Mambrú se fue a la guerra

El duque de Malborough, célebre guerrero inglés, más popularmente recordado por la universal cancioncilla de Mambrú, afirmaba que, por lejos, lo más importante en la guerra era la información sobre el terreno y el enemigo, algo que no en vano ha sido posteriormente denominado “inteligencia”.

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Pues bien, ahora que el flamante presidente de la República le ha declarado la guerra a la pobreza y ha manifestado su aspiración de “ganarle cada batalla”, nos permitimos sugerirle que, como primerísima medida, elija a uno de sus mejores comandantes y lo ponga al frente de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos.

Algunos podrían suponer que esto es algo secundario, hasta irrelevante en comparación con cuestiones tales como recursos, impuestos, programas sociales, asistencia estatal, generación de empleos. Están equivocados. Contar con información correcta y actualizada es absolutamente crucial y prioritario.

¿Cómo tratar de solucionar un problema que se desconoce? ¿Cómo llevar adelante una política social que no se puede medir ni evaluar? ¿Cómo saber si está dando resultados? ¿Cómo determinar si existe una relación razonable de costo/beneficio? ¿Cómo decidir si se está por el buen camino o si se tienen que probar estrategias alternativas?

Hacer lo que fuera sin información es absurdo. Es como pretender que un cirujano opere sin diagnóstico y sin análisis clínicos o que un hombre de negocios decida tener una empresa sin una contabilidad que le indique si está ganando o perdiendo, algo que, suponemos, no se le pasaría por la cabeza al presidente Cartes. Y, sin embargo, es exactamente eso lo que se ha venido haciendo en varias áreas.

Una de ellas es, precisamente, la del combate a la pobreza, y lo es porque la pobreza está particularmente mal medida en el Paraguay.

Permanentemente se repite, y estos días lo hemos vuelto a escuchar a cada momento, que el 40% de la población paraguaya está por debajo de la “línea de la pobreza” y el 20% por debajo de la línea de la pobreza extrema, lo que ubica al país entre los más pobres del hemisferio.

En realidad, los últimos datos disponibles son los de la Encuesta de Hogares de 2011, que indican que el 32,4% de la población es pobre, con un 18% de indigentes, pero aun estas cifras, de por sí viejas, son engañosas y probablemente falsas.

Para empezar, no se pueden hacer comparaciones con los países de la región, porque estos, incluidos Brasil, Argentina y Venezuela, que se jactan de haber hecho avances, miden la pobreza con una metodología distinta.

Mientras aquí se usa el sistema de encuestas por ingresos en relación con una canasta básica de consumo y una canasta básica de alimentos, en la región se utiliza el sistema del Banco Mundial de 1,5 dólares por día para pobreza extrema y 4 dólares por día para pobreza, ajustados a lo que se conoce como PPP (purchasing power parity), o paridad de poder adquisitivo, justamente para hacer cotejos internacionales.

Por este y varios otros motivos, las estimaciones de la DGEEC han sido seriamente cuestionadas por muchos investigadores y hay quienes calculan que, de aplicarse el método del Banco Mundial, la pobreza extrema del país caería aproximadamente al 7,2% de la población, lo que sería coherente con el buen desempeño paraguayo en indicadores tales como posesión de bienes durables y equipos de comunicación.

Más allá de cualquier discusión técnica al respecto, lo que muestran estas inconsistencias es la urgente necesidad de una revisión profunda de las metodologías y de la capacidad institucional, con el fin de poner información oportuna y precisa sobre la mesa del Presidente. Si este ha definido la lucha contra la pobreza como la máxima prioridad de su gobierno, entonces se deberían tener los datos de su evolución cada tres meses, no cada tres años. De lo contrario, las posibilidades de éxito serán mínimas. Como seguramente pensaría Mambrú, con manotazos de ciego es muy difícil ganar una guerra.

arivarola@abc.com.py

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