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El cura Valentín reflexionó ante la medida de don Claudio y la decretó de muy odiosa e indignante y, en secreto, iba realizando matrimonios a lo largo y ancho de la comarca romana. Sería lo que las parejas paraguayas de antes buscaban en Clorinda a algún Valentín que los casara también en secreto para que en todo el país se sepa. Las orejas de Claudio se levantaron cuando supo que Valentín ensamblaba parejas y el emperador tuvo que hacer decapitar al casamentero en un 14 de febrero para que esta fecha pase a considerarse como el “Día de los Enamorados”.
Recién en el año 494 d.C., 224 años después, fue considerado como ese día a instancias del papa Gelasio I. La historia rescata que con la celebración del 14 de febrero la Iglesia Católica supo enfundar y anular un festejo que los romanos ofrecían desde hacía mucho tiempo cada 15 de febrero: la fiesta pagana de las Lupercales, en honor a Lupercus, considerado el dios de los pastores, la agricultura y de la fertilidad de las mujeres. En esa fecha, los “sacerdotes luperci” se paseaban por Roma semidesnudos y azotaban a las mujeres con correas de pieles de cabras sacrificadas y aún ensangrentadas. El acto se llamaba “februa” (medios de purificación) para que la fertilidad y un buen nacimiento nunca falten. La perversión también era el corolario de esa fiesta de Luperco ya que las romanas eran violadas en esta fiesta de febrero ya que “februa” dicen que purificaba y le dio origen al nombre de febrero que también era el mes sagrado para Februata, la diosa de febris (la fiebre del amor).
Hay más historias que se entretejen sobre Luperco, Februata, las jóvenes parejas, los juegos y festivales eróticos romanos de Lupercalia, las cabras sacrificadas y las mujeres golpeadas con su cuero ensangrentado cada 15 de febrero. La Iglesia Católica Romana supo usarle a Valentín y todo acto de matrimonio que hacía, le vino como anillo al dedo para tapar la lujuria romana de cada 15 de febrero y festejar, dos siglos después, el Día de los Enamorados. Como el “día de la necesidad de consumo” ya es de nuestro tiempo.
El Paraguay también tiene su “día de los enamorados” y muchos valentines que todos los días hacen gala del gran amor que la gente tiene por las muchas cosas del país. El amor que siente el paraguayo por lo ajeno es puro y el contraer matrimonio con la corrupción es como si el mismo Valentín lo haya oficiado.
En los audios rescatados por ABC Cardinal se escucha a políticos partidarios, parlamentarios, jueces, fiscales y otros héroes que todas sus trapisondas van por el camino que conducen a la Roma de Lupercalia. Enamorarse del dinero de los royalties y del Fonacide de Itaipú es como si existiese un amor intenso que durará siempre para muchos intendentes y gobernadores del Paraguay. Los presupuestos de las instituciones van mucho más de un simple enamoramiento y la unión termina con violaciones que apuntalan el amor intenso por el abuso y la impunidad.
El rekutu es otra linda y buena manera de comprometerse y enamorarse de otro periodo más para cualquier cargo. Para el efecto hasta resucitan los inquilinos de los cementerios para asestar una firma y volver a los camposantos. Ocupar en las aduanas el cargo de vista equivale a enamorarse a primera vista de lo podrido. Formar parte del primer anillo de algún capo equivale a entrar en amores y en contacto con el pucheroducto.
Muchas felicidades, en idioma gua’i, a todos estos enamorados del Paraguay...