar el gobierno de corruptos, ya que tenemos la sensación de que en lugar de disminuir han aumentado.
jesus.ruiznestosa@gmail.com