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La irresponsabilidad paraguaya es bien conocida en este país y es una actitud que cambia notablemente cuando se cruza la frontera. La raza guaraní se convierte en otra etnia cuando pisa un país que no es el suyo.
Alguna vez ya inserté en algún artículo el poder de desdoble que tienen el paraguayo y las paraguayas al convertirse en cuestión de segundos en otro ser. La racionalidad con lo irracional se confunden en cuestión de minutos, sobre todo si se trata de alguna ración que le permita seguir respirando y vivir sin la angustia de la necesidad.
Esta cuestión se presenta cada vez que se acerca alguna elección. Si para ayer todo era negro, hoy puede pintarse de blanco y decir que hasta la percepción de inseguridad bajó notablemente en el Paraguay. Lo que una autoridad quiso explicar en estos días es que la seguridad va ocupando el lugar de la inseguridad argumentando que cuando se trota y se oxigena el cuerpo ya no es atacado por pirañitas, caballos locos, asaltantes, motochorros y peajeros que cada vez son más.
Es evidente que cuando se busca fortalecer los músculos de las piernas y del corazón, en barrios concurridos y de alto poder adquisitivo, los asaltos resulten tácitos. Tampoco hay que olvidar que cuando uno va al trote, va de short, canilla peró y remerita, sin el auto, la billetera, la pulsera y sin el celular, normalmente. Los anormales llevan toda la ferretería puesta y toda la ostentación tentadora para los miles de asaltantes que acá pululan.
La irresponsabilidad criolla se presenta cuando tira todo envoltorio de alguna chipa, envases de gaseosas y latitas de cerveza que ganan el costado de nuestras rutas, calles y caminos vecinales. Tener por un momento la basura en el auto, hasta que nos topetemos con algún basurero en la estación gasolinera es cosa de extraterrestres y no mearle al primer árbol que se nos interponga en el camino implica no ser paraguayo. Para nosotros siguen aún con alta vigencia los carteles como: no pisar el césped, no tirar el papel en el wáter, estire la cadena, forme fila y golpee y espere.
Para la infeliz convivencia con el tránsito nadie respeta la franja peatonal, ni quien debe cruzar la calle por ese lugar en vez de hacerlo a mitad de cuadra ni el conductor que ni conoce la finalidad de esa pintura en las bocacalles. Lo único que sabe es putearnos en todos los idiomas por entorpecer su veloz desplazamiento. Es como el futbolista de primera que ni sabe la única función del semicírculo en la cabecera del área grande.
Las irresponsabilidades paraguayas se diseminan sin misericordia y no se disimulan para nada. Las responsabilidades se recargan en caseros, niñeras, coquitos, cocidos con y sin leche, empanadas, mecánicos, nueras y cuñados. También están los yernos e hijos instalados en el Congreso para cebar tereré y ganar millones.
Los irresponsables viales sobran y hoy zozobran sus rutas y caminos. El agua del río Paraguay que debe entrar en Pto. Casado y potabilizarse para las colonias productivas chaqueñas lleva años en estado de retraso para confirmar que el desarrollo chaqueño a nadie le interesa, solo a los irresponsables. La ruta Transchaco es el monumento hacia la desidia, la coima y la corrupción de un gobierno que hoy se jacta de ejemplar. Es cierto, sirve de ejemplo de lo que no hay que hacer.
Los pobres, y también ricos abogados en sapiencia y honorabilidad, fueron depositados bien lejos de la Fiscalía que, por lo general, debe estar ocupada por gente inclinada transitoriamente hacia la carpa de turno y con la lapicera circunstancial.
Esperemos que esta noche gane Paraguay y que no haya irresponsables de los destrozos que ya tiene este país...