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Referenciado en los estudios sobre sociedad y comunicación, Toffler se anticipó varias décadas al mundo en el que vivimos hoy, para vaticinar ya hace más de cuarenta años la sociedad de la información en la que nos moveríamos, y lo que hoy denominamos como economía del conocimiento.
Visionario de los procesos sociales, el teórico estadounidense publicó en 1970 “El shock del futuro”, en el que empezaba a augurar el modelo de revolución tecnológica que transformaría nuestras vidas. Con “La tercera ola” en 1980, describió los cambios de la sociedad agrícola a la industrial, y de ella a la posindustrial, en la que desarrolla como uno de los conceptos claves que el poder principal de un Estado ya no descansa ni en la capacidad bélica, ni en la económica, sino en el conocimiento, que es el que a su vez genera riquezas.
De allí que Toffler insistía en la necesidad de que un Estado priorice la educación de sus ciudadanos, para enfrentar con éxito los desafíos del futuro que en ese entonces ya describía con precisión, con la idea de que la única forma de que un país pase de la etapa agrícola a la industrial, e incluso a la del conocimiento, o tercera ola, era destinando más recursos a la educación, el capital humano y la infraestructura.
Un concepto que nos interpela permanentemente como país, al seguir viendo que en Paraguay no llegamos a asignar al presupuesto de Educación ni siquiera la mitad del 7% del producto interno bruto que, como mínimo, recomienda la UNESCO.
Llegar a ello es posible, “es cuestión de decisión política” nos decía el ministro de Hacienda, Santiago Peña.
Alvin Toffler falleció esta semana a los 87 años. Coincidentemente el mismo día en el que se conocía su fallecimiento, dos entrevistas en la 730AM nos recordaron además que no solo es cuestión de tener más presupuesto para educación, sino de manejarlo honesta y eficientemente.
En uno de los casos, la directora de una escuela en San Pedro relataba cómo los alumnos del primer y segundo grados debían dar clases bajo los árboles porque se había derrumbado parte del techo de unas aulas construidas por el Indert el año pasado. En la escuela existen otras tres aulas inconclusas y abandonadas desde el 2010.
La directora dijo que varias veces fueron hasta allí funcionarios del Ministerio de Educación, pero que tomaron algunas notas y nunca más aparecieron.
En el otro caso, un profesor de Caazapá tuvo que improvisar una fogata en el aula para poder dar clases a sus alumnos del quinto grado, porque hacía mucho frío y el lugar en el que estaban en realidad no tiene puertas, ventanas ni instalaciones eléctricas.
Son dos realidades, en los departamentos más pobres del país, en las que es inevitable pensar que no solo hubo ineficiencia en la gestión, sino también corrupción.
Son varios además los casos de intendentes, gobernadores y otros corruptos denunciados por haber malversado el dinero que recibieron para destinarlo a la infraestructura de escuelas y colegios y a la alimentación de los niños.
Funcionarios que se encargan de robar el futuro de los niños y por ende, el del país. Altos traidores a la patria, porque además están privándola de la posibilidad de tener ciudadanos preparados para generar valor agregado y enfrentar un mundo cada vez más desafiante y competitivo, como lo pronosticaba ya Toffler, hace más de 35 años.
“Un analfabeto será quien no sepa dónde buscar la información que requiere en un momento dado para resolver un problema concreto. La persona formada no lo será con base en conocimientos inamovibles que posea en su mente, sino en función de sus capacidades para conocer lo que precise en cada momento de sus vidas» Alvin Toffler (La tercera ola, 1980).
guille@abc.com.py