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No existe una justificación real, de fondo, para sostener que los empleados domésticos no ganen el salario mínimo. ¿Quién puede decir en su sano juicio que alguien que riega, cocina, lava, plancha, cuida niños por más de ocho horas no gane al menos “lo mínimo”? Si nos ponemos en el lugar del otro, nadie.
La molestia viene por lo que va a significar para un montón de gente de clase media cambiar hábitos, es casi una revolución cultural. En ese sentido es perfectamente entendible el enojo. Hoy, una pareja, ambos con salario mínimo, puede trabajar “afuera” solo contratando a alguien para las tareas del hogar y para el cuidado de los niños. Lógicamente estas personas están pegando el grito al cielo. La ecuación ya no cierra y tendrán que buscar opciones porque no se puede construir ni sostener un país, un mercado, en base a condiciones de explotación laboral.
En primer lugar, lo que debería analizarse de una buena vez es la política de salarios en nuestro país, el trabajador calificado debería ganar más, el trabajador con algún tipo de especialización, debería ganar más. No es injusto que una empleada doméstica gane el mínimo, es injusto que un auxiliar contable tenga ese salario.
El involucramiento de las instituciones públicas en esta cuestión es sumamente necesario, no solo para velar los derechos del empleado doméstico, sino también para apoyar a la gente que se verá afectada al no poder asumir una relación laboral con las nuevas condiciones, una materia pendiente por ejemplo es el cumplimiento de lo que dice el Código Laboral con respecto a las guarderías para niños que debería haber en cualquier lugar de trabajo con 50 o más empleados. Hoy la obligación es solo hasta que los niños tengan dos años, esto se podría modificar y enganchar con el ingreso de los chicos al sistema de educación. Para no cargar todo en las espaldas de los grandes empleadores, incluso el propio Estado debería ampliar la idea de lugares públicos para que los padres trabajadores puedan dejar a sus hijos. Bien nos vendría eliminar chupópteros de la función pública y contratar personas que cuiden a los niños, así como hizo algún legislador, pero de manera legal. Algunas de ellas podrían ser las propias empleadas domésticas que quedarán sin trabajo luego de la implementación del salario mínimo, esto probablemente, lo de los despidos, va a pasar, tienen razón los que argumentan en ese sentido. Pero son costos que habrá que asumir en esta idea de cambiar paradigmas pensando en lo básico, el justo pago para quienes desarrollan una actividad laboral.
Para eso sostenemos con nuestros impuestos un país, para que todos tengamos mejores condiciones de vida y que podamos pensar en el avance económico. La alta tasa de empleo doméstico se da en las regiones más pobres y desiguales, son datos de la OIT, en los países desarrollados el empleo doméstico no llega al 1%, mientras en Latinoamérica roza el 8%, de este último número más del 90% son mujeres.
El empleo doméstico es digno, si bien es cierto existen muchos casos de abuso de toda índole, también es verdad que muchos trabajadores han encontrado en hogares paraguayos lugares donde desarrollarse, entraron en la legalidad y en programas sociales como IPS, pudieron educar a sus hijos que ya no repitieron la ocupación de sus padres por haber podido formarse. No todo es malo. Hay demasiados casos de empleadores solidarios y justos. Apuntemos a la formalización, respetemos el principio de igualdad que propone, solo propone lastimosamente, nuestra Constitución e intentemos desde donde nos toca construir un país mejor.
diego.marini@abc.com.py