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“Tenemos que tener una educación basada en la tecnología” suena muy bien, pero hay que entender que la tecnología por sí misma, sin la orientación culta de un maestro crítico y bien formado, termina siendo un factor de alienación más. El MEC debería trabajar para mejorar la cultura de los maestros. Lo cual es absolutamente posible.
Según los resultados del Sistema Nacional de Evaluación del Proceso Educativo (Snepe), la parte que más preocupa es la lectura. Se nota que el nivel de avance en materia de interpretación de textos es extremadamente bajo. Los estudiantes leen, pero no entienden.
Los resultados de la evaluación censal aplicados en el 2015 a estudiantes del 3º, 6º y 9º grados de la Educación Básica y 3º curso de la Media señalan que el 90% de los alumnos están por debajo del óptimo y cerca del 50% debajo del nivel medio en comunicación/castellano. Solamente el 8% del 3º grado llegó a la comprensión intertextual, en el 6º y 9º grados solo el 7%, y el 3º curso consiguió solamente el 6%. Es decir, son poquitos los estudiantes que estarían en el nivel 4, considerado de alto logro académico.
Estos niveles constituyen el claro reflejo del nivel de los maestros, por lo cual el MEC debe orientar sus estrategias en dos sentidos: la formación pedagógica y la formación cultural de los mismos.
El maestro debe ser una persona culta y una persona culta es aquella que le gusta leer libros. Difícilmente un maestro que no lee forme alumnos lectores o que por lo menos entiendan lo que leen. Aprender a leer es aprender a vivir. Los libros son “experiencias de la verdad cuando nos muestran y le dan forma a una verdad, profunda, no develada que llevábamos en nosotros”. Sentimos entonces la doble fascinación de nuestra verdad en el descubrimiento de una verdad externa a nosotros, que se acopla y se vuelve nuestra. Esta experiencia nos permite enriquecer y ampliar nuestra capacidad de comprender el mundo y nuestra propia existencia.
Por eso el MEC tiene que propiciar el acceso y aprovechamiento máximo a estos bienes culturales tanto de docentes como de estudiantes con el fin de lograr que las escuelas paraguayas sean verdaderas escuelas de la comprensión humana, del descubrimiento de uno mismo en donde el niño y el adolescente puedan reconocer su vida subjetiva a través de los personajes de los cuentos, de las novelas o de las películas. Literatura, poesía, cine, psicología, filosofía, tendrían que converger para volverse escuelas de la comprensión humana, que es sin duda, una exigencia clave de nuestros tiempos de incomprensión generalizada.
Sin maestros más cultos es muy improbable que alcancemos escuelas de calidad, porque la cultura proporciona los conocimientos, valores y símbolos que orientan y guían las vidas humanas. La cultura de las humanidades fue, sigue siendo y tiene que convertirse en una preparación para la vida. Y la escuela tiene que promover el desarrollo cultural de maestros y alumnos a través de la lectura. No solo para una elite sino para todos.
(*) Educadora y periodista.
nantio64@hotmail.com